Lucha por la Vida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/03/2016 11:26:41
Autor Wilson Francisco - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
"Hoy por la mañana charlaba con un amigo que hace cinco días su padre desencarnó. Después, hablé con una amiga que estaba triste por haber perdido su empleo y todavía muy resentida por el divorcio oficializado recientemente y terminé sintonizando a mi sobrino, que se enfadó con una amiga y estaba muy triste. Entonces, de pronto varias palabras entraron en mi cabeza/mente y empecé a hablar sola en la carretera, por donde conducía de SP a Barbacena-MG. Para no perder la idea, lo grabé y ahora por la noche lo transcribí y lo envié a Wilson. Dejo en tus manos, amigo mío, estas palabras que no son mías; la verdad es que llegaron a mí por un impulso increíble. Yo sólo les di forma. Y lo más increíble es que la tía de mi novio desencarnó hoy por la mañana y él leyó conmigo ayer por la noche este texto”.
Recibí el texto de Patricia el día 8/3/2016 y lo aprobé. Es muy claro sobre las pérdidas y cómo administrar ese sentimiento. Además, se caracteriza como un auténtico hecho mediúmnico. Y destaco asimismo, la actitud de la médium, que estaba lista y disponible, atendiendo con humildad y seguridad a la Voz de un Maestro Amigo, un Espíritu que tenía una misión, verbalizar el mensaje, y que contó con la preciosa colaboración de esa joven. El texto, que por sí solo dispensa comentarios, se titula:
Los duelos de la vida
El duelo, por definición, es un conjunto de reacciones ante una pérdida significativa. Podemos, por tanto, vivir diversos y diferentes tipos de duelos en el recorrido de nuestra vida. Tanto por la pérdida de un ser querido, de un empleo, el fin de una relación amorosa o incluso una tragedia natural, que nos hace perder de manera inesperada los bienes adquiridos con esfuerzo y mucho trabajo durante la vida. El duelo de la pérdida, por el final de un ciclo, nos lleva a reflexiones intensas en cualquier época de la vida. Ya sea en la escuela, cuando un grupo de amigos, hasta entonces inseparables, siguen caminos o rumbos diferentes al final del período lectivo. Ciclos que se cierran después de grandes períodos en empleos también causan dolor, vacío; a fin de cuentas, durante un buen trozo de nuestra vida estábamos más con aquellas personas que con nuestros familiares.
Y qué decir, entonces, de los duelos por el fin de las relaciones. A menudo no queremos aceptar este final. El apego, el orgullo herido, no nos dejan vislumbrar la posibilidad que se abre ante nosotros. Y cada duelo debe vivirse de la forma más saludable posible. No deberíamos hacernos los fuertes fingiendo que no pasa nada, sino enfrentarnos a ello cara a cara.
Los psicólogos afirman que un mínimo de 6 meses es el tiempo en que nos sentiremos más frágiles emocionalmente, tras una pérdida que venga a sacudir nuestra estructura emocional.
En el transcurso de la vida olvidamos que hemos nacido solos y que buena parte de nuestra vida, de esta nuestra existencia, tendremos que pasarla solos. Lo ideal sería que estuviésemos solos y completos.
Cuando necesitamos la presencia física de alguien, como muleta, como amparo, podemos percibir cuánto estamos depositando en esas personas: nuestras esperanzas, nuestros deseos, incluso deseos de resarcimiento. Debería entonces encenderse una luz roja en nuestra conciencia indicando “atención”, no estamos en el camino de la paz interior. Y cuán difícil es encontrar esta paz. A fin de cuentas, crecimos viviendo en sociedad/comunidad: los padres, hermanos, hijos, marido/esposa, amigos, son personas que vemos como eslabones importantes, inseparables. ¿Y cuando este eslabón se rompe por una pérdida (desencarnación) que, a decir verdad, no es una pérdida sino simplemente un hasta pronto? Sentimos que nos falta el suelo, el amparo, a menudo olvidamos incluso aquello en que creemos, que es la secuencia de la vida, la secuencia de la existencia. Sí, porque no dejamos de existir.
Simplemente dejamos de estar en esta materia, en la tercera dimensión, que es donde nos encontramos hoy. Y existiendo en otras dimensiones, a partir del momento en que nos libertamos del cuerpo físico, pasamos nuevamente a estar presentes en el cuerpo etéreo y, de esta forma, podremos acceder a la cuarta o a la quinta dimensión. Siempre dependiendo del nivel de evolución en que nos encontramos. Deberíamos vivir buscando nuestra evolución, caminando hacia delante, solos sí, pero sin sentimientos de soledad y solos en el sentido de estar siempre buscando, encontrando y reencontrando a otros seres. Aprendiendo y compartiendo lo aprendido con otros seres. Cada uno permanece en nuestra existencia el tiempo oportuno para ofrecernos algo, para intercambiar con nosotros. Ningún tiempo es prematuro o demasiado prolongado.
Hemos de aceptar que la vida posee estos ciclos lo mismo que una planta, que: brota, crece, pasa luego al bello apogeo de estar floreciendo y fructificando, y después sigue su camino de declive: se mustia, seca y vuelve a la tierra, para servir de abono y hacer posible el nacimiento de otra planta. Lo que es natural en la existencia humana/física nos sorprende cuando estamos desatentos o desamparados. Las lágrimas no deben ser miradas como algo malo. Ellas nos permiten aliviar la añoranza, comprender y transmutar nuestras ilusiones. Si las lágrimas que bañan nuestro corazón son sentidas con el mismo amor que dedicamos a aquel ser querido, ellas nos irán consolando. La lágrima sentida con amor no sólo nos consuela a nosotros, sino además al ser querido que se encuentra en transición o ya en otra dimensión. Las lágrimas sentidas con dolor nos duelen a nosotros y principalmente a ellos. Hay sentimientos que nos unen con lazos invisibles, estemos encarnados o no. Y esos lazos pueden ser de amor, amistad, pasión, rencor, apego, celos. Causan opresión en el pecho, dolores de cabeza, mareos. Podemos amar sin ataduras. Podemos dar sin aguardar nada a cambio. Que podamos emocionarnos sin dolor. Que podamos recordar con amor. Podemos buscar la evolución de nuestras emociones.
El ciclo de la vida es semejante a otros ciclos. Que se inicia en un soplo y que sigue su recorrido aparentemente infinito, pues no tenemos la conciencia de los trayectos y del tiempo, pero que termina en el momento en que se agota el aprendizaje que se necesitaba alcanzar; con serenidad podremos, entonces, buscar otros caminos, otros ciclos, otros comienzos, otros nacimientos, otros mundos.
Que Dios conforte los corazones de todos sus hijos que en este momento pasan por algún final de ciclo. Que este ciclo pueda traer algo mucho mayor. Renovar el amor, la esperanza. Renovar el motivo que nos unió: como familia, como hijo, como marido, como amigo, como individuo. Que evolucionando y renovándonos podamos pasar por esta separación momentánea con la certidumbre del “hasta pronto” unidos siempre por el amor que Jesucristo nos enseñó.
Wilson Francisco (Texto Patricia Lopes)