Las disculpas y la palabra prosperidad nunca caminan juntas
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 06/07/2009 12:10:38
por Nelson Sganzerla - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Hoy estaba recordando los tiempos de la escuela cuando, chiquillo aún, tenía que llevar el boletín para casa con las notas bajas en matemáticas. No hay peor tortura para un chaval que la de llevar el boletín a los padres. A decir verdad, nunca me fue bien en las notas de matemáticas y quizá por eso me hice escritor.
Sin embargo me acuerdo como si fuese hoy, cuando mi madre veía las notas en rojo me hacía estudiar, cortando la TV y los amigos. Mi disculpa era: pero, madre, ¡todos los de mi clase han sacado notas bajas! (como si eso me eximiese de cualquier culpa).
Y mi madre decía: todos son todos, tú eres tú.
Hoy lo comprendo. A decir verdad, yo quería nivelarme por abajo, ya que pocos eran los que sacaban buenas notas. Eso ya lo hacía yo con mis nueve o diez años.
Infancia aparte el punto es: ¿Os habéis fijado en que los críos ya tienen la tendencia a buscar una disculpa para aquello que no logran realizar? Siempre existe una disculpa que viene a la mente de forma automática y allí se fija como una pegatina al cristal de un coche, de par en par para que lo vea el mundo.
No nos damos cuenta de que, ya desde niños, empezamos a cultivar esa hierba dañina llamada disculpa, y que ella crecerá con raíces profundas en nosotros. Y, como una parásita, se irá entrañando por entre nuestros pensamientos, absorbiendo poco a poco nuestra capacidad de lucha por la vida, con una máscara que oculta quien de hecho somos.
Nosotros, frente a un fracaso, a una derrota en la vida, siempre tendremos excelentes disculpas, siempre estaremos en lo cierto. Si no logramos éxito en lo que quiera que fuese, la culpa nunca será nuestra, siempre habrá una disculpa en nuestra mente.
¿Qué hacemos manteniendo ese pensamiento? Nos nivelamos por abajo, una vez más. Estamos, sin darnos cuenta, juntándonos a la gran mayoría de los derrotados, los que no han logrado prosperar en la vida.
Cuántas veces hemos oído e incluso pronunciado las frases: Me he cansado, ya no quiero más, desisto… ¡para mí es bastante! Ya hice de todo y fulano no me comprende… He llegado al límite de mi paciencia, ya he dado todo de mí… Es muy difícil resolver tal problema.
¿Será cierto que realmente ya lo hemos hecho todo? ¿Será cierto que hemos realmente batallado? O una vez más ha sido mejor servirnos de la vieja disculpa de que lo hemos intentado todo… de que deseaba mucho aquel empleo pero, desgraciadamente lo he perdido para otro mejor preparado; deseabas mucho cerrar aquel proyecto, pero la empresa competidora entró con un precio absurdo y has perdido en la propuesta.
Tenemos por costumbre, siempre, quitar el foco de nuestra persona y ponerlo en otra. Cuando no nos conviene, es difícil arrancar esa raíz. Lo hacemos así desde niños y no nos damos cuenta de ello. Ahora, ya adultos, no logramos proceder de otra manera, pero ¿a quién estamos engañando, sino a nosotros mismos? A quién estamos transmitiendo ese tipo de actitudes, sino a nuestros hijos… cuando les pasamos la mano por la cabeza, ante algunas disculpas, a pesar de que advertimos algún problema…
La prosperidad no es para todos… La gran mayoría no prospera, la gran mayoría encuentra siempre una disculpa, la gran mayoría no admitiría nunca que se ha equivocado y siempre encontrará una disculpa. ¿Qué vas a elegir para ti? Ser mayoría o ser minoría, ser uno más en protestar que la vida ha sido muy difícil para ti, o ser uno más en disfrutar del resultado de tu lucha por la vida que es tu victoria.
Hoy sé que las disculpas no son para los vencedores y que ellas jamás caminan juntamente con la palabra prosperidad.
Piensa en esto.
