Inteligencia y Sabiduría
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 16/04/2014 08:56:22
por Leandro José Severgnini - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Hace algún tiempo escribí sobre el universo de dualidades en que vivimos, fruto de conceptuaciones equivocadas de nuestra cultura. Hemos sido incentivados a dividir en polos opuestos el mundo a nuestro alrededor. Hacemos de nuestra vida un mar de contradicciones. Fortalecemos nuestro ego juzgando, poniendo a todo atributos como acertado y equivocado, bonito y feo, divino y diabólico, bien y mal, etc. Sea, tales conceptos no dejan de tener su utilidad, pueden facilitar la vida en cierto sentido. El problema es que acabamos olvidando que esas nociones de dualidad sólo son puntos de vista y no reglas universales que obedezcan a algún tipo de división propiamente dicha.
Sin embargo, la humanidad parece gran entusiasta del sombrío espectáculo de la creación de opuestos. Todo ha de ser dividido y lo que no puede ser dividido es como si no mereciese atención y no tuviese real valor. Pero, ¿y si pudiésemos quitar la línea divisoria que hemos puesto en medio de nosotros? ¿Y si pudiésemos contemplar la vida como una perfecta unidad en permanente transformación, donde las polaridades se complementan? Está bien, lo explicaré mejor…
Un ejemplo típico es nuestro terrible miedo a la muerte. Comprendemos que la muerte es la extinción de la vida, es decir, una es contraria a la otra y ambas no pueden existir simultáneamente. Pero ¿será realmente así? Entonces, ¿cuál es la línea divisoria entre la vida y la muerte? ¿Dónde termina la vida y dónde comienza la muerte? Los científicos aún rompen sus cabezas para entender y explicar algo que los místicos orientales ya explicaron hace milenios; la simple comprensión de que las divisiones de cualquier naturaleza son puramente ilusorias, y todo se trata de una continuidad, de una complementariedad, un simple cambio de fase. Si comprendemos ese contexto, nuestras convicciones van a cambiar, nuestras creencias difícilmente resistirán, y quién sabe, incluso modificaremos la forma de educar a nuestros niños. A fin de cuentas, ¿cómo podemos medir lo acertado y lo equivocado? ¿Cómo se mide lo bonito y lo feo? ¿Qué es lo que define matemáticamente si tú eres bueno o malo? No creo que encontremos respuestas conclusivas, simplemente porque éstas no existen.
Pienso que debemos tener un poco de cuidado al sentenciar a los niños nuestras nociones dualísticas; al fin y al cabo, no podemos olvidar que estamos lidiando con seres puros que no poseen los velos separatistas que nosotros poseemos. Es preciso, además, que tengamos el debido cuidado para no confundir “educación” con “transferencia de conocimiento”, pues transmitir lo que uno sabe no es lo que va a convertir a una persona en debidamente educada. Podemos hacerla inteligente, pero no sabia. Y ahí se encuentra un detalle crucial; que sabiduría no es lo mismo que inteligencia. Aunque son, sí, diferentes etapas de un mismo proceso. La inteligencia y el conocimiento debidamente aplicados fatalmente nos conducirán a la sabiduría, pero nunca ocurrirá lo contrario. Pues el gran objetivo de nuestra escalada evolutiva es el amor, y no podemos amar de modo incondicional con sólo tener el conocimiento de que es preciso, sino que sólo podemos disfrutar del verdadero amor con el cultivo de nuestra sabiduría. ¿Por qué? Porque no se pueden separar las dos caras de una misma moneda; ¡donde crece la sabiduría también crece el amor!
Leandro Severgnini
