La Serenidad y el Flujo Natural de las Cosas
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 20/05/2014 09:46:43
por Leandro José Severgnini - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Lao-Tse es poco conocido aquí en Occidente. Este hombre estuvo en la Tierra en torno al siglo V a.C. Su misión fue aportar al conocimiento humano una filosofía de vida extremadamente práctica, plausible y de alta espiritualidad sin recurrir al misticismo. Para que quede más claro, intentemos pensar en un Universo (y esto nos incluye a nosotros mismos) como una Unidad. Esto es lo que significa el término “Uni” en “Universo”, una perfecta Unidad en todo lo que está manifiesto y no manifiesto en el Cosmos. Quizá nuestra dificultad para percibir esto venga de que estamos limitados por nuestra percepción sensorial que nos hace creer que somos un individuo separado de todo lo demás.
Muchos maestros, inclusive, ni siquiera llegan a traer una visión de un Dios personificado en la figura de un emperador celestial como estamos acostumbrados. Y con Lao-Tse no fue diferente. En su tratado Tao Te Ching él trae la visión del cosmos (al que llama Tao) como algo que está en constante transformación, algo dotado de una sabiduría propia que trasciende en mucho la visión humana y que no tiene nada que ver con un Dios personificado con las características humanas. Por eso, el primer verso del Tao Te Ching nos dice que es inútil intentar decir qué es o cómo es Dios. ¿Por qué? Porque nuestra mente se inclina a proyectar hacia fuera todo lo que es nuestro por naturaleza. Puede que no me dé cuenta, pero si soy rencoroso crearé la imagen de un Dios también rencoroso. Si soy miedoso y oprimido, proyectaré en Dios las tendencias a la venganza y la opresión, y así sucesivamente. ¿Qué hacer, entonces, para comprender el Cosmos, el Tao? En primer lugar hemos de comprender que la actividad intelectual no tiene tanta utilidad para eso. Luego, la meditación como herramienta para la quietud mental sería el mecanismo más adecuado, por la sencilla razón de que no estaríamos interfiriendo en la transformación y progreso natural del Universo y de la propia vida, sino que estaríamos en perfecta sintonía con ella.
Ahora bien, la mente humana es muy ruidosa y confusa, diría incluso que eternamente insatisfecha. La mente siempre quiere más, está siempre en desasosiego. Y es obvio que ello es fruto de muchas desarmonías. La naturaleza del Universo como un Todo posee un determinado flujo a seguir, análogo a las aguas de un río que, sabiamente, no entra en confrontación con los obstáculos que surgen, sino que los contorna dejándolos quedar atrás. Cierta vez le preguntaron a un maestro taoísta qué había hecho para alcanzar la iluminación. Él contestó: “cuando tengo hambre, como, cuando tengo sueño, duermo”. Es obvio que esto es sólo una parábola que no debe ser tomada al pie de la letra, pero tiene un significado muy profundo, de que estamos constantemente buscando el equilibrio y la armonía con el Universo, evitando conflictos con el flujo natural de la vida. Ciertamente no debemos dejarnos llevar por lo más cómodo de no hacer nada en nuestras vidas, pero en lo que hagamos hemos de buscar siempre el equilibrio en todo. Si hay algún problema o disgusto en nuestras vidas se debe a que en algún momento nos hemos desviado del “flujo del Tao” y hoy a esto le damos el nombre de “destino”. Entonces, sólo a nosotros mismos incumbe restaurar el equilibro que hemos perdido otrora.
“La mente es causa de todas las dolencias y el corazón la fuente de toda curación”. – Osho.
