Espiritualidad y aprendizaje de la maestría del amor
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/08/2011 12:40:18
por Marcos Porto - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Todos sabemos que el amor puede curar a la humanidad ¡y salvar el mundo! Muchos de nosotros, seres humanos espirituales, aspiramos a practicar el amor incondicional, el amor universal a todos los seres vivos del planeta.
Con todo, honradamente ¿cuántos merecemos que se diga que estamos verdaderamente preparados en el arte de amar?
Por lo regular, invertimos mucho más en el aprendizaje de nuevas tecnologías dispuestas para nuestro confort personal, ya sean de informática, telefonía, TV, fotos digitales, entre otras, que en aprender cómo practicar el verdadero amor.
Claro está que los resultados serán obvios. El modelo habitual en la práctica del amor es casi el mismo que en una relación de intercambio – lo cual conduce, la mayor parte de las veces a una ruta de colisión entre dos o más personas, quienes practican en esa ocasión una disfunción del amor. Tras estos conflictos, las personas, casi como los supervivientes de un accidente de autopista, lentamente intentan curarse las heridas – en este caso resentimientos, amarguras, desalientos, desilusiones, decepciones, sufrimientos, y todo cuanto pueda añadirse.
¿Posibilidades de recuperación? Las posibles tras un largo período de distanciamiento o indiferencia entre los implicados.
¿Cómo se podría revertir esta situación aparentemente tan calamitosa?
¿Vamos a reflexionar sobre ese tema?
Hay formas, digámoslo así, más saludables que adoptar en el aprendizaje del arte de amar. La dificultad es que nunca las recordamos cuando estamos vivenciando momentos de dudas.
Buscando una comparación en el deporte, observamos que los futbolistas sufren muchas contusiones. A veces muy serias, como las que afectan a la rodilla. Es preciso entonces hospitalizarlos y rápidamente someterlos a la cirugía restauradora, cuya recuperación es lenta. Pese a ello, definen como meta el restablecimiento más rápido posible, para volver a jugar. Es admirable como consiguen esa recuperación ¿verdad?
Trayendo este ejemplo a nuestro tema, ¿sería posible que en nuestras disfunciones de amor tuviéramos también como meta la recuperación rápida? Los futbolistas tienen los programas de fisioterapia, facilitando la vuelta a la normalidad. ¿Cuáles serían para nosotros los programas ligados a nuestros sentimientos, que favoreciesen las formas saludables de la práctica del arte de amar?
A lo largo de la historia los observadores han venido relatando que el ejercicio de practicar el amor con otros, en reuniones de Grupos de Encuentros y Reflexión, trabajos espirituales y voluntarios, nos favorecen en las condiciones de que, paso a paso, todos juntos sigamos el proceso – yo crezco en la medida que tú creces.
Cuando nos aislamos, las situaciones se hacen mucho más difíciles de resolver. ¿Forma sentido?
Otro aspecto – estar informado de cuál es el problema real: los personalistas no aman, quieren la satisfacción solo para sí mismos. Innumerables personas están convencidas de que el amor hace daño – y exhibirán sus ‘cicatrices’ para demostrar lo que dicen. Pero ¿qué es lo que ha causado la ‘cicatriz’?
¿Habrá sido la gentileza, la cordialidad, el respeto, la paciencia, la generosidad, la tolerancia, el perdón? ¿O sería el personalismo voluntarioso de quien quiere ser siempre el primero, y las infidelidades, traiciones y abusos? Éstas últimas son ‘cicatrices’ del desamor y no del amor.
¡Por tanto el amor no es el problema, nunca lo ha sido, jamás lo será! ¿Correcto?
En vez de estar temiendo el amor, es importante revisar que es lo que está creando ese miedo. En caso de que en nuestras vidas en épocas anteriores hayamos sido lastimados en nuestras relaciones, tanto como hijos(as), esposa o marido, o como padres, es importante verificar qué es lo que ha causado este sufrimiento. ¡Con toda seguridad no ha sido el amor!
Al analizar las situaciones caso a caso, percibiremos que en los acontecimientos en que se originaron problemas emocionales entre personas, la actitud personalista de parte a parte es responsable por el desamor. En relación a la actitud personalista, o sea, el egocentrismo, éste podrá ser activo, expresado en la ofensa, o pasivo, que siempre representa el ‘pobrecito’ que necesita de los demás.
La razón de por qué el amor se ha vuelto tan confuso en nuestra mente puede explicarse por el hecho de haberse creado muchos distanciamientos y desamores en las relaciones, que incluso alteran nuestra comprensión, si se encuentran confundidas con las que son expresiones de amor.
¿Es el amor un arte? Entonces requerirá conocimiento y esfuerzo.
Erich Fromm (1900-1980) psicoanalista, escritor de innumerables libros entre los que se incluye “El Arte de Amar” nos dice: “¿Cuáles son las etapas en el aprendizaje de cualquier arte? El proceso de aprendizaje consta de dos partes: Una será hacerse maestro en la teoría, y la otra será hacerse maestro en la práctica. Cuando tenga el conocimiento teórico, aún no soy competente en el arte. Me haré maestro en este arte cuando desarrolle el aprendizaje en la práctica, y entonces los conocimientos teóricos y prácticos se fundirán en uno solo – la intuición, que es la esencia de la maestría en cualquier arte”.
¿Cómo habremos de integrar esa maestría con la espiritualidad?
Meister Eckhart (1260-1328), teólogo alemán, filósofo y místico nos lo aclara: “Si tú te amas a ti mismo, amarás a todos como a ti mismo. En la medida en que tú amas a otra persona menos que a ti mismo, no tendrás éxito en amarte a ti mismo, pero si tú amas siempre en igualdad a ti mismo y a los demás, tú amarás a todos como si ambos fueseis Dios y seres humanos. Así tú eres persona integral, amándote a ti, a los demás y a Dios igualmente”. ¿Está claro?
Trayendo estas contribuciones a la comprensión de nuestro cotidiano, concluimos que, sea cual fuere nuestra opción de religiosidad, no habrá espiritualidad sin amor a nosotros mismos, en igualdad con nuestro amor a los demás y a todos los seres vivos, en unidad con nuestro amor a Dios.
Volveremos sobre la cuestión.