Envidia: ¡no entres en ese juego!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/03/2011 10:56:10
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Si eres alguien que preserva su equilibrio psico-espiritual y tienes conocimiento de personas que te envidian, ya sean parientes, vecinos o colegas de profesión, evita sintonizar con esos individuos en ese nivel de energía negativa.
El ser humano es un emisor - y receptor - de energías anímico-espirituales que revelan cómo es él en esencia, es decir, sin las máscaras que encubren su verdadera personalidad y carácter.
La mente perversa de característica maniqueísta, por ejemplo, es más común entre nosotros de lo que imaginamos. Ese desequilibrio psico-espiritual que el psicoanálisis denomina psicopatología, es responsable por la desarmonía en las relaciones familiares e interpersonales en general.
El individuo que "destila" envidia, habitualmente es un desequilibrado que no tiene consciencia del poder de autodestrucción que arrastra consigo. Y cuando la energía de la envidia es dirigida contra determinada persona en forma de falsedades, comentarios maldosos o calumnias, ese dardo venenoso sigue su curso hacia su objetivo, que es agredir moralmente al destinatario. Si el objetivo es alcanzado, o sea, irritar al envidiado hasta el punto de desarmonizarlo, el envidioso se convierte en "vencedor" de un juego perverso, cuyas reglas manipula con maestría.
Una vez en el control de la situación, sigue arrojando sus dardos energéticos hacia su víctima, hasta desequilibrarla psíquica y espiritualmente a través de la afinidad de sintonías negativas que se establece en la relación emisor-receptor.
El mejor "antídoto" contra el veneno del dardo de la envidia es la indiferencia consciente, o la actitud firme y centrada de quien no entra en un juego de cartas marcadas por la energía de la maldad de ciertas personas, que no logran emanciparse de un modelo de comportamiento que las ata al pasado.
Según la ley de causa y efecto, sabemos que todo mal proyectado contra otro, un día retorna en la misma proporción que su intención original. Sin embargo, la "envidia patológica", al tener su origen en un mecanismo inconsciente de rasgos obsesivo-compulsivos, no percibe los sutiles detalles que conciernen a la naturaleza interdimensional del hombre.
Por lo tanto, la actitud de superioridad moral frente a la envidia es la mejor defensa contra una energía invasiva que tiene por objetivo agredir y desestabilizar. Y esa actitud moral requiere paz de espíritu, paciencia y discernimiento. Pero también una actitud firme y centrada cuando el momento lo exija, ya sea en la reparación de daños morales a través de la justicia o al enfrentar situaciones inevitables, siempre que el envidiado no sea afín a la baja sintonía del agente agresor.
Somos seres dotados de inteligencia y gran capacidad de evolución, y el crecimiento despierta la envidia de quienes todavía permanecen escondidos en la pequeñez de su espíritu. Desgraciadamente, es de la naturaleza humana todavía imperfecta, el envidiar a aquel que por méritos propios ha llegado a un nivel que el envidioso no es capaz de alcanzar. Y esa envidia llega a menudo a su punto máximo de desequilibrio psico-espiritual, convirtiéndose en factor de alta concentración de energía negativa en un único individuo. Energía que es preciso canalizar hacia un objetivo de característica destructiva, o sea, la víctima de su perverso juego.
Por tanto, no seas víctima de ese juego, pues como nos informa el dicho popular: ¡La envidia mata! Pero mata simbólicamente al emisor y al receptor que se dejan envolver por esa energía de extremada negatividad. Y el resultado de ese "simbolismo", representado por el desequilibrio bío-psico-socio-espiritual, es la aparición de somatizaciones en el cuerpo físico.
La persona víctima de la envidia patológica debe mantener vigilancia ante la situación impuesta por el agresor. Sentimientos, actitudes u obras que expresen odio o venganza, significan inmadurez de espíritu. Factor de sintonía con el agente agresor.
Por otra parte, la persona obsesivamente envidiosa, debe buscar urgentemente auxilio psico-espiritual, para descubrir los orígenes de su desequilibrio. Antes que la desarmonía se adueñe definitivamente de su espíritu, hasta el punto de comprometer la próxima encarnación.
La historia del hombre sobre la faz de la Tierra está repleta de casos en que estaban implicadas víctimas y verdugos, ya sea en la dimensión física o en la espiritual. Y el desafío del hombre del actual milenio es transformar ese paradigma en un nuevo modelo de convivencia socio-familiar fundamentado en la energía que impulsa al individuo hacia la evolución.
No olvidemos que los buenos pensamientos atraen energía de ese mismo nivel y favorecen el crecimiento integral del ser humano. Es la ley universal de la afinidad entre sintonías iguales. Con todo, la elección será siempre del individuo, al hacer uso de reglas oscuras y perversas o bien de reglas claras y transparentes en la relación con su semejante.
En esa dirección, el despertar de las conciencias para el sentido de la vida se convierte en un medio de aflorar sentimientos y valores que hagan de las relaciones interpersonales una plataforma para vuelos más elevados del espíritu inmortal.
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