Lo común y lo extraordinario
por Elisabeth Cavalcante em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2012 12:52:27
Traducción de Silvana Partucci - [email protected]
Al inicio de nuestras vidas, somos generalmente orientados a buscar la excelencia, ser siempre los mejores entre los mejores, pues solamente de este modo podremos salir vencedores en un mundo altamente competitivo.
Esta premisa nos lleva a la ilusión de que es necesario que nos transformemos en seres perfectos, donde la fragilidad, la duda y la falta de certeza jamás tengan lugar.
Ocurre que el error, la experimentación y las tentativas, son las únicas maneras de descubrir el camino donde nos sentiremos felices e integrados con nuestra real naturaleza.
Sin embargo, la inseguridad generada por el exceso de reclamos paraliza y hace que nos sintamos incapaces siempre que no obtengamos lo máximo, el lugar más valioso, de acuerdo con los valores del mundo.
El ego, que es dirigido por la ilusión, hace que muchos seres humanos no consigan valorizar sus pequeñas conquistas, por considerarlas inútiles para obtener el reconocimiento ajeno.
Mientras sigamos determinando nuestro valor por los parámetros exteriores, será difícil alcanzar un estado de paz, armonía y equilibrio, que nos permita experimentar la felicidad a cada día, simplemente disfrutando las innumerables maravillas existentes en el mundo.
Seguiremos ansiosos, depresivos e insatisfechos, intentando llenar un vacío que nunca se completa, pues tiene como directriz la conquista de cosas absolutamente ilusorias.
Es tiempo de, finalmente, reconocer que el objetivo más extraordinario de la vida es vivirla en plenitud, disfrutando de cada momento con total entrega, y la consciencia acerca del valor intrínseco que todos poseemos, no por alcanzar conquistas extraordinarias, sino por el simple hecho de ser expresiones individualizadas de lo divino.
“El maestro, el jardinero y el huésped
…Esa historia es hermosa, una de las anécdotas mas bellas del Zen. Bankei es uno de los Maestros supremos. Pero también era un hombre común.
Cierto día, Bankei estaba trabajando en su jardín. Un buscador apareció, un hombre en busca de un Maestro, se aproximó y le preguntó a Bankei: “¿Jardinero, donde está el Maestro?”
Bankei sonrió y dijo: “Espera. Pasa por esa puerta y allá adentro encontrarás al Maestro”.
Entonces, el hombre dio la vuelta y entró. Encontró a Bankei sentado en un trono, el mismo hombre que vio sentado en el jardín.
El joven preguntó: ¿Es una broma? ¡Bájate de ese trono. Eso es un sacrilegio! No tienes respeto por el Maestro”.
Bankei bajó, se sentó en el piso y dijo: “Así vuelves las cosas más difíciles. Ahora no irás a encontrar al maestro aquí, pues yo soy el Maestro”.
Era difícil para ese hombre entender que un gran maestro podía trabajar en el jardín, podía ser una persona común. Se fue, pues no podía creer que aquel hombre era el maestro, él no entendió.
Todos temen ser nadie. Solamente personas raras y extraordinarias no temen ser nadie, un Gautama Buddha, un Bankei. Un nadie no es un fenómeno común, es una de las grandes experiencias de la vida, el hecho de que eres, pero aún así no eres. Que eres pura existencia sin nombre, sin domicilio, sin fronteras. Ni pecador ni santo, ni inferior ni superior, apenas un silencio.
Las personas le tienen miedo a eso porque toda su personalidad habrá desaparecido; nombre, fama, respetabilidad, todo se va, por eso el miedo. Pero la muerte va a sacartelas de cualquier forma. Aquellos que son sensatos permiten que esas cosas caigan por si solas. Así nada resta para ser llevado por la muerte. Después todos los miedos desaparecen, pues la muerte no puede sucederte, ya que nada le habrá restado. La muerte no puede matar a nadie.
Una vez que sientes la anulación del ser, te vuelves inmortal. La experiencia de anular tu ser, de ser nadie, es el sentido exacto del nirvana, de la nada, del silencio absoluto e imperturbable, sin ego, sin personalidad, sin ninguna hipocresía. Apenas silencio y la sinfonía de los insectos en medio de la noche.
Tú estás aquí de cierta forma, y aún así no estás.
Estás aquí debido a la vieja asociación con el cuerpo, pero mira dentro de ti y verás que no estás. Ese insight, esa percepción, donde hay puro silencio y puro estado de ser, eso es tu realidad, que la muerte no puede destruir. Esa es tu eternidad, tu inmortalidad.
No hay nada a temer. No hay nada a perder. Y se crees que perdiste algo, nombre, respetabilidad, fama, estos carecen de valor. Estos juegos de niños, no sirven para personas maduras. Es hora de que madures, hora de que apenas seas.
Tu ser alguien es tan pequeño. Cuanto más seas alguien, menor eres, cuanto más nadie seas, mayor eres. Sé absolutamente nadie, y serás uno con la propia existencia”.
OSHO. O TARÔ DA TRANSFORMAÇÃO.