Fuente de curación y equilibrio
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 22/02/2013 10:58:39
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Desde hace siglos el hombre busca la “fuente de la juventud” o el “elixir de la larga vida”, como si el hallazgo fuese un simple descubrimiento.
Fórmulas mágicas, de pura alquimia, han sido experimentadas por los antiguos alquimistas. Secretos que se han perdido en las brumas del tiempo y se han mezclado con revoluciones, guerras y endemias que han asolado el viejo mundo y han hecho al hombre reflexionar sobre su futuro.
Hoy, con los considerables avances en el nivel medio de vida, la preocupación mundial es la amenaza que representa el calentamiento global, provocado por la interferencia humana en el equilibrio natural del planeta.
Lo que antes quitaba el sueño a los alquimistas, hoy provoca insomnio a los científicos modernos, o sea, la duda de que la especie humana consiga sobrevivir durante largos y largos siglos.
Pese a ello, en este intrincado contexto global que reúne la preocupación acerca de la sobrevivencia del hombre y los intereses en juego, hay una referencia básica que está fundamentada en la Ley del Amor: la energía de la bondad. Energía comparable a un volcán inactivo que guarda en sus entrañas un potencial que puede emerger en cualquier momento.
La Nueva Era que se inicia revela que somos este volcán adormecido a la espera del despertar interior para que el flujo energético revitalice la estructura, así como todo lo que existe a su alrededor.
La Nueva Era nos alerta de que ha llegado el momento de nuestra “erupción” interna, generadora de nuevos y saludables flujos energéticos indispensables para el proceso de expansión de la conciencia. Para ello basta con transformar nuestra energía mediante el ejercicio consciente de la benevolencia en lo cotidiano de la vida. Cotidiano que, a lo largo de la historia, ha venido sujetándonos a un modelo impregnado de densas energías relativas al hombre viejo, limitado, imperfecto y adormecido en sus entrañas.
La energía de la bondad es el despertar Crístico, el elixir de la larga vida y la fuente de la juventud existencial para el individuo que la practica sin intereses manifiestos u ocultos.
Convertirse en una buena persona es no dar importancia al comentario ajeno acerca de tu “pureza” de intenciones, porque está en la esencia de lo que tú eres, es la fuente de curación y equilibrio de las imperfecciones humanas, ya sean de naturaleza física, mental o psíquico-espiritual. Limitaciones que la expansión consciencial va depurando – y curando – con el paso del tiempo.
Convertirse en un individuo benevolente es invertir a largo plazo en la curación y en el equilibrio de aquello que hoy nos provoca dolor y sufrimiento. Es transmutar para mejor la energía que nos acompaña desde tiempos inmemoriales.
El despertar del flujo energético que hay en nosotros, mediante la práctica del bien, representa el renacimiento de un nuevo ser en paz consigo mismo y con su planeta. Tendencia natural que pasa a ser una realidad con el avance del tercer milenio, la era de la luz y de la sensibilidad entre los hombres.
El hombre que siempre ha buscado el lenitivo para su dolor físico y el alivio para su sufrimiento psíquico, encuentra en sí mismo la fuente de la curación y del equilibrio bío-psíquico-espiritual, pues en la benevolencia está el camino, y en la consciencia, la verdad.
La Nueva Era no interfiere en el libre albedrío del ser inteligente. No obstante, advierte de que el hombre tiene únicamente un camino que recorrer en el planeta Tierra: el de la regeneración espiritual, que implica en la necesidad de descubrirse, o sea, descubrir el velo que limita la visión sobre sí mismo en la relación con su mundo y el universo.
Nunca en la historia de la humanidad la fuente de curación y equilibrio ha estado tan cercana y disponible para el hombre. Proceso que, con independencia de las decisiones individuales, se hace inexorable para el hombre inserido en una nueva perspectiva universal, cuya trayectoria pasa por la apurada percepción de su interdimensionalidad en comunión con lo UNO.
