La enfermedad de la humanidad
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 20/01/2012 16:01:10
por Mauro Kwitko - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Mucho se ha venido hablando hoy en día sobre el origen real de las enfermedades físicas, o mejor, las manifestaciones patológicas que surgen en nuestro cuerpo físico. Algunos médicos de la Medicina tradicional aún son reacios a aceptar e integrar en su cotidiano nuevas maneras de evaluar la enfermedad, movidos por un recelo difícil de comprender. Tozudamente, prefieren dejarlas completamente de lado, o a cargo de los psicólogos y psiquiatras. En cambio, otros ya se están abriendo hacia la Medicina del futuro y ensanchando sus razonamientos hacia la integración Espíritu-Mente-Cuerpo, como unión de las varias maneras de ayudar a un enfermo.
No obstante, aunque hasta entre los profanos ya se crea en la génesis o, cuando menos, en la gran influencia de nuestro modo de ser en nuestras enfermedades físicas, pocos comprenden de qué forma esto sucede. Y los razonamientos simplistas son que el nerviosismo tiene relación con la gastritis, los problemas afectivos con el infarto de miocardio, etc.
Nuestros pensamientos y sentimientos, nuestras características de personalidad y nuestro modo de vivir son lo que causa las llamadas “enfermedades físicas”. Y, entonces, es obvio que los tratamientos tradicionales encaminados únicamente al cuerpo físico, a sus órganos y partes, no pueden tener una acción realmente curativa, y esto es lo que se observa en la práctica médica tradicional, ortodoxa. Pero no queremos con esto criticar a la Medicina tradicional, todo lo contrario, reconocemos en ella una eficiencia inigualable en las urgencias y emergencias. Pretendemos únicamente enviar a sus practicantes un mensaje de ampliación de sus conocimientos hacia lo “invisible”, a los métodos energéticos de investigación y cura, que es el oficio de las terapias “alternativas”. No se trata de negar o combatir el pensamiento ortodoxo, sino de un nuevo aporte de profundización, de continuación de sus postulados, un aliento nuevo que abre enormes posibilidades al médico y a los terapeutas en general. Es una continuación, una ampliación del conocimiento y no una negación o una disputa.
Siendo las enfermedades producidas originalmente en nuestros pensamientos y sentimientos, la verdadera sanación tiene que encaminarse hacia esos efectos primarios. La dolencia debe ser mirada como la consecuencia de una equivocación, de un error, y su corrección es lo único que puede propiciar la verdadera curación. Ese error, la mayor parte de las veces, viene de una falta de sintonía entre nuestra personalidad encarnada y nuestra Esencia, o sea, nuestros razonamientos, nuestros modos de sentir y de proceder en cuanto aquí encarnados, no están en concordancia con nuestro bien supremo. Esas “infracciones” repercuten energéticamente en los cuerpos sutiles y, desde ahí, enseguida, en el cuerpo físico. La cura real, íntima, viene de la rectificación de esas cuestiones patógenas, y eso puede alcanzarse mediante un trabajo profundo de auto-conocimiento, de interiorización, y una profundización de las cuestiones espirituales.
Si la enfermedad proviene de la ira y afecta, por ejemplo, al hígado, a la vesícula biliar o al cerebro, curar la ira puede ocasionar la cura de su repercusión física, pero principalmente puede curar el cuerpo emocional y el cuerpo mental, y esto es lo más importante, pues son esos los cuerpos que permanecerán con nosotros, después de la desencarnación y al volver a reencarnarnos. Esto sí es una verdadera curación, mientras que una “cura” de los órganos afectados, o una extirpación quirúrgica es un modo caritativo de tratar, pero solo paliativo. Nunca debemos olvidar que el único cuerpo desechable que poseemos es el cuerpo físico, que debe ser bien tratado y cuidado pero no puede constituirse en el enfoque principal de los métodos de curación. Los cuerpos que permanecerán con nosotros deben merecer nuestra atención, a mi modo de ver incluso más que el cuerpo visible.
Si la enfermedad viene de la amargura, del resentimiento, de la tristeza, de los miedos, de la falta de confianza, del orgullo, de la vanidad, etc., es esto lo que debe ser curado. Dependiendo de la expectativa del profesional de cura, el enfoque tendrá por objetivo “curar” únicamente el cuerpo físico o los cuerpos más sutiles con repercusión en el físico.
La gran causa de la enfermedad de la humanidad encarnada es olvidar que está aquí de paso, en busca del mejoramiento de ciertas características que aún necesitan confrontarse con las situaciones de la vida encarnada para exteriorizarse. Y, entonces, vivir como si realmente hubiésemos nacido (la llegada) y fuésemos a morir (la salida), sin saber que nuestra manera de pensar y de sentir ya son nuestras de hace mucho tiempo, de antes de haber llegado aquí, y que cuando son negativas y perjudiciales están revelándonos claramente qué cosa hemos bajado aquí a curar, hace que la personalidad encarnada viva casi de manera ilusoria, apegada a la superficialidad de las cosas, interesada más en los aspectos fútiles y vacíos, temporales y sin importancia, cuando debería dirigir su atención y su foco existencial al verdadero objetivo de su breve estancia en este plano terreno: la corrección de sus imperfecciones.
Ese error en el enfoque hace que a menudo lo que hemos venido a curar, la ira, la tristeza, el resentimiento, el egoísmo, etc., permanezca en nuestros cuerpos emocional y mental, y, lo que es peor, frecuentemente amplificado por nuevos errores y equivocaciones. La enfermedad del ser humano es la misma enfermedad de la humanidad, la falta de la verdadera visión sobre sus cuestiones profundas y trascendentales. Y, a la par de los enormes beneficios de la Medicina alopática, tiene un aspecto muy perjudicial, a nivel consciencial, como es alienar al enfermo de sus procesos patológicos, convirtiéndole en víctima de la dolencia y no en participante activo de todo el proceso. No es una cuestión de culpa por su enfermedad, sino de responsabilidad. El enfermo se revela en su enfermedad, él y su enfermedad son una misma cosa. Por eso la curación de las enfermedades del Hombre llegará juntamente con la curación de la distorsionada visión de la humanidad acerca de esas cuestiones. A su tiempo, en algunos siglos, esto irá formateándose, y tendremos un día un nuevo Hombre encarnado sobre la Tierra, construyendo un mundo de amor, de paz y de progreso, creando consigo la verdadera justicia, la fraternidad y la igualdad. Ese día, las dolencias físicas serán raras, pues estarán prácticamente curadas a nivel sutil, de pensamientos y sentimientos.