Lidiando con cambios de vida
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 14/11/2011 14:28:26
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Traducción de Teresa - [email protected]
Los cambios nos enseñan que nada es permanente. Nos incitan a crecer y nos capacitan para lidiar con las adversidades de la vida. Por más terribles y dramáticas que realmente puedan ser, si son bien trabajados, pueden ayudar en el conocimiento de uno mismo, promoviendo el fortalecimiento del Yo real. Constituyen una posibilidad de saber quién se es en lo íntimo, qué se desea como objetivo de vida, cuando ya el pasado no puede volver.
Los cambios de vida, la mayoría de las veces, son de difícil asimilación; nuestra personalidad repentinamente se ve empujada a vivir lo impensable. La emergencia y la rapidez de esa dinámica suelen dificultar el acceso inmediato a los recursos naturales que nos garantizan la supervivencia de modo equilibrado; al fin y al cabo, adaptarse a lo nuevo siempre exige cierto tiempo para procesarlo. Por otra parte, se abre la oportunidad de poner en acción habilidades nunca antes despertadas.
Los cambios y las rupturas en el estilo de vida habitual rompen nuestra omnipotencia de creernos en el control de todo. Absolutamente nadie está libre de entrar en contacto con lo inesperado, con lo inexorable, con frustraciones. Uno de los ejemplos más clásicos y a menudo traumáticos, es el de aquellos que se ven obligados a cambiar de escuela, de ciudad, de empleo o incluso de país. En ellos es frecuente la aparición de resistencias emocionales, y los protagonistas se ven en dificultades para iniciar nuevos contactos, que ciertamente les harían crecer.
Los cambios siempre traen innovaciones, nuevas ideas, nuevos ideales. Tener esto en mente es el inicio para aventurarse en el nuevo y desconocido momento. Abrirse hacia nuevas posibilidades de modo positivo y buscar sorprenderse, con la mente abierta a lo inusitado, abre espacio para que nuestras habilidades se desarrollen en la maestría.
En muchos casos hay cierto recelo y temor a alejarse de las personas queridas, aunque sea imposible el retorno de éstas. Es posible, no obstante, driblar la añoranza tendiendo nuevos lazos de amistad aunque cultivando los antiguos, a pesar de la distancia, cuando fuese el caso.
Cuando uno se muda de ciudad, de escuela o incluso de país, pasa por un alejamiento concreto de las personas que ama, de las personas con quienes acostumbra a convivir. No obstante, en los días de hoy, parece que el mundo literalmente ha encogido. En instantes podemos ver a las personas que amamos por la pantalla de un ordenador e incluso saber todo cuanto está ocurriendo a otros, gracias a las redes sociales. Hacer uso de estos aparatos tiene un efecto contundente para suavizar el dolor de la ausencia. La vida real, sin embargo, sucede fuera de las pantallas del ordenador.
Saber mezclar los momentos de añoranza, refrescados por los contactos virtuales, con los nuevos, los de fuera de la pantalla, ayuda a que los sentimientos se pongan en su justo tamaño y en la medida adecuada, abriendo espacio a un desarrollo de vida saludable.
¿Qué hacer los primeros días después de la mudanza, cuando la tristeza y la angustia son más intensos? ¿Cómo aliviar esas sensaciones tan desagradables? Mirar para fuera, literalmente, y ver la naturaleza, entrar en contacto con la respiración.
Haz propósito de sentirte vivo en las cosas que te dan placer. Si estás en un lugar soleado, siente intensamente el calor del sol, la brisa, el frío o calor. Busca sentirte integrado a la atmósfera del lugar, para empezar. Camina por los órganos de los sentidos y acoge los recuerdos sin rechazarlos y sin demorarte excesivo tiempo en ellos. Acogerlos porque tenemos el derecho de sentir añoranza, tristeza y angustia, pero no hay que dejarse llevar por ellos a fin de que estos sentimientos no disparen el estado de melancolía.
En los momentos más difíciles, es preciso un esfuerzo consciente para conectarse con lo que proporciona un placer concreto. Evitar tener pena de uno mismo por la situación impuesta, ya que esta clase de sentimientos serán nuestro peor enemigo y solo nos llevarán a hundirnos.
Siempre existe la oportunidad de conocer personas y vivir situaciones nuevas nunca experimentadas anteriormente. Hemos de llevar a cabo un esfuerzo consciente para salir de dentro de nosotros mismos, apreciando la realidad presente.
Cualquiera puede tener dificultades para superar los cambios, en cualquier época de la vida. Esto es plenamente humano y a veces, dependiendo de la situación, trascender esos momentos difíciles no es nada fácil. Si, en cambio, los días van pasando, y pese a todo esfuerzo, la tristeza y la añoranza se adueñan de nosotros, si este gris se instala de modo insoportable, es hora de buscar ayuda externa. Un proceso terapéutico de auxilio siempre es bienvenido y puede ayudar a transformar para mucho mejor la percepción de todo lo referente al cambio. Desde los factores emocionales que no están claros y que pueden ser totalmente solucionados, a la ansiedad frente al presente y al futuro.
Hay una terapia que se llama EMDR, y es eficientísima, incluso en estos casos. Si el cambio de algún modo ha sido traumático, el abordaje de la EMDR hace como si la persona sacase una foto (mentalmente) a la imagen, al momento más perturbador que signifique el cambio, por ejemplo, y a partir de ahí, esa metodología que trabaja con movimientos bilaterales, entre otras cosas, y del protocolo, hace que la persona reprocese absolutamente todo el contenido emocional que le hace estar triste y tener dificultades para trascender este difícil momento. Lo interesante de este abordaje es que en el momento del reprocesamiento, cuando se elige una experiencia perturbadora, todas las situaciones de la vida de la persona ligadas a la situación y que de algún modo han contribuido a ella, surgen como algo holográfico, sin tiempo, aunque actual en la cuestión, a fin de promover el bienestar emocional.
Funcionamos así, está en nuestro ADN, estamos condenados a la curación. Observa: si te cortas, tu organismo se pone a recuperar los tejidos, tiende a la curación, en el psiquismo; si se encaminan bien, las cuestiones que no han sido reprocesadas con total eficiencia también tienen una oportunidad para la solución saludable, ya que la EMDR promueve el espacio para ello.
El dolor y la tristeza en exceso por el cambio son aspectos de un supuesto escenario que contiene todo un histórico de situaciones emocionales mal resueltas, que han sido disparadas por el factor cambio. La EMDR puede ir por la imagen que ha ocasionado el síntoma, llegando a los orígenes, reprocesando todo el contenido emocional hasta modificar el malestar del presente, aliviando creencias negativas que invaden un futuro incierto. Al reprocesar contextos internos, la realidad externa efectivamente puede ser vista y rediseñada con todo el colorido que merece.