No dejes que los resentimientos y las amarguras echen raíces
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 25/01/2011 10:19:28
por Helena Gerenstadt - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Cosas injustas nos pasan a todos y eso forma parte de la historia de vida de cada ser humano. Cuando nos sentimos agraviados podemos elegir agarrarnos al dolor y amargarnos, o dejarlo de lado y creer en que todo va a mejorar y tendremos una compensación.
Quienes alimentan el enojo envenenan la propia vida. Cuando no perdonamos nos hacemos daño a nosotros mismos; aprender a librarnos de los disgustos y dolores del pasado es medida fundamental para ser felices.
No dejes que la amargura eche raíces en tu vida. Quizá te hayan traicionado, calumniado, alguien se ha promocionado a costa tuya o se ha aprovechado de ti. Un buen amigo puede haberte traicionado y puede que incluso tengas razón en estar dolido. Sin embargo. para el bien de tu salud emocional y espiritual. OLVIDA Y PERDONA. Sentir odio contra alguien no es sano. No tiene sentido permanecer enfadado por lo que alguien te ha hecho. Nada puedes hacer respecto del pasado. Pero en el presente, sí, puedes. Y en el futuro también. Está escrito: "Tened cuidado para que ninguna raíz de amargura, brotando, os perturbe y por medio de ella seáis contaminados". La amargura aquí es descrita como raíz. No podemos ver la raíz, puesto que está profundamente enterrada en el suelo. Puedes tener la seguridad de esto: una raíz amarga produce frutos amargos. Nuestra amargura interior afectará a todas las áreas de nuestra vida. Muchos de nosotros enterramos nuestros resentimientos en el fondo de nosotros mismos, muchas veces en nuestro inconsciente. Alimentamos la falta de perdón, la amargura y después nos preguntamos por qué motivo no podemos vivir triunfantes, por qué no conseguimos vivir bien con las demás personas, por qué no logramos ser felices. Esto ocurre porque nuestro corazón está impregnado de sentimientos negativos, como la amargura y el resentimiento. Está escrito: "Del corazón proceden los problemas de la vida". O sea, cuando estamos amargos por dentro contaminamos nuestra personalidad y nuestras actitudes. tratando mal incluso a las personas queridas, aquellas que lo hacen todo por nosotros.
Cuando estamos siempre lidiando con el mismo problema, cuando parece que solo cambian los personajes pero la historia es la misma, cuando pensamos: pero. todo de nuevo; ha llegado la hora de hacer un análisis profundo para buscar el origen, la raíz del problema. De hecho, muchas y muchas veces ya hemos intentado cambiar, lidiando con el fruto externo de la mejor manera que somos capaces cuando ocurre tal situación. Esto es noble. Pero no basta. La misma situación siempre volverá, hasta que logremos comprender y nos liberemos de esa negatividad que está en nosotros, nunca en el otro. Debemos analizar esas situaciones pausadamente y preguntarnos ¿qué falta para transformarnos de hecho, a fin de que esto no vuelva a ocurrir? ¿Para vernos libres de este eterno dilema?
Tenemos que ir más profundo. Hemos de llegar a la raíz, para de hecho superar los obstáculos y realmente dar comienzo al cambio.
No tienes que volver a revivir todas tus experiencias negativas, recordando memorias dolorosas del pasado. Pero sí debes examinar tu corazón para estar seguro de que no has enterrado dentro de él la falta de perdón y el enojo. Si en tu vida hay áreas en las cuales constantemente estás en lucha, intentando cambiar, pero sin éxito, PIDE A DIOS que te muestre lo que te está impidiendo ser libre. Pídele que te muestre si tienes raíces amargas que hay que arrancar. Si algo sale a flote, lidia inmediatamente con ello. Permanece dispuesto a cambiar. No dejes que los venenos del pasado contaminen tu vida.
Cosas negativas nos han pasado a todos. La semana pasada, el mes pasado, o hace diez años, alguien ha podido disgustarnos. Y con excesiva frecuencia, en vez de olvidar la cuestión y entregarla a Dios, nos agarramos a ella. No perdonamos, dejando que se consolide la raíz de la amargura. Y pasado cierto tiempo nos percibimos amargados, malhumorados, y lo que es peor: lo aceptamos y decimos "es que yo soy así, colérico, amargo. la vida ha hecho eso de mí". NO, NO y NO. La vida no ha hecho eso de ti. Tú sí has sido quien ha permitido que esto llegase a esas proporciones. La culpa no la tiene la vida. Solo la tienes tú. Las cosas pasan porque nosotros dejamos que ocurran y las permitimos.
Si te encuadras en este contexto, LÍBRATE CUANTO ANTES DE ESA BASURA MENTAL. Disfruta la vida que Dios te ha dado. No te permitas ser infeliz ni amargado. No es así como tiene que ser.
Imagínate como un río cristalino. No importa lo contaminado que ese río pueda estar o cuán turbia esté el agua de tu vida ahora. Si comienzas por perdonar a todas las personas que te hayan ofendido, a perdonarte a ti mismo también, te librarás de ese resentimiento, todo dolor te abandonará y empezarás a ver nuevamente el agua cristalina, empezarás a experimentar la alegría, paz y libertad que ciertamente tú mereces. Perdona al amigo que te traicionó. Perdona al padre o a la madre que te maltrató. Líbrate de ese veneno. Enfrenta los hechos. Si solo los dejas de lado no será lo mismo. Si no existe un perdón, si no resuelves esa cuestión, será como una basura tóxica que un día hará explosión en forma de enojo, baja autoestima, depresión, tristeza profunda sin causa aparente. Puede manifestarse de varias formas, incluso como enfermedad física. Es un hecho que el resentimiento contenido provoca enfermedades malignas.
Está escrito que David dijo: "Examina mi corazón, oh, Dios, e indícame lo que en mí Te disgusta".
Es sencillo, pide a Dios que te muestre lo que debes cambiar. Y constatarás que empezarás a recordar o incluso a encontrar personas que te han disgustado o a quienes has hecho daño. En este momento, ten el suficiente valor como para mirar a esta persona y, si no consigues hablar, al menos piensa así: Lo siento mucho, perdóname, gracias, te amo.
¡Prueba!!! No te haces una idea de la fuerza de estas palabras. Haz la prueba. Seguidamente no olvides agradecer a Dios la ocasión de rescatar ese karma, la oportunidad de liberarte.
Puede que estés pensando: no soy capaz, es demasiado difícil. No puedo perdonar, me han hecho demasiado daño.
Un momento. tú no estás perdonando por consideración a ellos. sino por tu propio bien. Estás perdonando para librarte de esa basura mental tóxica. Perdonar es tu deber. El error del otro, es problema suyo. Perdona para ser libre.