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Medicalización de la vida, el uso indiscriminado de ansiolíticos

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 29/07/2015 10:28:58


por Gisela Campiglia - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Nuestra sociedad vive una epidemia de trastornos mentales; siempre agobiadas, las personas no tienen la costumbre de observar y cuidar sus propias emociones y pensamientos. La lucha desenfrenada por el desarrollo ha generado muchos progresos, pero el ser humano está pagando por ellos un alto precio. La ansiedad se ha convertido en un fenómeno globalizado, y alcanza incluso a los niños.

Siempre aceleradas, por la mañana las personas se levantan corriendo para ir a trabajar. Ante la presión del temor a perder el empleo en época de crisis, convivir con la tensión es una constante. A la hora del almuerzo continúa la prisa, comen cualquier cosa rápidamente e intentan resolver asuntos personales. Al final de la jornada salen volando para recoger a los niños en la escuela, ya pensando en lo que tienen que hacer al llegar a casa. En el hogar comienza el maratón de las tareas domésticas, poner orden en el revoltijo, preparar la cena, disponer la ropa para el día siguiente y acostar a los niños. Exhaustas, al final del día es momento de darse un baño de cinco minutos, que se ha convertido en el único momento posible para llevar a cabo algún tipo de reflexión. La carrera continúa, hay que dormirse pronto, pero la mente viciada en la agitación no es capaz de relajarse.
El ciclo se repite durante toda la semana, y si no se hace nada para corregirlo, la existencia entera puede transcurrir dentro de este patrón de conducta alucinante.

La calidad de vida del ser humano urbano es baja, y con el tiempo las consecuencias van apareciendo.
Afligidas por síntomas como fatiga, ansiedad, irritación, insomnio, lapsus de memoria y déficit de concentración, las personas se ven obligadas a parar. La búsqueda de ayuda sólo se produce cuando los individuos quedan impedidos para continuar con su rutina de vida agitada. Sin embargo, la gran mayoría no piensa en cambiar de comportamiento, sólo desea una respuesta instantánea para sus problemas. El ritmo frenético de la sociedad moderna exige soluciones inmediatas, y el consumo de medicamentos atiende a esa necesidad. Esa postura inmediatista impulsa la proliferación de la prescripción de medicamentos que controlan químicamente las emociones. El consumo de medicinas inhibe rápidamente los incómodos síntomas de descontrol, pero no cura las causas del desequilibrio emocional. El riesgo de desarrollar dependencia química con tales medicamentos es grande, pues el organismo adquiere el vicio y el paciente no puede dejar de tomar esas medicinas de repente.

Dentro de la práctica de la medicalización de la vida, los antidepresivos y ansiolíticos son los medicamentos más utilizados. Hoy día los ansiolíticos se venden más que los antibióticos. Según el Sistema Nacional de Gerencia de Productos Controlados (SNGPC), los ansiolíticos son los responsables por el 40% de las ventas de medicamentos controlados en el Brasil. La medicalización de la vida también afecta a los niños, pues sometidos desde pequeños a una avalancha de estímulos, desarrollan una mente agitada, con gran dificultad de concentración.

Lamentablemente, una situación habitual en la vida del niño es sentarse en la salita con el cuaderno de los deberes sobre las rodillas, teniendo ante sí el ordenador portátil abierto en más de cuatro ventanas. Componiendo el escenario, al fondo está la televisión conectada, y al mismo tiempo el niño mantiene una conversación por whatsapp con un compañero de clase. Mientras todo eso ocurre, recibe además el estímulo del olor a comida proveniente de la cocina, y oye a su madre llamarle para el almuerzo. Esa escena es corriente, ¡pero no es saludable! El resultado es el desarrollo de niños inquietos, desatentos y compulsivos. Los padres han de ejercer la autoridad que les compete, para evitar que los críos sean bombardeados por tantos estímulos. No es posible exigir foco y concentración a alguien que ha desarrollado compulsión mental con la práctica de hábitos nocivos.


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