La pareja de la otra mesa y la invitación de Oriah
por Adília Belotti em STUM WORLDAtualizado em 06/04/2010 12:01:46
Traducción de Teresa - [email protected]
La escena es clásica: una pareja, sentada a una mesa en un restaurante, el uno de cara para el otro, el uno sin mirar para el otro, solamente comentarios casuales entre los viajes del tenedor que cavan el tiempo, rítmica, metódicamente. ¿Salimos a cenar?, Vale, ¿Dónde quieres ir? Da lo mismo, un lugar con gente... Aquí ellos andan por los 50, poco arriba o poco abajo, pero ya he visto parejas mucho más jóvenes protagonizando la mismísima escena, lo cual no deja de ser aún más melancólico, solo porque nos gusta imaginar que los jóvenes de alguna forma están protegidos de nuestras angustias, pues no, no lo están, ni siquiera disfrutar de una cena en pareja es cuestión de edad, es cuestión de... ¡interlocución!
Mira en torno a ti, el viento en las hojas, el perro ladrando en el portal, alguien al teléfono, una música a lo lejos, una sirena, un coche que llega, otro que se va, quizá pajaritos alborotando en un árbol de la calle... todo, todo tiempo, se comunica, el universo es sonido, dicen los hindúes, no cualquier sonido, gratuito, inocente, el sonido del universo es un habla, tiene una intención, su objetivo es el Otro.
Y envueltos en el habla del mundo, acabamos por considerar que es fácil entrar en la melodía de todos los seres, sumergirnos en el compás del otro. Es evidente que nos equivocamos, el diálogo está bastante lejos de ser algo dado, es ejercicio, entrenamiento, conquista, sin la cual estamos destinados a ser eternos protagonistas de la soledad.
El arte del diálogo, el desafío de descubrir la pregunta que vive dentro de los ojos del otro, ¿habéis visto la película argentina bellísima, La pregunta de tus ojos, de Juan José Campanella? Entonces, de eso se trata, los ojos del otro nos convocan al encuentro, están ahí, abiertos, preparados. Miramos y no comprendemos. Las palabras, los ojos, todo nuestro cuerpo habla de nosotros, son expresiones de eso que llamamos 'yo', discurso que no siempre el otro escucha, y cuando escucha, no siempre comprende...
Ya todos hemos oído decir que la tal secuencia de la cena se produce porque el otro ha dejado de ser interesante. Es síntoma de la enfermedad terminal de todas las relaciones, el desinterés. No hay qué hacerle. Pero a los 50, poco arriba o poco abajo, ya hemos visto muchas y muchas veces pequeñas chispas provocar grandes incendios. Arghhh, lugar común, se escandalizaría Lelia, y es muy posible que lo sea. Pero ya sabíamos desde más arriba que este correo tendría lugares comunes. Porque en ellos es donde nos envaramos, uno a cada lado de la mesa, los viajes del tenedor cavando el tiempo...
Ahora, vuelve a mirar para la mesa, desde un poco más cerca, imagina que al otro lado esa figura familiar de repente se encienda y tú logres ver, por detrás de los ojos vacíos, una extrañeza, una pregunta, una invitación...
Recuerdo un poema que recibí en el Outlook hace muchísimos años, se llamaba La Invitación. La autora, después me enteré, es una consejera espiritual y filósofa canadiense, una cincuentona con un curioso nombre de chamana: Oriah Mountain Dreamer. Lleva más de siete libros publicados, este, específicamente, un superventas, traducido a 15 idiomas.
Esa es la invitación que comparto contigo, como antídoto, quién sabe, contra los silencios de la mesa del restaurante:
No me interesa qué es lo que tú haces de la vida.
Lo que yo quiero saber es qué anhelas y si te atreves a soñar con los deseos de tu corazón.
No me interesa saber qué edad tienes.
Yo quiero saber si te arriesgarías a parecer tonto por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.
No me interesa saber qué planetas hacen cuadratura con tu luna...
Quiero saber si has tocado el meollo de tu propio dolor y si las traiciones de la vida te han enriquecido o te has encerrado y retraído, temeroso de sufrir más.
Quiero saber si puedes sentarte con el dolor, el mío y el tuyo, sin un gesto para ocultarlo, atenuarlo o remediarlo.
Quiero saber si eres capaz de vivir plenamente la alegría, la mía o la tuya, si puedes danzar en total abandono y dejar al éxtasis penetrar tu cuerpo, desde la punta de los dedos, sin que seas tentado a aconsejarnos cautela o a ser realistas o siquiera recuerdes nuestras limitaciones humanas.
No me interesa si lo que me cuentas es verdad.
Quiero saber si correrías el riesgo de decepcionar a alguien para ser verdadero contigo mismo.
Si soportarías ser acusado de traición sin traicionar tu alma.
Si logras ser infiel y, por eso, digno de confianza.
Quiero saber si consigues ver la Belleza incluso cuando no es bella todos los días.
Y si alcanzas a extraer tu propia vida de esa presencia.
Quiero saber si consigues vivir con el fracaso, el tuyo y el mío, y aun así permanecer de pie a la orilla del lago y gritarle al reflejo plateado de la Luna Llena, '¡sí!'
No quiero saber dónde vives o cuánto ganas.
Quiero saber si eres capaz de levantarte tras una noche entera de tristeza y desesperación, exhausto y herido, y aun así, hacer lo que sea preciso para alimentar a tus hijos.
No me interesa a quién conoces o cómo has llegado hasta aquí.
Quiero saber si te quedarías de pie en medio del fuego conmigo, sin recular.
No me interesa saber dónde, qué o con quién has estudiado.
Quiero saber qué te hace permanecer entero cuando todo lo demás se desmorona a tu alrededor.
Quiero saber si soportas estar a solas contigo mismo y si amas verdaderamente tu propia compañía en los momentos de soledad.
Por Oriah© Mountain Dreaming,
del libro The Invitation, publicado por la HarperONE, San Francisco, en 1999. Todos los derechos reservados.
Para saber más sobre Oriah, visita el blog: www.oriahsinvitation.blogspot.com