¿Fuiste víctima de maltrato? - Dolor silenciado III
por Rosemeire Zago em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:35:04
Traducción de Teresa - [email protected]
La consciencia de los sentimientos de la infancia no mata, liberta.
Alice Miller
¿Te acuerdas de lo que te ocurrió en tu infancia? ¿Piensas que es mejor no acordarte para no sentir el dolor? Es frecuente que las personas digan que no quieren recordar los acontecimientos de su pasado, pero olvidan que no es el hecho de recordar lo que causa el dolor, el dolor ya está allí dentro, y reprimir ese dolor podrá determinar sus decisiones sin que se den cuenta.
Sí, conscientemente podemos proceder como si no hubiésemos vivido situaciones de maltrato (psicológico, físico y/o sexual), pero desgraciadamente esa negación no borra nuestra historia, y además puede hacernos revivir aquello que tanto nos hemos esforzado por olvidar. ¿Cómo es eso? Seguramente has oído hablar de repetición de pautas, o compulsión a la repetición, que nada más es que un patrón de comportamientos que se repiten. Es un proceso inconsciente, pero muy real.
Muchas de nuestras elecciones son inconscientes y, por ende, determinadas por nuestra historia de vida. Estoy de acuerdo en que muchas situaciones se olvidan como defensa, porque de lo contrario no soportaríamos tanto dolor. Y para sobrevivir a los maltratos, humillaciones, negligencias, castigos, palizas, indiferencia, abandono, rechazo, vergüenza, miedo, hemos tenido que esconderlos de nosotros mismos.
No obstante, mientras no lloremos el pasado, estamos condenados a repetirlo. Es como trasladar el pasado al presente, aunque no tengamos conciencia de que lo estamos haciendo. Sí, repetir el pasado que fue bueno tiene sentido, pero es difícil aceptar el hecho de que repetimos aquello que nos hizo y todavía nos hace sufrir.
La forma de relacionarnos con los demás, en especial en la relación afectiva, puede a menudo consistir en repeticiones inconscientes de experiencias anteriores, en especial por influencias de la primera infancia, incluso aunque esas repeticiones nos causen dolor. Aquel chavalito puede casarse con una mujer que sea la imagen exacta de su madre, aunque ésta le haya hecho sufrir. O aquella chiquilla puede repetir el pasado, casándose con un hombre tan ausente como lo había sido su padre en su niñez. Muchos padres hoy pueden también repetir con sus hijos lo que vivieron cuando eran pequeños.
¿Cuántas veces no te has prometido a ti mismo que no repetirías lo que tu padre o tu madre te hicieron y, sin querer, allá vas tú a proceder igual? ¿Te has parado a pensar si estás repitiendo alguna situación que viviste en el pasado? O también las situaciones pueden ser diferentes, pero el sentimiento de hoy puede ser el mismo que el de la niñez. ¿Qué sentimiento te incomoda, te pone triste, te hace llorar o te hace reaccionar de modo desproporcionado? Pero ¿por qué?, te estarás preguntando. ¿Por qué nuestro inconsciente nos gasta tal broma? Repetimos y repetimos el pasado, con la esperanza de que esta vez el final sea diferente. Estamos siempre deseando, aunque de modo inconsciente, controlar y modificar lo que ya sucedió. Es como si nos negásemos a aceptar, ya sea el abandono, el rechazo, los maltratos que hemos vivido, y así, liberarnos de aquel dolor que tanto sufrimiento nos causó, y nos causa.
Sin embargo, no es así como nos liberamos del pasado ni de nuestro dolor. Piensa conmigo: si no tuvimos aprobación y reconocimiento por parte de nuestros padres cuando éramos pequeños, y si ahora los obtenemos ¿borrará esto lo que sentimos en aquella época? Por más que ahora, en el momento presente, tengamos aquello que tanto deseamos en el pasado, el tiempo no volverá. Tú no vas a recibir el abrazo que tanto quisiste en aquel momento, no tendrás a tu padre al lado cuando esperaste tenerlo, tu madre no acudirá a la reunión de la escuela aquel día en que fueron todas las madres, menos la tuya. Es preciso entender que, por mucho que puedan cambiar nuestros padres y darnos hoy lo que no nos dieron en el pasado, esto no cambiará lo que sentimos de niños. Y tenemos que entenderlo para dejar de esperar, de idealizar, y así procesar el duelo de aquello que no tuvimos. Hemos de aceptar que no podemos volver en el tiempo, que podemos acordarnos de todo cuanto pasamos, de todo cuanto esperamos y no tuvimos, llorar todo nuestro dolor, elaborar el duelo por todo lo que sentimos, y así libertarnos de nuestras repeticiones de comportamientos. En caso contrario, mientras no lo tornemos consciente, repetiremos nuestro pasado.
Cuando encontramos un testigo conocedor (véase el artículo anterior), en la figura de un profesional, éste podrá ayudarnos a identificar los antiguos patrones de comportamiento de nuestros padres, para que así no los repitamos ciegamente como lo hacemos. En ese proceso dejamos de creer, como lo hacen muchos, que todo lo que sufrimos fue por nuestro propio bien. Dejamos de idealizar que nuestros padres cambiarán un día. Dejamos de tratar como nos trataron. Dejamos de ser nuestros peores enemigos. Dejamos de boicotearnos, creyendo que no merecemos amor. Dejamos de consentir que continúen humillándonos, maltratándonos. Y cuando dejamos todo eso, podemos percibir que de niños fuimos solo unas víctimas de los adultos, niños heridos a su vez.