La experiencia de la verdad
por Elisabeth Cavalcante em STUM WORLDAtualizado em 22/02/2015 12:34:27
Traducción de Teresa - [email protected]
La verdad es la expresión máxima de la existencia, cualquiera que sea la forma que decida asumir. Todos los seres vivos constituyen una manifestación de la verdad, que se expresa sin interrupción en todo el Universo.
Cuanto más distanciados estemos del estado natural, espontáneo y puro con que fuimos generados por la fuerza vital, mayor será la dificultad que encontraremos en vivir el estado conocido como felicidad.
Y no hay cómo escapar a ese desafío, una vez que hemos iniciado la jornada de vida. Si logramos salir relativamente ilesos, de las tentativas de aprisionamiento de nuestra conciencia por los condicionamientos sociales, podremos entonces iniciar el camino de vuelta y experimentar una nueva condición existencial.
Felices aquellos que, a lo largo de su andadura, son premiados por la vida con la oportunidad de despertar de ese estado de letargo y sopor, en que la mayor parte de la humanidad vive sumergida.
Si son capaces de aprovechar la oportunidad, podrán constatar la energía divina que los habita y, de este modo, encaminar su vida por la inocencia, el coraje y la autenticidad, en vez de guiarse por la mentira y el miedo, instrumentos que el falso yo emplea para enmascarar la verdad.
“...Cristo fue torturado porque los hombres querían aniquilar su modo de vivir auténticamente divino... que les parecía extraño y peligroso.
Ellos se burlaron y se rieron de él, ellos lo insultaron porque no podían soportar que él les hiciese pensar en la vida divina que había dentro de ellos.
La agonía de Cristo es vuestra agonía, tanto en el plano activo como en el pasivo. Vosotros lleváis a Cristo en vosotros, y lo sabéis. Quizá logréis ocultarlo, matarlo en vosotros, en vuestros hijos durante algún tiempo aún. Pero acabaréis por hablar el lenguaje de Cristo y estremeceréis aprendiendo a vivir su modo de Vida.
Vuestra creencia en la resurrección de Cristo es verdadera: la Vida Viva ha permanecido firme andando por la Tierra, pura, sin pecados, sin que su alma hubiese sufrido la menor humillación durante treinta y tres años, hasta que murió en la cruz. Pero como era la Vida, no ha muerto realmente.
La Vida no puede ser muerta, nunca. Ella pendió de la cruz, sangrando por muchas llagas, pero es verdaderamente invencible. Habiendo expirado en un cuerpo, revivirá en otro cuerpo. Verterá muchas veces su sangre, a través de los tiempos, maltratada por la vida contrariada, dura, acorazada, que no siente la dulzura de los miembros y que no soporta la mirada de un ciervo, en una pradera soleada, sin disparar, sin sangrar, sin reventar hasta la muerte a quien le venga a recordar su paraíso perdido.”
Wilhelm Reich en El asesinato de Cristo.