Fidelidad a sí mismo
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/11/2010 04:22:32
por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
En una meditación quise acceder a las necesidades y verdades ocultas en las conciencias de personas ligadas a mí por sintonía y afinidad vibracional, incluso las de aquellas que aún no conozco.
A continuación, lo que capté.
Ya no quiero hacer y ser como antes, pero no sé cómo cambiar. El no interno a lo que he hecho y he sido anteriormente, es extremadamente fuerte y no me da posibilidad alguna para volver atrás y retomar mis pasos siguiendo los mismos caminos. Soy falible y hoy acepto mis errores. He aprendido que éstos han sido mis mejores aciertos en muchas ocasiones. Hasta ahora quien ha determinado lo acertado o equivocado de mi vida ha sido mi Ego, para mantenerse en el poder y hacerme renunciar a seguir a mi corazón y ser fiel a mí mismo y a mis principios.
Miro atrás y sé que todo cuanto he hecho y vivido está dentro del orden divino de las cosas; era preciso que viviese dentro de aquella "realidad" tal como la percibía. Solo hoy consigo comprender que aquella realidad no era más que pura ilusión. Basándome en esas ilusiones, he creado todas las situaciones de mi vida. Solo con pensar en continuar siendo, actuando y procediendo como antes, veo aflorar cierta desesperación interna, que me hace sentir una tristeza profunda. Es interesante, pues advierto que aún no sé proceder de forma "correcta", y esto me hace temer, pues si no quiero proceder en la forma antigua y no sé cómo hacerlo "en la forma nueva", simplemente me siento estancado y sin rumbo. Pero es preciso hacer y ser, de cualquier forma que sea, pues necesito vivir, no puedo quedarme parado, sin dirección. Mi supervivencia depende de mis acciones.
Siento una mezcla de paz, por la certidumbre de que ya no quiero traicionar a mi corazón siendo infiel a mí mismo y, al mismo tiempo, tengo miedo a no lograr saber qué y cómo debo hacer y ser de ahora en adelante.
Pese a este miedo, estoy en paz, insisto, pues es muy interesante sentir esto. Siempre he tenido miedo al miedo y me ha cortado el miedo. Ahora, pese a sentirme estancado, no me siento cortado. Solo siento una fuerte convicción interna de que no daré un paso siquiera que me lleve de vuelta al viejo sendero que he recorrido hasta hoy, el que me condujo hasta el ahora; e incluso siento gratitud por ese yo-Ego mío, que me ha guiado y me ha hecho ser quien soy en este momento, ya que no me siento totalmente fracasado en mi vida, aunque no quiero y no volveré a ser otra vez de aquella forma y no quiero volveré a aquel camino.
Quiero obrar de otra manera. Sé que para ello habré de entregarme a Dios, para que Él guíe mis pensamientos, sentimientos y caminos. No sé cómo hacerlo, nunca me han enseñado. Advierto esa verdad y esa voluntad que pulsa en mi pecho, pero no consigo hacerlo, o mejor, dejar que ocurra, estoy atado a los pensamientos, como si lo fuese a hacer mediante un acto mecánico. Pero sé que esto no debe ser así. La entrega implica aceptar sin pensar o contestar. Significa creer y confiar. Si me quedo pensando en cómo hacer para entregarme, significa que no confío. Hemos aprendido que Dios castiga, siempre lo hemos oído así, por eso es difícil confiar en Él, pues consideramos que Él conoce todos nuestros pecados y, si nos entregamos a Él, ciertamente nos castigará.
Me veo sin salida y el miedo se adueña de mí. Me muestra su faz, en la tentativa de desviarme de mi camino. Yo lo acepto, pero no dejo que tenga influencia sobre mí, y además me enfrento a él. Ya sé que cuando él se manifiesta es señal de que estoy en el camino adecuado y él quiere hacerme desistir de recorrerlo. Pero me mantengo firme en mi propósito y pregunto: ¿a quién y cómo debo entregarme? La respuesta es clara: ¡debo entregarme a mi Dios interior!
Una voz interna me dice: si eso te agrada, no pienses, tan solo desea. Desea entregarte a tu Yo Real y, si posible, desea también entregarte a Dios. Di a ti mismo: deseo entregarme y me pongo en actitud de entrega a mi Dios interior. Esta es mi realidad divina. Querida esencia divina, mi Yo Real, me entrego a ti y permito que me conduzcas a partir de las verdades y anhelos que llevo en mi alma. Estoy al servicio de la Vida, al servicio de Dios. Me pongo enteramente en tus manos para que me guíes, en comunión con Dios, para seguir los caminos que me lleven a cumplir mi misión de vida, conforme a lo determinado por mi Espíritu al elegir esta encarnación.
Pese a que aún hay que comprender racionalmente el significado de esta entrega, cómo se hace para que esto ocurra y qué pasará al hacerlo, consigo sentir que no es preciso saber y comprender todo, sino que tan solo sé y presiento que no hay otro modo a no ser este. No sé cómo entregarme, pero siento en mi corazón que cuanto más desee entregarme, aceptando todas las manifestaciones internas de contrariedad, miedo y lucha contra ello, más me relajaré y esto me hará llegar al punto en que estaré entregado, sin necesidad siquiera de pensar en ello.
Hasta hoy he necesitado comprender todo lo que me ocurría, mi mente nunca ha hecho nada en que no pudiese tener el dominio de la comprensión. Y precisamente eso es lo que me ha hecho sufrir. Cuanto más he pensado, más confuso estuve, cuanto más he seguido a mi corazón, más tranquilidad he sentido. Puedo continuar pensando, voy a respetar esa necesidad controladora que mi Ego aún arrastra, y el pensamiento, si equilibrado, es importante para la toma de decisiones, pero ya no voy a permitir que los pensamientos de miedo y otros tantos pensamientos negativos me hagan desviar de la senda del corazón que he empezado a recorrer.
Esta nueva senda me aporta la certidumbre de estar en el camino acertado, no sé de dónde me viene esta certeza, pues continúo lleno de dudas. Pero esta es la belleza de la vida, ya no es preciso tener la seguridad absoluta de nada y no necesito estar rodeado de todas las garantías de que este nuevo camino es seguro y acertado. Tan solo sigo a mi corazón.
Si de la otra forma - recorriendo la senda del Ego - no me siento satisfecho y feliz, solo me resta correr el riesgo de intentar lo nuevo. Presiento que hay un modo distinto de vivir para ser feliz, a pesar de no conocerlo. Elijo entonces entregarme a lo nuevo, a mi Yo Real y a Dios, ¡voy a dar este salto de fe!