La humanidad ¿está loca?
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 29/08/2008 12:36:38
Traducción de Teresa - [email protected]
Locura es sufrir y llegar a la conclusión de que vivir de esa manera es normal. Locura también es estar parado en el tiempo repitiéndose indefinidamente en los mismos patrones. Locura es permanecer en el conocido “piloto automático” teniendo un tipo de reactividad para cada demanda a que la vida nos incita y, en ese sentido, tener el yo fragmentado en esas múltiples facetas de manifestación, y ni siquiera darse cuenta de que no hay autonomía alguna sobre el si mismo, por tanto sobre la propia existencia.
En un proceso gradual, nuestra percepción poco a poco ha acabado por ser minada. Hemos pasado a considerar normal una vida mediocre sin grandes comprensiones acerca de nosotros mismos. Nos parece normal correr en pos de una codicia desenfrenada alimentada por una competición atroz. Poco a poco, hemos perdido la referencia de quiénes somos y lo peor es que hemos pasado a considerar que la baja calidad de placer que tenemos en la vida es normal. No nos hemos apropiado de nosotros mismos y, como consecuencia, hemos dejado de existir como conciencias cuánticas que somos, pasando a funcionar en un umbral bajísimo.
A través de una comprometida búsqueda del encuentro con lo que nos es personal, nuestros procesos de lucidez y de emancipación del yo autogenerador de un si mismo consciente y, por tanto creativo, tienen puertas abiertas para inaugurarse. Ya he abordado anteriormente los peligros que envuelven la ausencia de nuestro yo aquí cuando éste dinamiza otras láminas de la realidad sin conciencia alguna de ese hecho.
La preconización es que seamos lúcidos, actuantes, creativos y placenteros en todos nuestros procesos, que nada más son que las jornadas conscienciales de nuestros día-a-día.
A medida que nos liberemos de sistemas de creencias que aprisionan, así como de todo cuanto nos mantiene pegados a una pantalla de aparente movimiento, estaremos exactamente en el camino de la lucidez. En ese sentido, todo proceso de crisis existencial es bienvenido como válvula propulsora de una transformación personal. En esta etapa, por la experimentación consciente y totalmente vitalizada, estaremos en la nota del placer, en busca de los más diversos tipos de conocimiento y en consecuencia, a cada nuevo descubrimiento, tendremos la oportunidad de renovarnos.
Llevamos un enorme tiempo alimentándonos por criterios morales impuestos y auto-impuestos, por nociones de correcto y no correcto y por todo lo demás de este orbe que suele componernos. Ocurre que a todos nosotros, al menos una vez en la vida, en un determinado y específico instante, nos acomete una especie de “ataque de lucidez” en el cual pasamos a ser y a pensar por nosotros mismos, cuestionando todo ese artilugio en que nos hemos transformado.
Casi siempre al comienzo de la edad adulta, cuando ya estamos identificados con todo lo que concierne a este plano, es cuando podemos empezar a tener vislumbres de percepción de que existimos en nosotros mismos. A continuación, suele ocurrir una sensación de “despegamiento”. Es cuando nos percibimos existiendo independientes de cualquier sistema en que estemos inseridos. Después de esta percepción, que dependiendo de la persona podrá ocurrir con mayor o menor intensidad, es bastante común seguir los más diversos rumbos según la ampliación de conciencia que este yo percibido promueve en cada uno de nosotros.
Este momento también puede que pase de modo oscuro para la gran mayoría y a otros tantos puede causarles un enorme impacto en la medida en que se tiene un vislumbre de la unidad que somos.
Aunque sea por apenas un instante, esta sensación/percepción de lo Uno es extremadamente delicada, puesto que es en este punto donde la conciencia asolada por el miedo a lo desconocido puede seguir el camino que implica una posible paralización de este nuestro si mismo que es dinámico y creativo por excelencia.
A través de profundas experiencias individuales ocurre la posibilidad de trascender los límites impuestos por las creencias asimiladas como únicas verdades. Es en este momento cuando empezamos a tener conciencia de lo que significa la existencia en si.
Para hablar de este estado de conciencia del si mismo y de la sanidad, habremos de entrar en contacto con algunas de las vertientes que orientan la psiquis humana y observar su singularidad. Por tanto, aquí cabe un enfoque de alta definición si estás en este tipo de búsqueda de encuentro contigo mismo.
Esta jornada por tu propia lucidez seguramente te impulsará a buscar aparceros que puedan compartir estos momentos tuyos de transformación y de rescate de ti mismo.
La idea es que de hecho busques aparcerías adecuadas y adoptes un cuidado especial para que no entres en algún otro tipo de sistema de creencias camuflado, de los que venden ilusiones de ideas sensacionalistas acerca de los significados sobre cómo alcanzar un supuesto nirvana.
Sabréis que el nirvana está en la capacidad de la presencia auto-consciente en el ahora. Eso mismo, en la lucidez que se tiene a cada microsegundo de nuestras vidas. En el placer que este status nos ofrece y en la más absoluta seguridad de que esto sí es estar plenamente sintiéndose vivo y, por consiguiente, fuera de cualquier especie de insania.
Busca aparcerías que puedan estar en la misma senda que tú, pero sé extremadamente juicioso en esa búsqueda. Evita el patinazo en patrones conocidos. Permanece atento porque este lugar aquí propuesto requiere un esfuerzo inicial para que una modificación efectiva llegue a inaugurarse. Si te percibes demasiado mental o solamente emocional, has de saber que estás caminando en dirección opuesta a lo que buscas.
La aparcería puede ser por medio de yoga, terapia, meditación o por algún asunto que te envuelva en creatividad y elaboración. Siempre elaboración sobre lo vivenciado y ésta puede llegar en forma de percepciones y pensamientos, pero invariablemente deberá suceder, para que el ahora esté efectivamente presente y dinamizado en todos tus momentos.