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Las fuerzas de la vida: las cuatro fuentes que nos alimentan

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 01/03/2011 13:35:18


por Bruno J. Gimenes - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

¿Por qué estamos vivos? ¿Qué energía es esa que nos da movimiento, acción y fuerza? ¿Qué fuerza es esa que nutre nuestras células y confiere salud a nuestro cuerpo? Si permaneces algunas horas sin comer surge el hambre, que es la necesidad de alimentar el cuerpo físico. Sin alimento, sin agua, no podemos sobrevivir.

Si permaneces mucho tiempo despierto, sin descanso, el sueño te pide dormir, recuperar la vitalidad de tu cuerpo, relajar tu mente. Sin el beneficio del sueño la mente está en desequilibrio, las emociones se desorganizan, el reloj biológico se desajusta, el cuerpo pierde las fuerzas. Sin el sueño periódico, no podemos vivir.

Si permaneces unos pocos minutos sin respirar, tu sangre y tu cerebro pierden la oxigenación y encuentran dificultades para ejercer sus funciones, por consiguiente, todo el cuerpo padecerá por esa carencia. Sin respirar no podemos vivir. Esas son las principales fuentes que alimentan nuestra vida, pues sin ellas simplemente no existiríamos.

Cuando el cuerpo se nutre debidamente de esas fuentes, la conciencia pensante eclosiona desde dentro del individuo, confiriéndole carisma, discernimiento, magnetismo, movimiento y coordinación.

La falta de suministro por cualquiera de esas fuentes suscita daños significativos al organismo humano. Pero el cuerpo no es la conciencia, por tanto, la conciencia no es física, es etérica. Decir que alguien murió es lo mismo que decir que su conciencia dejó su cuerpo y ya no habita en esta dimensión física.

A cualquiera se le hace difícil manifestar el máximo de sus potenciales, intelectuales, emocionales, sentimentales, espirituales, si no tiene su cuerpo físico equilibradamente alimentado por las tres fuentes.

Una persona no podrá hacer un largo viaje en coche, cruzando un ancho territorio, si el motor de ese vehículo, los neumáticos y toda la estructura mecánica, eléctrica y electrónica no están en pleno funcionamiento. La persona tampoco podrá llegar a su destino si no entra dentro de ese coche. Ese es el papel de la conciencia de cada uno, la conducción del vehículo, pues el vehículo transporta la conciencia.

Nuestro cuerpo espiritual entra dentro del cuerpo físico al igual que un líquido puede llenar una botella. De la misma forma, si la botella se rompe, el fluido que está dentro de ella se escurre hacia otro lugar. A este lugar le llamamos genéricamente plano espiritual, porque tiene sintonía vibracional con el espíritu - que es la propia conciencia - esto quiere decir que no puede ser habitado por seres que aún estén en el vehículo carnal.

Cuando somos llevados al proceso de gestación, nuestro cuerpo físico se va construyendo gradualmente. En cuanto quedan constituidas las funciones básicas, nuestro espíritu es atraído a ese receptáculo físico que va siendo moldeado lentamente, hasta que definitivamente entramos en él. Más tarde aparecemos como bebés en la vida física para una nueva experiencia terrestre.

Al término del período de una vida física, cuando nuestro vehículo ya no alberga la vitalidad de un niño, perdemos el cuerpo denso "cuya fecha de caducidad ha vencido", y nuestro espíritu está liberado para volver al plano espiritual, donde ya no necesitamos un cuerpo carnal para transitar. En ese ambiente sutil, desapegados de las rutinas materiales, expandimos nuestra conciencia, percibimos los errores que hemos cometido en la última vida material, así planificamos una nueva experiencia para retornar al cuerpo físico.

Aunque tengamos algunas fuentes conocidas como esenciales para el mantenimiento de la vida física, como las mencionadas anteriormente, una vez que estamos viviendo en un cuerpo físico, hace falta que tengamos discernimiento, pensamientos, actos, intenciones y magnetismo personal. Para ello es preciso que nuestra conciencia o nuestro espíritu se mantenga siempre lleno de energía, porque si no, seremos un coche desgobernado en una autopista. Lo que da dirección a ese vehículo es el acoplamiento con la fuerza espiritual, que aquí llamamos CONEXIÓN.

Tú puedes incluso vivir ilusoriamente sin conexión con la Fuente mayor durante algún tiempo, hasta podrás sentir la energía de tu cuerpo físico que te hace poner en movimiento y actuar, pero si no tienes una dirección o brújula interior, tus actos serán fallidos y vivirás de forma mecánica.

La conexión espiritual suministra la energía de tu espíritu, que es tu conciencia. Cuando esa parte sutil tuya absorbe la vitalidad, ésta es transmitida a todos los demás aspectos de tu Yo, físico, mental y emocional. Por tanto una cosa afecta a la otra, un aspecto está ligado al otro. Dentro de esa llamada alimentación espiritual tenemos la necesidad de alimentación por el afecto.
Nadie puede vivir en paz en este mundo sin sentirse amado o aceptado entre sus prójimos. Queremos amor, queremos cariño, queremos regazo, pero no siempre lo solicitamos de forma directa. Nuestros actos, nuestras metas, nuestro estilo de vida normalmente se orientan hacia la conquista de aceptación, de reconocimiento, y por la búsqueda del amor de los demás, lo cual es normal siempre que no se convierta en una paranoia. Muchas personas, en la búsqueda incesante de esa energía de la aceptación, del amor, acaban como hipnotizadas, por tanto, fascinadas por la búsqueda desenfrenada de esos sentimientos en otras personas. En ese momento, se revela ante el individuo una evidencia obvia: ¡está buscando en el prójimo aquel sentimiento que no encuentra dentro de sí mismo! A esto podemos llamarlo "fallo de conexión".

Esa búsqueda extrema solo ocurre cuando la persona encuentra un vacío interior, que sin darse cuenta, decide llenar de forma equivocada. Sin ser consciente, se envicia en la búsqueda de esos sentimientos y acaba paulatinamente convirtiéndose en una persona manipuladora, celosa, posesiva, víctima, egoísta. Otra demostración de la falta de conexión.

Una persona conectada busca el amor del prójimo, pero con libertad, con levedad, sin exigencias, porque todo debe fluir levemente. Ella no obliga a nadie a hacer nada, ella no exige a nadie una u otra actitud, pero recibe cuando alguien tiene amor, cariño y afecto para darle. Véase una lista de simples prácticas que pueden ayudar mucho:

- Aprende a perdonar, aunque la otra parte no pida perdón. Comprende que la paz de espíritu es el portal abierto para ligarte con Dios. Practica la amabilidad en todo cuanto hagas, sé solidario, pero no exijas a las otras personas que sean así también, ten paciencia y enseña por el ejemplo;

- Mantén el buen humor y la armonía emocional. Reza siempre, al despertar, durante el día, antes de dormir, pero advierte que la plegaria mecánica no sirve para nada;

- Medita y aprende a serenar la mente. La cabeza agitada es un programa interno que nos mantiene siempre desconectados de Dios. Jamás transfieras la responsabilidad de ser feliz a otra persona.- Expresa gratitud por la vida, por ser quién eres, por las personas a tu lado y por todo lo demás.

- Aliméntate equilibradamente en la forma de nutrirte de las diversas fuentes.


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