JESÚS Y EL CRISTO
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/11/2015 10:08:42
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Histórica, geográfica y genéticamente Jesús era judío. Judío porque nació entre el pueblo judío, de padres judíos y fue educado en las tradiciones y cultura judaicas. Mental y espiritualmente, sin embargo, la historia es otra.
Jesús fue un hombre, y como hombre vivió todo lo que un hombre vive: sintió hambre, frío, sueño, dolor, miedo, tristeza, decepción, duda… Probablemente lloró, sonrió, gritó y cantó…
Pero, más que nada, Jesús era un espíritu, un espíritu de mucha luz, seguramente, sabio, preparado para vivir algo muy especial, preparado para ser un mensajero de algo mucho mayor, mensajero del Cristo. Cristo es una palabra griega que significa “el elegido”. ¿Quién es, entonces, el elegido?
El Cristo es aquella conciencia pura ligada directamente al Creador encargada de orientar, proteger y educar las conciencias primitivas colocadas en este planeta en proceso de evolución espiritual. No se trata de una única conciencia, de una única individualidad, pero para nosotros, meros espíritus todavía tan limitados por los sentidos físicos tridimensionales, es La Conciencia Crística, aquella conciencia suprema del planeta, que lo rige, que lo sustenta, en nombre del Amor Universal.
Cristo es la conciencia mayor, el mentor, el amparador, el guía espiritual, la conciencia extra-física que acompañó a Jesús desde su preparación en el astral para lo que él debía vivir aquí en la Tierra durante su encarnación. Si Jesús era el médium, Cristo era el mentor. Si Jesús era el hombre, Cristo era la luz. Si Jesús era lienzo, Cristo era el pintor. Si Jesús era el canal, Cristo era la fuente.
Jesús, como médium de esa Conciencia, de esa jerarquía de luz y amor era, él mismo, un espíritu de mucho conocimiento, preparado especialmente para esa tarea. Pero él no fue el único, pues el Cristo acompaña a la humanidad desde hace milenios y probablemente sirvió también, con otros nombres, de guía espiritual a otros muchos avatares, como Buda, Krishna y otros más, en otras épocas, también preparados para traer a esta humanidad el mensaje cósmico universal de paz y amor enviado por el propio Creador.
Jesús no era, por tanto, cristiano, y aun habiendo nacido entre los judíos, tampoco era judío. Aun siendo llamado Cristo no era cristiano y jamás fundó doctrina o iglesia alguna, jamás fundó el cristianismo. Jesús nació y murió judío para los hombres de su tiempo, pese a que él no se atribuyese línea, doctrina, religión o filosofía alguna. Jesús era reconocido como judío y como judío fue crucificado. Como judío fue juzgado y condenado a la muerte en la cruz, la pena reservada por los romanos, el pueblo gobernante en aquella época, para los delincuentes comunes.
El Jesús al que se rinde culto, por tanto, no tenía religión y fue considerado solamente un judío subversivo en su época y entre los suyos. La religión que se creó a partir de sus enseñanzas es, por tanto, posterior y ajena a él, pues él mismo jamás dijo que era preciso ser cristiano para seguirlo.
Su legado está en sus ejemplos, mucho más que en sus palabras, precariamente registradas por sus discípulos, y más tarde, de mala fe o precariamente copiadas, traducidas e interpretadas siglo tras siglo por mentes deseosas de poder, influencia o, simplemente, explicaciones para sus dudas.
Para entenderlo, por tanto, hay que ir más allá de las letras y las interpretaciones, hay que ir más allá de lo que se lee en la Biblia o en los libros, de lo que se oye en las homilías y prédicas, de lo que se ve en las pantallas del cine o en los palcos de teatro. Para alcanzarlo es preciso ir más allá de las apariencias, de las intenciones, de los rituales. Para seguirlo hay que desviarse de la senda, hay que tomar atajos desconocidos para todos, es preciso penetrar en el propio corazón.
Jesús no está en el cristianismo. Y el Cristo no es el cristianismo. Ambos son mucho más que eso y su mensaje trasciende cualquier interpretación humana jamás intentada. Querer aprehenderlos por lo que se ha vuelto el cristianismo en sus varias vertientes y disidencias es reducirlos a meros fragmentos de vanidad y egoísmo.
Cristo y todos sus avatares están en todas partes, conmigo y contigo, si entendemos que donde haya dos o más que comprenden su mensaje con el corazón allí estarán ellos también.
Maísa Intelisano
São Paulo, 3 de febrero de 2006.
Escuchando el álbum Celtic Circle I - volúmenes I y II/i