La Paraplejia no inmoviliza el Alma
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 29/09/2018 07:48:38
Autor Wilson Francisco
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Traducción de Teresa
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Conocí a Anita en Ibiúna, cuando participaba en un grupo espiritual dirigido por mi gran amigo y excepcional médium Dr. Rezende.
Los trabajos se hacían en la sala de la alquería de doña Inés y del Sr. Guillermo. Más tarde ellos donaron una gran parcela y surgió la Casa del Camino. Localizada en el Km 85 de la carretera de Piedade.
Lo curioso es que ese trabajo fue incentivado por los Espíritus del Bien para facilitar una especie de rastreado y saneamiento que se hacía necesario en aquella zona y en especial en el local donde había funcionado un matadero, haciendo posible la aglomeración de vampiros espirituales que se servían de la energía aún impregnada en el ambiente rural de la región.
Anita residía en Itapeva y fue en una visita que hizo a ese grupo cuando el Chinés, un Espíritu Amigo, que hace Acupuntura Espiritual, utilizándome como médium, disolvió en su cuerpo una silicona que le causaba muchos dolores.
Se sintió feliz con lo que había recibido de Dios. Y me invitó a hacer trabajos de apoyo espiritual en su ciudad, Itapeva.
Noté que mi tarea allí había terminado.
Ella lideraba un grupo de mujeres que actuaba en la ciudad, en apoyo a los pobres.
Mujer decidida, líder, siempre estaba al frente de los proyectos sociales allí realizados.
Un acontecimiento trágico alteró mucho las actividades de Doña Anita. Aquel día ella estaba algo indispuesta, ni siquiera quiso conducir la furgoneta. Permaneció sentada en el asiento trasero, pensativa. La gente se extrañó. ¡Flotaba en el aire una sensación diferente!
En el viaje, el vehículo, sin control, dio vueltas de campana y ella cayó fuera, golpeándose la espalda en la acera.
Una racha despiadada se iniciaba, haciendo que ella viviese en una silla de ruedas hasta el fin de su vida.
La operación quirúrgica, practicada en un hospital de Río de Janeiro, no sólo no tuvo éxito sino que le dejó un insoportable dolor en la columna.
La intervención espiritual del Chinés, que trabaja conmigo desde hace 40 años, fue decisiva. Con aplicación de acupuntura espiritual, él disolvió la silicona que causaba el dolor.
Anita intuyó que el apoyo recibido por ella podría extenderse a otras personas. Hizo la invitación, que aceptamos.
Su idea era que fuésemos una vez al mes a Itapeva, para atender a personas necesitadas, en su casa muy amplia, en el centro de la ciudad.
Organicé un grupo de 12 personas. Durante dos años llevamos a cabo ese trabajo espiritual expresivo. Ella nos acogía con extremada generosidad. Con el aumento de necesitados, pasamos a atender en un gran galpón, cedido por un Centro Espírita.
El viaje duraba 4 horas y a las ocho, tras un café gordo servido por ella, su marido el Sr. Wilson, los hijos y María, una dedicada sirvienta, iniciábamos las asistencias, que terminaban a las 17 horas.
A veces pernoctábamos allí y María, mi mujer ya fallecida, que era vidente, "veía" a Anita circulando por la casa, andando firme y feliz. En ella, sólo el cuerpo estaba parapléjico.
Ese hecho nos indica que un parapléjico, dependiendo de su estado interior, puede tener una vida espiritual activa. La paraplejia de Anita no inmovilizó su alma. Ni de noche ni de día.
Murillo vivió muchos años parapléjico. Vivía en Guarullos y su casa siempre tenía visitantes ilustres que él recibía con cariño. Él orientaba a personas parapléjicas sobre cómo vivir "sentadas", con dignidad, como él decía cariñosamente.
Su padre, el Sr. Benito, tuvo actuación decisiva en ese proyecto, consiguiendo para los deficientes sillas cada vez más modernas y elaborando herramientas que servían para que ellos pudiesen hacer la gimnasia sentados.
Hoy ambos están en el mundo espiritual, ciertamente cuidando de quitar inmovilidad a mórbidas que afectan a algunos Espíritus tras la desencarnación.
Conocí en Sacramento a la tía Heigorina. Nació con parálisis y a lo largo de su juventud, con mucho estudio, aplicación y fe, "enseñó" a su cuerpo a moverse.
Nuestro encuentro se produjo en una alquería que ella cuidaba a los 75 años, con esmero y gratitud.
Anita vivió con el Sr. Wilson y tuvo un hijo y tres hijas, y nietos. Su dedicación en casa era extraordinaria y nunca se veía apariencia de cansancio o tristeza en las actitudes o la expresión de esa mujer.
Casos pintorescos, curaciones, reconciliaciones, se producían en aquella actividad espiritual.
Una de ellas merece registro.
Iban a ser las cinco de la tarde y el grupo se preparaba para dar por terminados los trabajos y volver a S. Paulo, cuando apareció en la puerta un hombre acompañado de una hija jovencita.
¡Atender o no atender! He ahí la cuestión. El Chinés estaba allí, listo. Uno de los integrantes recibió al hombre que dijo estar muy incomodado por una uña encarnada. Todos se miraron, perplejos.
En fin, el Chinés lo atendió y todos lo apoyaron. La verdad es que el hombre y la familia vivían dramas difíciles. La mujer no conseguía encaminarlo. Entonces surgió la uña encarnada. Era la ocasión de acudir a un socorro espiritual. Y éste se produjo. Al mes siguiente, la familia volvió muy feliz, diciendo que se había hecho la paz.
Los trabajos espirituales realizados rindieron la preparación de decenas de médiums, entrenados por el Chinés. Cuando el grupo dio por terminadas sus actividades, los médiums, de la ciudad, fueron encaminados a los Centros Espíritas de la región.
La misión de Anita se cumplió. Años más tarde dejó el cuerpo, y su alma dejó marcas profundas en el corazón de muchas personas.
Y seguramente ella está en el Mundo Espiritual andando con el mismo e imperioso deseo de servir e iluminar.