¿Eres un Dependiente Afectivo?
por Sirley Bittú em STUM WORLDAtualizado em 30/10/2006 15:58:51
Traducción de Teresa - [email protected]
Hay personas que se “horripilan” sólo con la posibilidad de hacerse dependiente de alguien o de alguna cosa, pasan la vida luchando contra eso, y algunas veces se vuelven omnipotentes, distantes y solas. Y hay personas que “tiemblan” apenas con la idea de depender principalmente de sí mismas; confunden individualidad con soledad, abandono y rechazo. Son dos caras de la misma moneda, los primeros temen envolverse y perder su individualidad y el otro extremo teme tenerla. En la realidad, ambos consideran que la autonomía y la capacidad de cuidar de sí mismos, de tomar sus propias decisiones, de realizar opciones, está fuera de su control, o mejor, fuera de sí mismos.
La DEPENDENCIA AFECTIVA es un estado de inmadurez que forma parte del proceso natural de desarrollo humano, o sea, nacemos totalmente dependientes, tanto física como afectivamente. Con nuestras vivencias y experiencias vamos evolucionando de forma gradual, buscando nuestra independencia emocional.
Algunas veces vemos claramente nuestras dificultades, entonces nos restan al menos dos salidas: enfrentarlas y superarlas, o como suelo decir… “dar una vuelta a la manzana”… pero no siempre la dependencia afectiva es consciente.
Una persona es dependiente afectivamente cuando su autonomía está perjudicada, necesita de algo o de alguien para sentirse segura y tranquila, en las más diversas decisiones de su vida, desde las más simples como decidir qué ropa va a usar por ejemplo, hasta las más difíciles, como qué profesión elegir… si cambia de empleo o no… si continúa un noviazgo o no, si se casa o no… en fin, innumerables situaciones donde haya implícita una elección.
Tú que estás leyendo, debes estar preguntándote: … pero, ¿no nos gusta a todos nosotros una “pequeña opinión” a veces? Sí, es cierto, pedir la opinión de alguien sobre algo no te convierte en dependiente afectivo. La diferencia está en cuando tú dependes realmente de esa opinión y no consigues seguir tu deseo si éste no es aprobado, si no obtiene el “aval” de alguien.
El objeto de dependencia entra en la vida de la persona como una muleta, ocupa un espacio vacío. La dependencia puede ser de una persona específica, una droga, una actitud de cariño, una palabra amiga, o incluso alguien que pueda escucharte, o decirte lo que debes hacer.
En verdad esas personas u objetos tienen una única función para el dependiente afectivo, dar la sensación de seguridad que necesita para soportar problemas, tensiones y dificultades personales y/o sociales. La cuestión es que la seguridad no se encuentra en las relaciones que hacemos, no es algo que venga de fuera, sino algo que existe o no dentro de nosotros. Nuestra seguridad y autoestima son los reguladores de nuestra madurez emocional.
Jacob Levy Moreno, cuando creó el Psicodrama, partía del principio de que el ser humano es un ser social, que influencia y es influenciado todo el tiempo. En el Psicodrama decimos que toda salud y dolencia emocional nacen en las relaciones, o sea, son aprendidas durante el desarrollo por medio de los modelos que recibimos, en primer lugar por nuestra familia de origen y secundariamente mediante las demás relaciones que vivenciamos durante la vida. En los primeros años de la vida necesitamos la confirmación de nuestras actitudes, la seguridad de que nuestro comportamiento está siendo aceptado por las personas que amamos. Con nuestro desarrollo emocional pasamos a desear, más que a necesitar de esa aprobación. Aprendemos a relacionarnos con el mundo por las reglas que hemos recibido en nuestra familia. El niño es espontáneo y creativo por naturaleza, nadie nace “culpable” por ser espontáneo. La dependencia afectiva muchas veces surge y es sostenida por problemas en la relación familiar, por los conflictos personales, por la sensación de rechazo y de no ser aceptado.
En cierta ocasión he recibido en mi consultorio a una joven de 22 años; aquí voy a llamarla Juana. Juana venía para psicoterapia por tener muchas dificultades afectivas, era brillante alumna, cursaba la facultad y sacaba óptimas notas, pero tenía dificultades en encontrar novio, era introvertida, se sentía fea y sin gracia. Juana tenía una gran amiga de la cual hablaba mucho. Estaba siempre contando cómo a su amiga se le daban bien los chicos y tenía varios ligues, pero en compensación obtenía pésimas notas, dependía de sus “chuletas” para pasar de semestre. Durante el proceso terapéutico Juana se ha dado cuenta de que cada una desempeñaba un papel en la relación, o sea, una cuidaba de los estudios y la otra se hacía con amigos y novios, funcionaban como si fuesen una única persona.
A pesar de nunca haber notado hasta entonces ese pacto, era difícil vencerlo, hasta porque Juana no consideraba que pudiese ser alguien interesante, o incluso algún día sentirse bonita. En este ejemplo, Juana tenía dos caminos posibles: el primero era continuar en esa relación de dependencia en la que una supuestamente suplía la necesidad de la otra, o elegir el segundo camino, el más trabajoso y también el más saludable: percibir y enfrentar sus límites y sus propias dificultades, para poder superarlas.
En realidad nadie es dependiente él sólo, la DEPENDENCIA AFECTIVA es una vía de doble sentido, si una criatura es dependiente afectivamente, la madre con certeza también lo es, pues en este caso, la madre es quien la estimula y cree en su potencial ayudándola a tener la seguridad de que conseguirá superar sus dificultades. De esa relación nace la autoestima y la sensación de seguridad personal. Todo ser humano nace con capacidad para cuidar de sí mismo, un potencial que ha de ser estimulado, y si no recibe ese estímulo se vuelve dependiente. En la práctica acaban por no confiar en sí mismos y en su valor personal, dejan de ofrecer lo mejor de sí en la vida, en el trabajo y en las relaciones.
Para padres y/o educadores: ejerciten en respeto a las características genuinas de cada crío, respetando su naturaleza espontánea y su creatividad. Es importante aprender que poner límites es prueba de amor y es diferente de reprobación. Dar parámetros es dar condiciones para que la criatura desarrolle responsabilidad y aprenda a superar las frustraciones.
No podemos perder de vista lo humano que existe en nosotros, somos criaturas y creadores capaces y, genuinamente, imperfectos.