Mala suerte en el amor...
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 28/09/2009 14:17:31
por Maria Silvia Orlovas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Hace algún tiempo que vengo pensando en escribir algo sobre aquellos que aman demasiado, aquellos que se convierten en cuidadores, pero me faltaba una comprensión mayor de esta condición que se adueña de muchas personas en sus relaciones.
Son hombres y mujeres que tienen el perfil del cuidador. Personas que aman demasiado y sitúan las necesidades del otro como propias, personas que comprenden demasiado y sufren demasiado. Normalmente, personas de buen corazón y hábitos saludables, que cultivan una vida espiritual y que verdaderamente les importa la vida ajena, en el buen sentido...
Sin embargo, otro punto en las características de esas personas fue delineándose como mala suerte en el amor.
Por lo regular, esas personas acudían a mí tratando de comprender por qué el amor no salía bien en sus vidas, siendo que cuidaban tanto de la vida del novio, marido, amigo, familiar. El caso es que todos se sentían tristes y objeto de abuso.
En las vivencias de Vidas Pasadas, siempre aparecían cuadros de abandono, que se repetían en esta vida. Era un rasgo muy común en las historia de estas personas que el padre hubiese muerto, o abandonado a la familia. A veces aparecía la pérdida de padre y madre, o tenían familiares vivos pero distanciados, o mantenían relaciones difíciles. La cuestión es que faltaba amor.
Con esa falta, trasladaban sus carencias a los posibles compañeros amorosos, que lo eran todo, menos pareja. Porque ser pareja de alguien significa andar juntos, caminar lado a lado, el uno aprendiendo con el otro, ofreciendo apoyo cuando necesario, pero en un flujo positivo de dar y recibir.
Para esas personas la vida funcionaba en sentido único, pues ofrecían todo a los demás y no recibían casi nada; sin embargo, no todos se colocaban en el papel de víctima, lo cual me pareció sorprendente. Juro que consideraba extraño que alguien, sufriendo así, aún continuase con la relación. ¿Por qué ocurriría esto?
De esta forma he ido progresando en mi reflexión sobre el asunto hasta que recibí a Dulce para una consulta. Mujer alta, guapa, con estudios, buena colocación en su profesión, pero una sufridora en el amor.
La sesión de Vidas Pasadas sacó a relucir nuevamente a la cuidadora. Una mujer que se casa por amor y que durante toda la vida cuida al marido depresivo. En otra vida, se mostró una muchacha que se había criado sola después de haber perdido a los padres y que luchando mucho logró situarse en lugar destacado en la sociedad, pero que permanecía en soledad porque solo le salían hombres débiles, a veces casados. Entre lágrimas, ella se reconoció en las historias y desgranó más situaciones tristes de la vida actual.
Escuché pacientemente la repetición de toda una letanía triste de encuentros, cuidados y desencuentros, hasta que en un determinado punto de la narrativa ella me dijo:
- “María Silvia, yo lo controlo todo, cuido de todo, hago todo cuanto necesita la persona para ser feliz, y después quedo abandonada. No comprendo el por qué.”
Súbitamente, una luz se encendió en mi mente y le pregunté:
- “Dulce, ¿de veras te parece que puedes controlarlo todo?”
Explicó que intentaba de todo para no sufrir pues había perdido muchas cosas en la vida y no quería repetir eso, pero que siempre sufría, pues lo que cautivaba su atención hacia las personas era justamente la necesidad de cariño del otro, de afecto.
Habló sin cesar durante unos minutos hasta que, de repente, me miró y dijo:
- “No puedo creer que lo estoy estropeando todo, al intentar proceder en lugar del otro. No sé lo que pasa, pero me parece completamente ridículo lo que te estoy diciendo. No puedo hacer la parte de la otra persona. Estoy intentando engañar al destino y crear una felicidad que no existe, y ya no quiero que sea así.”
Amigo lector, ni yo creía en lo que estaba escuchando. Esta chica también recibió una luz en aquel momento, porque logró analizar su historia con otro enfoque. Es exactamente ese el objetivo de la terapia, pero no siempre las personas se abren. Parece que todo el mundo quiere ser feliz y tener razón al mismo tiempo y no siempre esto es posible.
A veces, para descubrir el camino de la felicidad es preciso abrir mano de nuestro punto de vista. Esto es lo que hizo Dulce. Abrió la conciencia hacia otra percepción de su camino y descubrió que sus cuidados, en realidad, ocultaban un deseo absurdo de controlar la vida, de limitar la acción del destino y las opciones de sus parejas – lo cual es imposible. De ahí tanto sufrimiento, ya que las personas se cansaban de recibir todo listo y también de ser manipuladas por ella.
Para que el amor salga bien hemos de tener el buen sentido de percibir el momento de acoger y el momento de dar un empujón y ayudar al otro a crecer, sabiendo que en algunos de esos empujones la vida puede separarnos, porque no todo puede ser mantenido para siempre. En algunos casos, una liberación es mucho más saludable para todos los implicados.
Percibí también que quien cuida demasiado, verdaderamente desea ser cuidado, pero emplea el orgullo para protegerse de posibles desprecios. Así, va cuidando, ofreciendo todo al otro para mantener la relación. Íntimamente está infeliz y deseoso de atención, pero hace de cuenta que es autosuficiente. Parece incluso un traje de “superhombre” que al ponerlo libera los súper-poderes... Pero ¿quién no se acuerda de la soledad del héroe?
Creo que combina más con la felicidad el ser normales, personas que sienten emociones y no niegan el sufrimiento. ¿Quién sabe si así no atraemos a alguien que también quiera cuidarnos?