Mi homenaje a mi padre LINO HAMMES (In Memoriam)
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:34:26
por Irlei Wiesel - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Oigo voces que dan vida al lugar que ahora está silencioso.
En este momento estoy sentada en mi infancia. Me encuentro recostada en una hamaca teniendo como compañía un frondoso árbol que abarca con su sombra una increíble extensión.
Yo, el viento, la sombra y mis recuerdos. Me acuerdo de todo y ya no tengo nada más, a no ser mis recordaciones.
Mis padres vivían solos en un rancho y allí se ocupaban de los quehaceres diarios. Nosotros, los hijos, los visitábamos frecuentemente. Ellos mantenían viva nuestra infancia, pues siempre nos recibían con amor. Bastaba que saliésemos del coche para que ellos, ya no tan jóvenes, abriesen los brazos para arrullar a hijos y nietos en un largo y afectuoso abrazo. El amor se expandía y allí una familia construía su historia. La naturaleza era su compañía preferida. Pajaritos, mochuelos, sapos, árboles balanceando sus hojas hacia acá y hacia allá, flores, hierba "verdecita", nacer y poner del sol, luna y estrellas y, de vez en cuando, la visita de los hijos. Nosotros, los cuatro hijos, siempre hemos amado, respetado y admirado lo que venía de ellos.
Bueno, como sabemos, nada es para siempre. Los encuentros que aquí en este rancho realizábamos ya no serán los mismos. Ayer he vuelto aquí y no vi los brazos de mi padre abriéndose para mí. El abrazo acogedor y necesario para ambos, no se produjo. Mi padre se ha ido al plano espiritual hace dos años. Mantenemos la casa, pero ya no contamos con la presencia física, el pilar y el basamento que era él.
Madre está con nosotros. Su historia de amor ha quedado interrumpida abruptamente con una frase que dijo padre, la cual jamás será olvidada:
- Madre, (así era como él llamaba a su esposa) ¡me parece que yo tengo que morir!
Madre gritó, pero padre ya no la oyó. Ella presenció la finitud del amor en cuerpos físicos. La vida separó un amor de más de cincuenta años de convivencia armónica. Bastó un suspiro para que el padre, suegro, esposo y abuelo se marchase. Lo que fortalece a mi madre en estos días de duelo es la certidumbre de que el amor inmenso que nutrían el uno por el otro habrá de unirlos tarde o temprano. A fin de cuentas, 55 años de matrimonio no se deshacen así como así.
Un amor no se acaba sólo porque la pareja pierde el compañero por la muerte física. La necesidad de que un día hemos de partir es la única certidumbre que tenemos, ¿no es cierto?
Él se ha ido y nosotros quedamos. La casa es el lugar donde podemos suavizar la saudade y agradablemente nos sentimos cerca de él. Mientras escribo este artículo, estoy sentada en el lugar del recibimiento y del abrazo.
Mi hermana y yo hemos salido de casa temprano, pues queríamos más que una sombra acogedora, y cada vez que sentíamos saudades de casa, imitábamos las palabras de Scarlett O'Hara en la película "Lo que el Viento se Llevó". Esa película narra su trayectoria. Revela a una mujer rebelde y decidida que sobrevive a la Guerra Civil americana y lucha para defender su tierra (Tara).
Cuando se sentía abatida por el dolor de la guerra, ella decía:
- ¡Tengo que volver a Tara!
Últimamente, toda nuestra familia siente una necesidad apremiante de volver a nuestra "Tara". Sólo que, al hacer el viaje hasta aquí, ya no encontramos a nuestro eterno Padre. Pero encontramos setenta y ocho rosales, plantados por él un mes antes de su fallecimiento. Su marca ha quedado registrada en flores. Inconscientemente, plantó la cantidad relativa a su edad. Pienso que él deseaba dejar nuestra "Tara" más llena de colores y de perfume.
Aquí también encontramos lo que él tanto amaba: el sosiego. Horas de silencio y contemplación mezcladas a una agitada rutina de tareas. Se sentía vivo en el lugar a que llamaba suyo.
Sentada en mi infancia oigo la voz alegre de mi padre. Vislumbro la fuerza de la mirada de mi madre. Siento la felicidad de mis hermanos preparando todo para cuando llegase la noche. Toda la familia se sentaba en torno al fuego y allí formábamos una fortaleza inexpugnable. Mis padres acogían las dificultades del día y ofrecían preciosos consejos. Nosotros, los críos, saltábamos a su regazo para recibir lo que de más intenso podían ofrecer: el calor del amor.
Éramos seis, hoy somos cinco. En algún lugar, allá en el cielo, consta el registro referente a la manera en cómo el padre de familia Lino Hammes pautó su vida terrena. Quien desee investigar encontrará subsidios importantes sobre lo que es vivir con carácter, honradez, paciencia, amor, fuerza en el trabajo, perseverancia, coraje y mucho más.
Padre, tu paso por la tierra fue como una brisa suave que amansó corazones y sirvió de ejemplo a quien lo necesitase. Una persona que enseñó teniendo como base el amor, ahora tiene derecho a descansar en paz. Nosotros debemos continuar conquistando el mundo y, cuando lo necesitemos, invitaremos a la madre Romana Verónica Hammes para pasar algunos días en "Tara".
El lujo de un hotel o los paisajes imponentes alrededor del mundo, no se asemejan al frescor, sabor, quietud y acogimiento que encontramos en el rancho que mis padres eligieron para escribir su historia. ¡El lujo, en este caso, está en el AMOR!
¡Padre, descansa en paz, que seguiremos en paz también!
Irlei Hammes Wiesel - link