LA CONQUISTA DE LA ENERGIA INTERIOR
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 22/07/2010 11:15:49
por Bernardino Nilton Nascimento - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Para todo ser vivo la gran cuestión es vivir. Vivir tan bien, tan intensamente cuanto sea posible es el instinto primordial, la energía eterna que se oculta bajo todas las aspiraciones pasajeras, esa mágica energía que tenemos dentro de nosotros: todo le obedece; un niño que abre hacia todos los lados el alma a la existencia. Es cierto lo que se dice, a veces, que la vida es mala, que mejor sería no vivir. Eso no impide que la vida continúe, no detiene el inmenso impulso invisible hacia las pasiones, no seca los gérmenes que hay en la tierra y no disminuye la extraordinaria fuerza de los mares. La vida existe, este es un hecho vital y casi unánime de los seres que no solo lo aceptan, sino que a él se apegan.
Pero no es en el vivir donde se encuentra el punto. Bajo ciertos aspectos esto es indiferente. El punto es vivir bien. Para los seres guiados por impulsos oscuros, que no podrían hacer sino lo que hacen siempre, esa cuestión no existe. Para los seres humanos, en cambio, es fundamental. Una hormiga es una hormiga por el simple hecho de nacer; ella cumple su función. Sin embargo, para el ser humano, no es bastante el nacer. El nacimiento no es más que el inicio de un largo y difícil desarrollo. Y ese desarrollo depende en parte de él mismo, del fin que se propone, de los esfuerzos que acomete.
Para cada uno de nosotros, por tanto, llega el momento en que es preciso interrogarnos en qué debemos aplicar y emplear la vida que hemos recibido. De otra forma, corremos el riesgo de perderla o malgastarla a tontas y a locas. Y esa infelicidad no puede ser indiferente a ninguno. Al fin y al cabo, cada cual emplea su vida y la goza con fuerza en aquello que le parece valer la pena. Cabe, pues, aclarar un punto muy serio: ¿Cuál es la cosa que más importa en la vida? Para vivir bien, ¿de qué es preciso equiparse antes que cualquier otra cosa? En cuanto a mí, no dudo en responder que lo más importa es sacar fuera toda la energía que Dios ha depositado dentro de mí.
Podemos tener el pan, placeres y alegría, tendremos toda clase de ventajas de riqueza o personales, pero sin energía nos convertiremos en juguetes de las circunstancias, esclavos del pan que comemos, de la persona amada o de los bienes que poseemos. En vano tendremos inteligencia, acumularemos conocimientos de las cosas… sin energía el saber quedará estéril y la más bella de las ideas no será sino una semilla inútil. Asimismo, en vano tendremos conciencia, distinguiremos el bien del mal; sin energía, dejaremos la Tierra entregada a los malos, el poder a la injusticia y toda nuestra conciencia no servirá para nada sino para hacernos gemir frente a los males que seremos incapaces de atacar y destruir.
Por otra parte, si te sientes flojo, privado de alegría, desheredado por la naturaleza y por la suerte, con energía transformarás en bienes todos esos males, todas las miserias en recursos, todos esos enemigos en colaboradores.
Sé consciente de una cosa: una conciencia viva y llena de energía, en una sola palabra hará desaparecer el mal y el bien retornará como fortaleza de justicia. Tendrás la potencia concentrada que vuela hacia su objetivo como una flecha salida del arco. ¿Qué pasará si reúnes inteligencia, saber, conciencia y recursos materiales, para poner todo esto al servicio de la energía? La energía es la reina del mundo, la propia bondad, el amor, la gracia, todo lo que es encantador.
La energía es la potencia de las potencias. La comparo a lo que se denomina “Fuerza”, eso a que se tiene derecho para admirar la superioridad absoluta de la magia. ¿Qué haría sola la fuerza? Las tormentas del demonio ¿lograrían paralizar a los ángeles? El diente del león ¿aplastaría la verdad? La prisión ¿encarcelaría la libertad? El trombón ¿sonará más alto que el silencio de la justicia? No, lo mismo que ninguna fuerza material tiene poder alguno contra la potencia moral. Donde ésta empieza, cesa aquélla.
No hay sino una fortaleza inexpugnable y un corazón valeroso. No obstante, todo ser humano se estremece ante ese encuentro interior, porque siente que el mundo invisible pasa por allí.
No sé si es justo lo que experimento, ni por qué, ni cuál es la fuente en que esta vida se alimenta; pero lo que siento es evidencia de que aquí, en este cuerpo, entre cuatro paredes desnudas, habita un poder ante el cual se apaga todo lo que se denomina grande y fuerte en este mundo. Aquí, en meditación, el coraje aparece en un grado más elevado porque precisamente considero que todo lo que es fuerte, lo es tan solo en apariencia. Hay una bravura del alma que se manifiesta en ausencia de todos los recursos materiales.
Gracias a Dios, el sentimiento de la grandeza moral se halla en todos nosotros. Ay de nosotros, porque ha de ser necesario que nuestra admiración por esa energía que tenemos dentro se convierta en la cura de nuestros males, el placer de nuestras vidas y la luz de nuestras almas. Contémplala como los enfermos contemplan la salud: la Luz Divina aliándose al corazón.
Aquello que de más carece nuestra sociedad es la calma, el equilibrio y la seguridad profunda que la energía interior sagrada puede traer. Favorecidos en tantos aspectos, somos miserables y pobres en lo que respecta a la justicia. Parece que nuestra fibra moral ha aflojado. Y es por eso que hay ciertos momentos en que esta sociedad civilizada aparece como uno de esos bellos navíos que la ingeniería, las artes, la industria han provisto de las máquinas más maravillosas y de los aparatos más admirables, pero cuando en pleno mar le llegase a faltar el combustible, ese magnífico navío no sería más que un desecho que fluctúa al sabor de los vientos, sin destino.
Es preciso, pues, que ante todo no dejemos de proveernos de esa energía interior, para no quedarnos a la deriva y nuestra alma, sin destino.