La corrupción de los valores
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 31/10/2014 10:28:30
por Mariana Montenegro Martins - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Se habla mucho de la corrupción de los gobiernos, pero poco se piensa en las causas de la corrupción. ¿Será que sólo los políticos son corruptos? Y ¿qué es lo que los hace ser así? Cuando salimos del confortable lugar de víctima, vemos que el gobierno es siempre un espejo de la sociedad. Los individuos forman colectivamente un organismo social predispuesto a ciertas conductas de carácter. Y tal como se caracterizan dentro de este gran organismo, viven para lograr la expansión del ego, con sus necesidades e intereses propios.
La corrupción se ha convertido en práctica social corriente, con la pérdida de la capacidad en las personas de evaluar y valorar justamente. Con la pérdida de la capacidad de dar el debido valor a las cosas. En tal escenario, todo lo que es humano, ha sido sustraído. La conciencia, la ética, la educación, los ideales, la creatividad, el propósito de vida, todo esto, pierde valor en nuestra sociedad. Ha perdido frente a la pillería, el cinismo, el egoísmo, la alienación, la máquina reproductiva de lo mismo, el nihilismo. Y esto sucede incluso entre personas buenas y de buena crianza. Es como llenar a un crío de mimos y regalos todo el tiempo. El niño se corromperá, aunque tenga una buena índole.
Los valores adulterados de esta sociedad han corrompido a las personas. Es más valorado todo lo que es efímero, perecedero, transitorio y superficial. Piensa en las pequeñas corrupciones nuestras de cada día. En la falta de congruencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. El decir sí, cuando se quiere decir no. Nutrir lo tóxico, cuando había que frustrarlo. Hallar gracia en lo que se debía corregir. Mentir, mentir, mentir. Hasta que la mentira adquiere estatus de verdad. Todo para mantener una imagen. Y ya nadie sabe dar el debido valor, a cosa alguna, con justicia.
Los fines hoy justifican cualquier forma de abuso. Las mentiras compartidas entre los individuos se vuelven consensos sociales. Después las personas no comprenden la corrupción a nivel nacional y global. No se miran a sí mismas, sus propias mentiras y máscaras. Los actores tienen el oficio de vestir papeles y crear personajes. Las personas corrientes hacen lo mismo en el escenario social, pero no se dan cuenta. Están representando algo, llevando un mensaje al otro. ¡Y aún nos parece que vivimos una vida real, que somos de verdad!
Ocultamos nuestras contradicciones, echándolas para debajo de la alfombra, y dejando trasparecer nuestro ego, este lío de mentiras que funciona. La moda es ser funcional. Las mentiras nuestras de cada día dan base a la corrupción instituida. Nos falta la capacidad de ver con el ojo de la verdad, de aprehender el sentido, de comprender el texto en el contexto, las partes en el todo. Tenemos falta de rescatar, de las brumas del olvido, palabras como: honor, dignidad, austeridad, ética, nobleza, integridad, amabilidad, y de traerlas a lo cotidiano de nuestras actividades y relaciones.
Pero ¿cómo usar las facultades de la evaluación y de la valoración, sin caer en el enjuiciamiento? ¿Sin convertirnos en falsos moralistas? Pues empleando el corazón, la ‘ética del cuidado’. En palabras de Krishnamurti: “Sólo una profunda revolución interior, que altere todos nuestros valores, puede crear un ambiente diferente, una estructura social inteligente; y una revolución de este género sólo puede ser realizada por vos y por mí”. Es el individuo el que puede hacer resurgir los valores humanos, pues los valores son nuestra riqueza. Sin ellos, seguiremos corruptos, sustraídos a nuestra humanidad.