La sexualidad a los setenta y siete años
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 27/11/2009 22:14:11
por Wilson Francisco - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Ella tiene 77 años, y siempre trae asuntos interesantes en nuestros encuentros. Acometida de una severa depresión, estamos realizando juntos una jornada de recuperación de valores y establecimiento de nuevas metas, que puedan reorganizar su mente y determinar caminos menos estrechos para su existir.
En este último encuentro, dijo abochornada que se está encontrando muy excitada, su marido no le da atención, ni siquiera la toca con cariño, sexo ni pensarlo.
Y me confidenció que en su soledad y deseos, surge la imagen de su primer enamorado: lo conocí a los 15 años, él era muy lindo, se agradaba de mí, llegamos a flirtear, lógicamente a distancia, como era la costumbre de la época. Sin embargo, su familia, muy rica, prefirió que él se casase con otra joven de la ciudad, también rica, y yo me quedé muy triste, guardando mi sentimiento por él. Y ya no lo recordaba siquiera, hasta que este fuego empezó a arder en mi cuerpo, trayéndome sensaciones extrañas en una mujer de mi edad.
Y ahora, por las noches, él me viene a la imaginación y yo me complazco en ese recuerdo y siento como si paseásemos tomados de la mano por las alamedas de nuestra ciudad, como jóvenes enamorados. Eso me conforta, me calma y me hace feliz.
Escuché atento y consideré que eso puede ser natural, tanto su sensación como la desatención del marido, uno y otro están en caminos paralelos, sintiendo el cuerpo y la vida de manera totalmente diferenciada.
Reconsideré que las sensaciones no pueden ser consideradas extrañas, no... Al fin y al cabo, el cuerpo es un instrumento del alma y mientras el alma consigue producir sensaciones, el cuerpo atiende prontamente.
Le sugerí que procurase envolver a su marido, motivarlo para otras actitudes y deseos. Ella replicó que había hecho todo cuanto sabía e imaginaba y ningún resultado obtuvo.
Pues bien, ahí está una situación interesante para nuestra reflexión.
Sinceramente, no soy apologista del adulterio, incentivando a las personas a que busquen fuera de casa experiencias de afectividad que no encuentran con la persona que han elegido para vivir una relación.
Ni tampoco entiendo que el placer solitario pueda ser una salida para descargar esa energía que surge de su intimidad, incluso porque, en el caso en pauta, la edad de mi cliente y sus esquemas no permitirían esa iniciativa.
Entonces le expliqué en detalles acerca de la energía sexual y cuán divina es esa energía; poco se sabe de ella y poco provecho se le saca. En verdad, no es una energía que sirva solamente para la procreación o el placer en una simple relación. Se trata de una energía que Dios ha depositado en el ser humano, para que éste pudiese tener actitudes divinas.
Cuando el ser humano aún no tenía más que unos conocimientos rudimentarios de sí mismo, la energía sexual era tan solo el instrumento de procreación, pero con el adelanto de la inteligencia humana, hoy comprendemos que esa energía sirve para mucho más, ella nos proporciona un estado de creatividad, de afectividad, de identificación con Dios y puede proporcionar a la criatura que la libera, balsamizando su fluir con pensamientos, imaginaciones y deseos de transformar, un punto de apoyo para llevar a cabo obras de arte y hechos de magnitud en la sociedad.
Es eso, un hombre y una mujer pueden, con el florecimiento y dirección de esa energía, edificar actitudes bellísimas en la vida.
Pues bien, el recuerdo que mi cliente tiene del muchacho nada tiene de sucio ni de pecado. Es tan solo un recuerdo, y con tanto cariño que ciertamente ese hombre, allá donde esté, quedará envuelto en una buena energía, mientras que ella, en ese devaneo puro y sincero, reencamina su energía, transformándola en una fuente de alegría y paz.
