No estamos solos - Capítulo 10
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/12/2010 04:50:34
por Márcio Lupion - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
La clarividencia se manifiesta con el olvido de uno mismo.
El monje aprendiz está ahora viviendo en una "nueva realidad" repleta de "vientos líquidos" y multicolores matices, colores de altísima vibración, que emitían sonido. Este sonido era una música indescriptible, que parecía tener vida propia, porque literalmente todo mi entorno vibraba y respondía a los sentimientos más sutiles.
Una felicidad infantil estaba presente en cada segundo, como la que se ve en la alegría de los niños que exploran el mundo por primera vez, y todo esto pasó a ser la base de lo cotidiano. También era percibida una extraña dualidad, pues al mismo tiempo en que me gustaría mostrar todo esto a cuantos encontraba, a los amigos, y principalmente a los increyentes, sabía en mi interior que podría ser ridiculizado y lo sería una vez más. No valdría la pena. pese a toda esta bienaventuranza Márcio estaba viviendo uno de los momentos más solitarios de su vida.
El sentimiento de percibir que nosotros prestamos una corriente energética a los objetos era realmente fantástico; que cada emoción tiene un color, así como un tono sonoro diferente, hace que toda la vida cobre sentido. Nada quedaba desapercibido, todo pasó a importar mucho, ya no había tiempo para malgastar, ya no había la sensación de despilfarro.
Los antiguos egipcios posiblemente veían así la realidad, pues cuando llegamos con un grupo de alumnos al desierto de Sacuara, al percibir una cantidad de trozos y más trozos de objetos cerámicos en la arena, preguntamos a nuestro paciente guía el por qué de todos aquellos cachos y él contestó: - Ah. esos objetos cerámicos se han tirado al suelo para que se rompiesen, pues en el momento en que esos objetos se rompen, su utilidad se pierde, y siendo así, su energía vital vuelve para el otro mundo.
Exactamente como cuando el cuerpo físico pierde su utilidad y nuestra conciencia se trasfiere a un nuevo cuerpo en otro plano.
Iba todo a las mil maravillas hasta que un determinado día pasé por la facultad, donde iba a entregar algunos trabajos.
Caminé hasta el sótano del edificio en que se situaba el directorio académico, miré casualmente hacia un rincón cualquiera, donde algunos compañeros estaban durmiendo en lo oscuro, muy oscuro; allí colocaban algunos colchones y cojines y en medio de aquella oscuridad percibí movimientos, parecía que las sombras habían cobrado vida; de repente, alguien que se levantaba entre los cojines me miró y sobre sus hombros percibí una forma bizarra, una forma hecha de humo líquido oscuro, como el humo del caucho al arder, y cuando miré a ese ser, aquel humo tenía ojos; mirando con más cuidado se podían ver manos y pies; este ser permanecía sentado como un bebé a hombros de su padre, con las manos y los brazos apoyados en la cabeza de mi compañero y lo más impresionante era que su mirada, tanto la de aquella entidad como la de él, tenían el mismo brillo embazado, ambos respiraban de la misma forma, los gestos eran iguales, cuando la entidad bostezaba, él también bostezaba.
Mi compañero andaba arrastrando los pies como si realmente cargase un peso, el cuello arqueado hacia delante y en su barriga, algunas situaciones realmente inusitadas que no recuerdo haber visto en libro alguno. De su barriga salía humo en forma de serpiente, o de sanguijuelas.
Cuando contemplé toda aquella escena, pude advertir realmente por qué mi compañero tenía tanto sueño, probablemente él había cedido, en algún momento, a algún tipo de vicio que no me cabe comprender ni juzgar en modo alguno. Pero se podía ver que él era visitado por una entidad que vivía prácticamente encima de él. En algunos momentos ella desaparecía y surgía nuevamente en su mirada. Me sentí realmente muy asustado, ya que aquel ser se dio cuenta, de alguna forma que desconozco, de que yo estaba siendo capaz de verlo.
Mi compañero pasó por mí y aquel ser se quedó mirándome; tuve que fingir que nada ocurría, la entidad se quedó mirando hacia atrás durante todo el tiempo y sentí miedo, un miedo desconocido, tembladera, sudor profundo, todo mi cuerpo erizado; recuerdo que dejando mi trabajo atrás, fui hasta el ashram, llamé a la puerta, molesté a nuestro maestro, y en el momento en que entré sudando y encontrándome muy mal, él me miró y dijo:
- ¿Qué ha pasado, Satyananda?
Maestro, creo que he visto a un demonio, me parece que he comprendido qué es el mal, el mal inercial, aquel mal que no sale de junto a las personas. Estoy empezando a ver pensamientos con formas.
- No, tú no has visto pensamientos, tú has visto a un visitante - dijo mi maestro; y yo pregunté, aún:
Pero ¿por qué he visto eso? ¿Si yo medito, recito mantras, y vivo una vida de entrega a Dios?
- Lo has visto porque eso está ahí, esas cosas están ahí, las personas son quienes no las ven, las personas son quienes no las quieren ver.
Y yo continué: - Pero ese ser no era mi compañero.
- No, no lo era, pero tu compañero y él en algún tiempo han entrado en unidad, y ahora incumbe a tu compañero retirar al visitante el día en que lo desee; él lo ha invitado y él es quien tiene que retirarlo.
Maestro ¿qué hago yo?
- Tú vas a continuar durante un tiempo en la condición de clarividencia, después tendrás que continuar tu camino y disminuirá en ti la visión de esos reinos. Desde aquel día he comprendido que los ángeles percibidos en las nubes, en los brillos, en las sonrisas de los niños, siempre están presentes, como también el lado negro; y que aquellas gárgolas, aquellas formas de demonios, de bestias posadas, paradas, esculpidas en piedra en las paredes de las catedrales góticas, no son y nunca han sido alegorías decorativas.
