La agitación mental bloquea tu conexión con Dios
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 18/01/2011 15:14:01
por Bruno J. Gimenes - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Esa afirmación siempre origina polémica, pero tiene un fundamento que procuraré explicar, pues realmente podrá demostrarte cuán controlados estamos por nuestra mente. Prueba a cerrar los ojos ahora, durante cinco minutos, con la idea de mantenerte en silencio, de vaciar del todo la mente. ¿Conseguirías limpiarte de visiones internas, pensamientos y alborotos mentales? Probablemente no.
En la tentativa de hacer cesar ese ritmo, percibes que con cierta frecuencia vas de un pensamiento a otro, de una idea a otra, de una visión a otra, sucesivamente. La mente es frenética, no se detiene. Podemos incluso disminuir esa frecuencia mental durante algún período – menor o mayor según el entrenamiento a que la persona se someta – pero hacerla detenerse es casi imposible para la mayoría de nosotros.
Conclusión a que llegamos: no controlamos nuestra mente, sino que ella nos controla. Dicho sea de paso, se trata de una constatación alarmante, principalmente porque en el siglo XXI ya tenemos la comprobación necesaria, incluso en el campo de la ciencia, de que pensamientos crean realidades, luego, somos lo que pensamos. Si nuestros pensamientos crean nuestra realidad, tenemos que aprender a elegir qué pensar, es preciso tomar las riendas de nuestras vibraciones mentales, por ello debemos dedicar tiempo y cuidado al arte de domar nuestra mente, para que nuestra realidad ocurra según nuestros objetivos, y no aleatoriamente, como consecuencia de nuestra agitación mental.
Pero a fin de mejor introducir el tema y su elevada importancia, es primordial hablar antes de la energía inmanente o cósmica, que es la fuerza presente en todo el cosmos. Ella teje, nutre y forma el universo y todos los seres que en él habitan. Cuando esa energía infiltra nuestros cuerpos, o mejor, nos nutre, nosotros la absorbemos naturalmente y la transformamos, impregnándola con nuestras características de personalidad. Cuando esa fuerza nos toca, nuestros pensamientos y emociones la magnetizan con la esencia de la calidad de esos pensamientos y emociones. O sea, formamos nuestra aura corpórea, creada por esa energía extra-física que asume las características de la personalidad del individuo. Eso quiere decir que si una persona es feliz, impregnará la energía inmanente con la vibración de la felicidad. Asimismo cuando una persona es depresiva, su aura queda conformada por la vibración de la depresión. Por eso el aura de una persona, que es su campo energético, manifiesta la propia personalidad de dicha persona. Cuando la energía cósmica nutre a una persona, que pasa a impregnarla con la vibración de su personalidad, esa energía cambia de nombre y esencia, pasando a llamarse energía consciencial.
La energía cósmica es pura, leve, suave, equilibrada a nuestras necesidades. Todos los días recibimos permanentemente la provisión de esa energía sutil, y, por la acción de nuestros pensamientos y sentimientos, alteramos su patrón, pasando a adensarla por nuestra ignorancia y desequilibrio.
Esa visión comprueba que somos los creadores de nuestra cura, al igual que somos los creadores de nuestra enfermedad; porque si nuestra mente no deja de oscilar pensamientos frenéticos, desajustados, aleatoriamente, hará alterarse el patrón de la energía cósmica, transformándola en energía consciencial totalmente nociva, por acción de la impregnación de pensamientos y emociones tóxicas.
Dios es la Fuente de la energía inmanente, que nutre y mantiene la vida, que nos alimenta de salud y vitalidad. Pero ¿cómo beneficiarnos de esa dádiva, si al recibir el flujo de esa luz Divina diariamente, la transformamos en una savia tóxica que nos enferma y engaña? ¿Cómo estar en sintonía con Dios si cuando su “mano” nos toca todos los días, la rechazamos?
Dejar que los pensamientos tóxicos, negativos, pesimistas, se adueñen de nosotros es cerrar las puertas a las bendiciones cósmicas que recibimos constantemente.
Pero no se trata solo de pensamientos negativos, cargados de maldad u odio, he ahí el factor más alarmante. El estrés, la agitación, la hiperactividad mental y la futilidad también son ejemplos de patrones que oscurecen o adensan la energía inmanente. Por tanto, esos errores cotidianos nos alejan de Dios, o mejor, nos enferman, porque toda energía inmanente absorbida por conciencias confusas – que es teóricamente el 99% de la población – da origen a energías conscienciales debilitadas, que como consecuencia causarán las enfermedades del cuerpo físico.
Esa visión también explica el motivo por el cual muchas personas que dicen no ser creyentes en Dios aun así pueden ser sanas y felices. Esto ocurre porque la energía inmanente, que proviene de la Fuente Mayor no juzga, no quiere que tú seas de esa o de aquella religión, que sigas una u otra doctrina, sino que prefiere que tengas buenos pensamientos y buenas emociones, para mantenerte en sintonía con Ella. Ese es el significado más íntimo, más profundo, de las palabras libre albedrío.
Ante estas observaciones de elevada importancia, entonces, ¿cómo mantener la Conexión constante con Dios en los días actuales?
Es preciso que aprendamos a reservar momentos del día que tengan la finalidad de hacer cesar la frecuencia mental. Tenemos que entrenar nuestros pensamientos y emociones para que “se queden fuera”, en el sentido de mantenerse neutros, por lo menos durante cinco minutos, dos, tres, cuatro o más veces al día. Por increíble que esto pueda parecer, la aplastante mayoría de las personas no sabe qué es eso, tampoco imaginan los beneficios de esa sencilla práctica.
¿Quieres tener salud? ¡Aprende a hacer eso! ¿Quieres ser feliz? ¡Aprende a hacer eso! ¿Quieres tener buenas ideas y virtudes? ¡Arpende a hacer eso! ¿Quieres ser consciente de la vida, del mundo y de tu misión aquí en la Tierra? Aprende a hacer eso.
Y ¿por qué somos así? Porque nuestra mente recibe los pensamientos, los acepta conforme a nuestras creencias y experiencias, y los incorpora como rutina. Una vez establecida esa rutina en nuestra mente, ella pasa a tener vida propia, como un programa de computador, pasa a ejecutar sus tareas, naturalmente, sin que tenga ya la necesidad de ser alimentada, porque ya está grabada con base en las experiencias vividas.
¡Es preciso romper esos programas de creencia, en primer lugar deseándolo mucho! Ese es el punto principal, querer una vida mejor, querer sentir el sabor de una vida de más conexión con Dios. Pero ese deseo ha de ser intenso.¡Una vez que esa barrera de la voluntad sea vencida, y que estés realmente provisto de la intención de llevar a cabo el cambio, entonces será necesario una mínima disciplina para, todos los días, varias veces durante ese período, establecer una conexión mental con el vacío! Sí, el vacío de tus pensamientos, porque es allí donde la energía inmanente, pura y primordial se encuentra. Puedes buscar el vacío de diferentes formas, que sean positivas y que no generen consecuencias para nadie. Puedes hacerlo mediante la oración, meditación, Yoga, Reiki, devoción a un santo, en un grupo, en una sociedad fraterna, en medio de la naturaleza, en el culto, en un ritual, en la misa, en cualquier lugar.
Hay ilimitadas formas de acceder a esa Fuente de la Vida o Cristo Planetario. A nosotros incumbe la consciencia de nuestro potencial y disciplina para mantener un hábito que armonice con la preservación de la calidad de la energía inmanente.
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