La fuerza del odio
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 10/10/2018 07:41:55
Autor Paulo Tavarez
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Traducción de Teresa
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Tú estás preso a todo aquello que odias, pues el odio esclaviza, mientras que el amor liberta.
El odio forma parte de todo lo que existe en tu sombra, en el terreno del inconsciente, creando dolencias, angustias y desequilibrios. Tú puedes desconocer de dónde viene el odio, pero no puedes negar que si él brota en tu interior, seguramente existe una fuente, por tanto, lo más razonable es observarte buscando esa fuente, percibir cuáles son tus puntos flacos, investigar las raíces emocionales de tus reacciones y eso sólo es posible a través del autoconocimiento.
Es bien cierto que la gran mayoría prefiere buscar culpables fuera, haciéndose las víctimas, quejándose, protestando, etc., por eso existe el dolor, por eso el sufrimiento impera y se perpetúa. El otro es sólo una información. Quien califica esa información de forma negativa, positiva o neutra eres tú. Tú eres quien da significado a la experiencia y mientras quede cualquier rasgo de fragilidad en tus reacciones, el Universo lo habrá de provocar.
Aquello que tú odias puede no ser odiado por otra persona, aquello que te irrita puede no irritar al otro, eso es sencillo de comprender. Aquello que existe dentro de ti es tuyo, forma parte de un material psíquico a la espera de nueva significación, pues todo aquello que has vivido e imantado de carga afectiva, con exceso de importancia, está vivo aquí y ahora, con todos los combustibles emocionales posibles que serán vaciados a través de tus reacciones. Aquel a quien tratas como enemigo o adversario, a decir verdad no es más que el cubo de la basura de tus emociones.
El Universo, entendiendo la necesidad de renovación del alma humana, crea las condiciones para que esos contenidos se manifiesten y nos enfrentemos a ellos, por tanto, habrás de convivir con enemigos, vivir rutinas incómodas y enfrentarte a situaciones que ofrezcan resonancia con todo el sustrato energético de odio e indignación que está engavetado en tu inconsciente. No podría ser de otra forma. Tú estás preso al cuerpo, en sucesivas idas y venidas, precisamente para agotar ese karma.
Convivimos mucho más con aquello que detestamos que con lo que amamos, pues existen demandas internas que necesitan ser atendidas. No en vano el Maestro Nazareno decía que los enemigos del hombre serán los de su propia casa.
El odio se enmascara de muchas maneras. La culpa, el remordimiento, la indignación, el prejuicio, la discriminación, en fin, toda nuestra personalidad ha sido estructurada con la arcilla de esa energía.
Aquel que siente culpa o remordimiento, indudablemente se tiene odio a sí mismo. Aquel que se erige en guerra contra el mundo, lo hace movido por el mismo sentimiento.
El orgullo, la arrogancia, la envidia, en fin, casi todos los vicios mentales de la humanidad son confeccionados con la materia prima del odio. A diferencia de la ira, que es una reacción natural, presente en todos los seres vivos, el odio no es natural, es conceptual, forma parte de un programa de creencias, o sea, está en la estructura de nuestro carácter.
Aquellos que creen en la violencia acaban siendo violentados. Aquellos que predican el odio son enfermos y viven en el infierno de sus propias llagas psíquicas.
Muchos se dicen cristianos, pero sueltan un discurso de odio, olvidando que Jesús fue enfático al recomendar: “Amaos los unos a los otros”.
