Los vicios y la libertad de conciencia
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/07/2015 09:43:32
por Leandro José Severgnini - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
El nivel de conciencia de un individuo puede medirse por su deseo de cambiar. Muchos llevan su vida de modo prácticamente inerte, y cuando parten de aquí son prácticamente la misma persona que eran al comienzo de sus vidas, o sea, no emplearon su vida como oportunidad de aprendizaje y crecimiento interior. Hay otros asimismo, que incapaces de buscar el placer por la simple vivencia armónica, acaban entregados a los más desequilibrados vicios que pueda haber – y a éstos quiero proponer una reflexión especial. No pretendo condenar a quien quiera que fuese por sus decisiones, pero tampoco puedo dejar de estimular al raciocinio a aquellos que son esclavos de los vicios sin siquiera darse cuenta de ello, y que ofuscados, consideran que el vicio ha sido una “elección consciente”.
No soy ningún especialista en psicología humana, pero creo que quienes optan por el vicio (cualquiera que fuese), en realidad, ocultan una profunda insatisfacción por la propia vida, un deseo inconsciente de encontrar algo que les satisfaga, aunque ello les cueste su equilibrio mental y fisiológico. Ahora bien, es propio del ser humano buscar algún tipo de placer y satisfacción para su vida, pero no se puede dejar de lado el uso de la inteligencia para elegir sanamente, sin comprometer el orden psíquico y orgánico del individuo.
Quizá la cuestión más preocupante en relación a cualquier vicio es precisamente la resistencia que el individuo se impone para no ver su error, pues no raramente el individuo pasa horas y horas buscando informaciones que vengan a justificar su vicio – por eso empecé este texto diciendo que el nivel de conciencia de un dividuo puede medirse por su deseo de cambiar; y es que esos individuos, estando peligrosamente subordinados a las pocas horas de placer que les proporciona su vicio, es raro que vean la necesidad de un cambio más profundo. El efecto anestésico de la droga es pasajero, y todo vuelve a lo normal, los problemas continúan siendo los mismos, la persona sigue con las mismas angustias y tristezas, su vida íntima sigue patas arriba, o sea ¡nada ha cambiado! Quizá lo único que cambió es que ahora su organismo necesita librarse de la carga tóxica ingerida con la droga.
Mi didáctica pende exactamente hacia lo opuesto. Primeramente hay que tener el valor de encarar que nadie toma cualquier tipo de droga (lícita o ilícita) tan sólo por diversión, pues esa disculpa de ser un recreo sólo es la incapacidad de contemplarse a sí mismo y admitir que algo va mal; a fin de cuentas, quienes necesitan alguna sustancia para divertirse, sin duda tienen algún problema muy grave. En segundo lugar, no será “amortiguando” la conciencia con sustancias químicas como la vida vaya a mejorar. Sólo hay una solución: buscar el placer, la alegría y el bienestar que ya existe de modo totalmente natural dentro de cada ser humano. ¡La naturaleza es perfecta! Con un poco de esfuerzo el hombre puede encontrar dentro de sí todo lo que busca fuera. El problema es que “su interior” es el último lugar donde el hombre busca algo, pero es ahí precisamente donde está el pote de oro. Esos problemas sólo pueden resolverse haciendo una revolución radical en la mente y en el corazón del hombre.