Esperanza. Navegar seguros por los océanos de la vida
por Sergio Scabia em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:35:03
Traducción de Teresa - [email protected]
Despertamos con nuevo vigor por la mañana después de un sueño reparador y, gracias a la costumbre de la meditación diaria, aún podemos mejorar nuestro astral, expandiendo el alma, paseando por niveles de realidad más sutiles y suaves. Nos damos nuestra ducha enseguida y, literalmente, vamos a la lucha. Quienes viven en la gran ciudad y no trabajan en casa o cerca de ella, comienzan un profundo entrenamiento de la paciencia y la resignación en medio del baraúnda, la real y la energética, donde seres de semblante oscuro, cargado y a veces aterrador, disputan cada palmo de asfalto por llegar ya estresados unos pocos minutos antes a su puesto de trabajo. Los hay que están cumpliendo su misión de vida y con toda seguridad su ambiente es leve, amistoso, cooperativo: un verdadero santuario; pero la mayoría encuentra otra situación, mucho menos serena. El dios de ese lugar es el lucro, allí el tiempo es dinero, todo tiene su valor cuantificado, incluso el ir al baño o la breve pausa para un cafelito.
El desgaste aumenta al abrir los correos, muchos de ellos cargados de exigencias mil y a menudo poco amables, o con la cara ceñuda de algunos colegas, también víctimas de la situación. El distanciamiento de los jefes y la rutina que no admite fallos - y se repite aburrida hasta el final del día - en nada mejoran el aire que se respira. Pero aún no se ha terminado. quizá sea posible una pequeña pausa, quizá irse a tomar algo antes de poner rumbo a casa, que permita cierta relajación, siempre que se olvide el alcoholímetro al acecho. No obstante, la mayoría no tiene esta posibilidad y encara cansada el camino de vuelta, llegando a casa sin ganas de charlar con los familiares o de hacer cualquier otra cosa que no sea desparramarse en el sofá, poner la TV y mirar los noticieros con las malas noticias de siempre, o las enojosas novelas con sus cargas emocionales soporíferas. Y así pasan el tiempo, una semana tras otra, año tras año, en un permanente y profundo cansancio de cuerpo y alma, incapaces de vislumbrar opciones más viables, más en sintonía con nuestra esencia, con nuestro olvidado linaje divino, totalmente prisioneros en un engranaje que nos tritura, embrutece y desvía del Camino. ¿Será cierto que nuestro destino aquí en la Tierra se reduce a una miserable pensión de jubilación al final de todo un ciclo de vida? ¿Podemos en sana conciencia clasificar esto como "vivir"?
La Esperanza
Aún hoy una querida amiga de ultramar me envió un correo preguntándome cómo mantenerla, cómo conservarla viva en nuestro pecho.
Bueno, en mi humilde opinión, la esperanza está en todos nosotros, actuando como un pequeño motor; es nuestra esencia, generando una sutil y permanente actividad que, una vez desencadenada - y asociada al propósito correcto - nos libera definitivamente de todos los miedos, así como del control externo que por ventura estemos padeciendo. Una vez conscientes de nuestra fuerza, de nuestro origen divino, se iniciará finalmente un nuevo ciclo, una vida nueva en la cual la espiritualidad, con sus leyes inmutables, asumirá el rumbo de nuestro navegar por los océanos de la vida.
Sí, funciona de esta forma, en un trabajo interior de limpiar el fardo, los dogmas, las creencias obsoletas que nos acompañan desde hace eones, de perdonar y pedir perdón, de auto-conocernos cada vez más a fondo, descubriendo nuestra Unicidad y valor; de aprender a usar la llave del amor para abrir suavemente todas las puertas, de percibir el Uno, el Todo, el Universo en nosotros y a nosotros manifestándolo en toda su infinita belleza.
Ya no nos es posible vivir tan embreñados en la materia, perdidos en la ilusión, alejados de nosotros mismos, como sonámbulos, hipnotizados y entorpecidos. Debemos aprender a vibrar la Luz de que estamos hechos. es preciso traer a la mente los momentos buenos, aquellos en que la Conciencia Cósmica se ha manifestado con firmeza, con intensidad y amor. es preciso recordar los detalles felices, las sonrisas de alegría dadas, los abrazos intercambiados; hemos de revivir toda la emoción, la frecuencia mágica que ya reinó en nosotros otrora y mantenerla indefinidamente activa, viva. No se trata de vivir en el pasado, sino de recuperar los colores, los sonidos y la vibración de la verdadera felicidad. Bueno será acordarse de dar gracias por la vida, por el sol, por la luz, por el viento, por la lluvia, por lo mucho que hemos recibido de balde.
Me acuerdo aquí de una frase de Goethe, quizá la más importante de toda mi vida, la que logró hacerme dejar todo lo que hacía y así empezar una experiencia totalmente desconocida, en un territorio para mí todavía inexplorado:
"En relación a todos los actos de iniciativa y de creación, hay una verdad fundamental cuyo desconocimiento mata innumerables ideas y planes espléndidos: la de que en el momento en que nos comprometemos definitivamente, la providencia se mueve también.
Toda una cadena de acontecimientos brota de la decisión, haciendo surgir a nuestro favor toda suerte de incidentes y encuentros y asistencia material que ningún hombre soñaría que viniesen a él. Lo que quiera que puedas hacer o soñar que puedes, hazlo. El coraje contiene genialidad, poder y magia. Empieza ahora".
¡Vamos adelante, Amigas y Amigos queridos!
Hagamos nuestra parte con ahínco, foco, coraje y determinación.
Y cuando al fin volvamos para la casa del Padre, nuestra Conciencia se fundirá con la Universal, en una linda explosión de Luz y de Amor puro.
¿¡Vamos a buscar la Verdad, siempre, a irradiar Luz, a crear lazos y puentes donde sólo hay muros y cadenas¡?
Namastê (El Dios que existe en mí saluda al Dios que habita en Ti).
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