La era de la mujer-macho
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:35:22
Traducción de Teresa
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Forma no muy bonita de hablar sobre el comportamiento de algunas mujeres, ¿cierto? Sí, lo sé, pero la expresión ilustra bien lo que quiero decir. En realidad, no son pocas las mujeres que, en las últimas décadas, vienen insistiendo en tener a los hombres como modelo.
No hay nada equivocado con el comportamiento masculino, siempre que seas realmente un hombre, o que reconozcas, conscientemente, que posees una energía esencialmente masculina, aunque seas una mujer.
El problema es que, en la misma medida en que más mujeres se comportan como si fuesen hombres, más hombres se pierden y no saben exactamente cómo proceder. Algunos terminan polarizando y comportándose energéticamente como mujeres. Otros, sin saber qué hacer ante una mujer, se convierten en verdaderos ogros inconscientes.
La verdad es que la revolución femenina fue maravillosa y fundamental. Nos ha liberado de una serie de limitaciones absurdas, injustas y completamente innecesarias. Nos ha dado la oportunidad de vivir de forma más igualitaria en cuanto humanas. O sea, la "lucha" no era para definir quién es mejor (hombres o mujeres), sino para descubrir cuánto podemos complementarnos y potenciar el mundo.
No obstante, el hecho es: nos hemos perdido en medio del camino. Y muchas continúan perdidas. En el ansia de conquistar su espacio, ya no saben reconocer su increíble poder femenino. En vez de invertir en sus indispensables características femeninas, han decidido competir con las indispensables características masculinas.
Así, inventan un "pito" y lo usan como si fuese herramienta de poder. Exhiben su "pseudo falo" como espada y escudo, en una tentativa insana de explorar el mundo y defenderse de él al mismo tiempo.
Bueno, no necesitamos pito. El pito está muy bien, pero en un contexto masculino. Nosotras tenemos nuestras propias herramientas y éstas son altamente poderosas. Sirven para hacernos engrandecer el mundo de una forma que, a menudo, siquiera logramos imaginar. Somos naturalmente guerreras, valerosas y fértiles.
¡Somos dueñas del poder de crear, generar, cuidar, acoger, enseñar, agregar y amar! Y esto nos hace infinitamente equipadas con toda la fuerza de que necesitamos. Podemos realmente conquistar el mundo más allá del dolor, del caos y de la angustia que nos hemos impuesto a nosotras mismas y a quienes están a nuestro alrededor.
Quizá nuestras abuelas y hasta nuestras madres han tenido que luchar e incluso faltar al respeto para ganarse su sitio, porque ellas no sabían hacerlo de otro modo. Fueron pioneras del cambio. Pero ahora la guerra puede terminar. Es preciso que seamos simple y auténticamente femeninas.
Podemos ser suaves y firmes. Amorosas e inteligentes. Dulces y decididas. Podemos dejar espacio a nuestros complementarios masculinos y reconocerlos como indispensables en cuanto compañeros y cómplices nuestros. Y hablo de energía y no necesariamente de orientación sexual.
Podemos y debemos ocupar el lugar que nos corresponde por derecho, merecimiento y absoluta competencia. Pero no necesitamos ser iguales a los hombres. Simplemente porque somos mujeres. Y es estupendo ser mujer sin necesitar inventar y empuñar un pito que ni tenemos.
En fin, podemos absolutamente con todo lo que queramos. Porque el problema no está en "qué" hacemos, sino en "cómo" hacemos, y sobre todo, "por qué" hacemos. Cada actitud, cada elección, cada palabra, cada reivindicación, ha de ser genuinamente femenina y coherente con lo que pide nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro corazón.
No sé si la metáfora ha quedado comprensible, pero quiero únicamente recordar que las mujeres son sabias, intuitivas, maravillosas, completas y sagradas. Y cuando se reconocen y se permiten ser así, encajándose amorosamente con lo masculino, ¡el bien mayor de toda la humanidad es activado!
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