La misión de las plantas
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 21/05/2010 12:44:28
por Bruno J. Gimenes - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Al entender que la mayoría de las enfermedades conocidas de la humanidad son derivadas de los pensamientos y emociones en desequilibrio, empezamos a tener mayor noción de conjunto en relación a la misión de las plantas para con la humanidad. Empezamos, también, a tener más claro en nuestras mentes que, si aprendemos a mantener la armonía de nuestra personalidad inferior, también aprenderemos a curarnos, haciéndonos responsables por nuestra curación, lo mismo que somos siempre responsables por nuestro dolor y enfermedad.
Siguiendo en esta línea de raciocinio, llegamos a una de las leyes principales del universo: la Ley de la Evolución Constante. Ese es un modelo que el universo muestra a todos nosotros: la vida sigue sus ciclos naturales en evolución constante. Siendo así, no podemos separarnos de ese contexto, por tanto, nuestra misión aquí en la Tierra también es evolucionar. Solo que Dios nunca nos desampara, siempre nos ofrece condiciones favorables para que sus leyes se cumplan, enviándonos recursos que nos ayuden a simplificar esa misión.
La realidad actual es que el ser humano padece una miopía consciencial que lo convierte en no apto para vislumbrar esos recursos y posibilidades que el universo nos envía. Lo curioso es que la mayoría de esas opciones son ofrecidas abundantemente en la naturaleza, con sencillez, pero como no estamos conscientes, no las percibimos, luego no las aprovechamos.
Este estilo moderno de vivir de los nuevos tiempos nos aleja demasiado de esa reflexión necesaria y, como no reflexionamos en que nuestra misión es evolucionar, tampoco llegamos a la conclusión obvia de que evolucionar significa purificar nuestras inferioridades. A medida que nos limpiamos de emociones y sentimientos como miedo, resentimiento, rabia, odio, tristeza, depresión, pesimismo, celos, arrogancia, egocentrismo, inseguridad, baja estima y tantas otras, estamos evolucionando verdaderamente.
La manera en cómo estamos encaminando nuestras vidas nos está conduciendo hacia un camino sin propósito, que ilude mucho más de lo que enseña o ayuda a evolucionar. Nuestro mayor propósito es vencer esos sufrimientos provenientes de esas emociones inferiores, que nos resultan tan difíciles de domar o educar. Y ¿cuál es la consecuencia? ¿Cuál es el precio que pagamos?
Nos ponemos enfermos.
Contraemos las más diversas llagas, del alma y del físico, que son tantas…
Muchas dolencias nuevas surgen cada año, algunas se agravan y el hombre, en su manera de conducir su vida, distanciado de la Fuente, no aprende a eliminar la verdadera causa u origen de los males. No comprende que, si es en el alma donde nace la dolencia, es allí también donde habrá de ser curada.
Todo parece tan obvio cuando lo analizamos así, fríamente. Entonces ¿por qué es tan difícil de entender?
Porque nuestra cultura no enseña a tratar la causa, porque no cree en el alma, no la considera. Si el cuerpo físico enferma, solo a él tratamos, sin ser conscientes de que la dolencia es la anunciación de que la mente y las emociones están en desequilibrio. Es inconcebible que en este universo las fuerzas vitales que dan origen al cuerpo espiritual, mental y emocional no sean tenidas en cuenta en el ambiente materialista del mundo moderno. Y son esos campos de energía los que alimentan el alma, los que organizan las fuerzas y el equilibrio del cuerpo físico.
Las emociones y los pensamientos positivos plasman el cuerpo emocional con estructura equilibrada y saludable, en cambio las emociones y pensamientos negativos constituyen patrones también negativos y debilitados. Son esas energías generadas por las emociones y pensamientos las que nutren nuestro cuerpo, somos lo que pensamos y sentimos, innegablemente. Y ahí es donde está el secreto de todo, en comprenderlo así. Pero, por lo visto, nosotros solos no estamos llegando a esa conclusión, tenemos que ser inspirados para cambiar, porque por nuestra cuenta no lo estamos logrando.
Las plantas y el reino vegetal en todo su contexto tienen gran capacidad de ofrecernos energía, un tipo de vibración que es rápidamente asimilado por el aura de todos los seres vivos. Las plantas tienen la capacidad de almacenar un patrón de energía sutil y superior, haciendo a los vegetales verdaderos enviados de Dios, perfectos vehículos de manifestación de la conciencia divina.
Esa vibración que asimilamos con admirable facilidad tiene la capacidad de elevar nuestros patrones conscienciales a niveles superiores que pueden conducirnos a la cura de las emociones densas, nuestra mayor meta.
Siendo así, las plantas vienen siendo amigas de jornada, ofreciendo emanaciones de vibraciones curativas, energizantes, armonizadoras y amorosas. Cuando nos alineamos al corazón del Reino Vegetal y su misión, aprovechamos mejor esa dádiva divina y empezamos a descubrir un universo inimaginable de belleza y amor.
Sí, tenemos que valorar la capacidad que tienen las plantas de ornamentar, refrescar, renovar el aire y perfumar los ambientes, pero no debemos limitarnos a esos beneficios. Definitivamente, tenemos que ver más allá y observar que, en el verde de Dios, se nos ofrecen las condiciones de evolucionar de forma más rápida y equilibrada.
Empecemos a contemplar las plantas con reverencia, expresándoles gratitud y respetándolas más. A fin de cuentas son emisarias celestes con la noble misión de curar el planeta.