La envidia del conocimiento
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/01/2012 14:46:21
por Bernardino Nilton Nascimento - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Nada es más triste que percibir que, en virtud de nuestros descubrimientos, ciertos comandos personales, descontrolados, están destruyendo la capacidad de evolución.
Desgraciadamente hoy es muy frecuente encontrar personas con envidia del conocimiento, que no se dan cuenta de que tal sentimiento es claro para todos los que les rodean. Es una energía negativa sobre su capacidad. Sin embargo, no debemos abatirnos, pues esa envidia tiene vida corta en su trayectoria. La velocidad de la práctica diaria dirá cuál es verdadero y cuál es falso.
Los envidiosos del conocimiento son dignos de lástima. A lo largo de toda la historia de la evolución humana, el conocimiento ha exigido entrega, perseverancia e intercambio. Siempre presente, la complejidad del saber debe conllevar una conciencia limpia de maldad.
El conocimiento pasa de mano en mano, y solo tropieza en presencia de la pereza y de la falta de voluntad. Quienes albergan ese tipo de sentimientos ruines están siempre a la búsqueda de la destrucción de aquel que, con mucho esfuerzo, ha logrado abstraer ideas y nociones de todo aquello que incansablemente ha estado buscando.
Quienes alimentan el gusano de la envidia son unos inquietos, unos perturbados que no advierten que ese mismo gusano puede ponerles muy mal. Son personas inseguras, que podrían perfectamente adquirir también todo el conocimiento necesario para triunfar sin que fuese preciso desear el fracaso del otro.
Hemos de saber hasta qué punto estamos dejando escapar la oportunidad de aprender.
Tenemos que estar lo más cerca posible del conocimiento, absorbiendo y aprovechando todas las oportunidades que nos conducen al progreso intelectual y espiritual, sin dejar margen para la pereza y la envidia. El ser humano debe, sí, alimentar sabiamente cierta ambición que, cuando bien nutrida, servirá como punto de apoyo para su fuerza de voluntad.
En lugar de envidia deberíamos sentir orgullo por estar compartiendo el mismo espacio con quienes ya obtienen el conocimiento. Quienes están seguros de lo que dicen ven pasar las horas sin temor. Aquellos que poco aprovechan del conocimiento del prójimo, un día, sentirán la tristeza golpear su corazón, recordando las oportunidades perdidas por el tiempo cedido a la envidia.
El conocimiento adquirido no es para guardarlo en una caja impenetrable. Debe ser generosamente socializado entre todos aquellos que desean perfeccionarse. Adquirir y transmitir conocimiento es nobleza y motivo de orgullo. Permitirse absorber el conocimiento que otro tiene para transmitir es humildad y motivo de gratitud. Hay que transformar el sentimiento de envidia del conocimiento en la alegría del nacimiento del aprendizaje.
El envidioso del conocimiento es ruidoso y esquivo. Solo a la hora de mostrar de cuánto es capaz percibe que, por pura vanidad, ha perdido la oportunidad de beber en la fuente de quienes, con gran lucha, a lo largo del tiempo, han adquirido una experiencia que únicamente los años y las vivencias permiten solidificar.
Esas personas traen en su semblante marcas bien visibles. Son marcas pesadas, duras y frías, propias de aquel que no contiene en sí ningún rasgo de humildad. Desconocen lo que sea la levedad del ser, mucho menos conocen el placer del conocimiento compartido. Parafraseando a Vicente Espinel Adorno, poeta español: “Si los hombres tuviesen dentro del alma la humildad y la gratitud, vivirían en perfecta paz”.
Juntar los que poseen el conocimiento con aquellos que de veras desean aprender, forma parte del más alto grado de la sabiduría humana. Incumbe a los verdaderos líderes esta conciencia de unión.
Mostrarnos abiertos para el aprendizaje forma parte de la evolución de la conciencia. Es inteligente mantener siempre un canal libre para lo nuevo, lo inesperado y, en su caso, los más experimentados. El intercambio de experiencias siempre es enriquecedor. Todos tenemos mucho que dar y más todavía que recibir, humildemente hablando.
BNN