¡La diferencia entre los avances tecnológicos y los afectivos es alarmante!
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 04/09/2010 09:45:22
Traducción de Teresa - [email protected]
En los últimos 50 años, los avances producidos en el área de la tecnología, de la ciencia y de la medicina han sido (y todo nos lleva a creer que lo serán cada vez más) inimaginables.
Nunca hemos evolucionado tanto en desarrollo de informática, maquinaria, descubrimientos científicos y también en el universo de la salud, especialmente en lo que se refiere a la prolongación de la juventud, cirugía estética y trasplantes de órganos.
Los medios de comunicación también sorprenden a quienes, hace menos de 25 años, aún se comunicaban fundamentalmente por télex y línea telefónica – que era disputada a hierro y fuego y tenía un coste considerable. ¿Quién se imaginaba que tan rápidamente tendríamos cámaras en vivo, esparcidas por todo el mundo?
Hoy, la tecnología nos permite acompañar la dinámica del mundo en tiempo real. Ya se habla incluso de construir un Avatar de uno mismo para dejarlo a la posteridad. O sea, ya puedes ser inmortal, lo cual significa que tus biznietos, tataranietos y las generaciones siguientes podrán hablar con tu versión virtual, a través de cualquier ordenador.
¿Asombroso? ¡Creo que no! O mejor, creo que ese adelanto es totalmente compatible con la inteligencia y la creatividad humana. Aunque lo de veras asombroso es cuán retrógrados y atrasados nos mantenemos en el campo de las emociones. Si trazamos un paralelo entre ese aturdidor crecimiento y la maduración afectiva que hemos tenido durante el mismo período, constataremos que estamos ante un dilema bastante peligroso.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), dentro de 10 años la depresión será la segunda causa de improductividad en las personas, inferior solamente a las dolencias cardiovasculares. Prevé también que cada 30 segundos, por lo menos una persona cometerá suicidio en el mundo. Además, se sabe que cerca de 400 millones de personas en todo el mundo sufren trastornos afectivos, incluyendo ansiedad, bipolar, TOC, depresión, entre otros.
Ahora, pensemos: la expectativa de vida aumenta cada año, pero nuestra capacidad de lidiar con nuestras emociones, de expresar nuestro afecto o simplemente hablar sobre lo que nos molesta, continúa siendo pequeña. Bastaría analizar el hecho de que, por ejemplo, una mujer puede volver a ser virgen por medio de una operación quirúrgica de reconstitución del himen y, en cambio, la mayoría de las parejas no consiguen siquiera hablar sobre su sexualidad y sus dificultades porque tienen miedo de entregarse, de confiar o de comprender mejor sus creencias respecto del sexo.
Todo ello sin mencionar la actitud tan poco consciente que todavía tenemos acerca de la preservación de la naturaleza, o también sobre cómo ser gentil con las personas que más importan, ya sea nuestro cónyuge, nuestros hijos o familiares. En el ambiente de trabajo, ¿cuántos aún cumplen su carga horaria exclusivamente por el salario mensual, sin ninguna perspectiva de transformación humana, sin compromiso alguno con la calidad de las relaciones que mantienen durante la mayor parte del día, de la semana, del tiempo de su vida?
Si queremos realmente vivenciar la felicidad mientras disfrutamos de adelantos tales como curación de enfermedades, posibilidades de nuevas relaciones y facilidades tecnológicas, es urgente adoptar una nueva postura frente a la vida. Claro que las actitudes que nos conducen a la maduración no son resultado solamente de una decisión, pero ciertamente ese es el primer paso. Después, por medio de lecturas, terapias, espiritualización y nuevos aprendizajes, ciertamente podremos llevar a cabo un estupendo trabajo.
Sobre todo, no nos engañemos: el conocimiento se verifica por el proceso de asimilación de las informaciones correctas. Pero la sabiduría, esa que promueve la transformación que tanta falta nos hace, solo es posible cuando nuestras actitudes son coherentes con aquello que sabemos. ¡O sea, ejercicio diario, consistente e ininterrumpido!
