No tengo tiempo que perder para ser feliz
por Maria Isabel Carapinha em STUM WORLDAtualizado em 24/01/2013 13:44:39
Traducción de Teresa - [email protected]
¿Por qué quedarme esperando a que a vida comience?
Esta pregunta puede parecer intrigante o pasar desapercibida, mucho depende del momento de intensidad mental en que te encuentres.
Si el momento actual es de un mental súper activo, estarás corriendo en pos de, como mínimo, ocho objetivos para verte feliz y realizado y esto hace que el momento presente deje de existir, y las oportunidades de felicidad pasen desapercibidas. Si, por el contrario, tu mental se encuentra muy bajo, te parecerá que la vida no tiene sentido, que todos los días son más de lo mismo, que a menudo no te apetece siquiera levantarte por la mañana.
Los extremos de vibración mental son peligrosos, pues indican que tú no entregas ni confías tu vida al Todo, no permites que las cosas lleguen hasta ti de modo natural, y si esto ocurre, muchas veces ni siquiera lo percibes.
En la tentativa de controlar la felicidad, nos aprisionamos en planes rígidos del tipo de: sólo seré feliz cuando consiga aquel determinado estatus profesional, sólo seré feliz cuando logre casarme, sólo seré feliz cuando obtenga lo mejor de la vida, sólo seré feliz cuando llegue a ser madre, sólo seré feliz cuando y cuando y cuando… Tú puedes tener millones de objetivos, pero lo único que te hará sentirte feliz y realizado es tener paz interna, es sentir que cada momento es único y que con cada paso que das tu vida está en Orden Divino y que lo mejor vendrá hasta ti.
Vivir de esta forma nos lleva a la armonía con el Todo y por un proceso de resonancia, las energías semejantes vienen a nuestro encuentro. Cuanto más intentamos buscar la felicidad, más sufrimos.
Pasamos gran cantidad de tiempo desesperados, frecuentemente por situaciones que ni siquiera llegan a ocurrir.
Tenemos un poder de imaginación tan increíble que se iguala a la parte tecnológica de las computadoras de hoy, creamos una determinada imagen o máscara y de ella hacemos nuestra imagen real. No alcanzar esta imagen puede significar una derrota personal. Nuestro cerebro ha sido condicionado, a lo largo del tiempo, para buscar esta máscara que creamos y juntamente con ella lo que necesitamos tener para sentirnos felices. ¡No es de admirar que el ser humano considere tan difícil ser feliz!
La búsqueda de la felicidad se compara a la búsqueda del dinero, cuanto más lo perseguimos, más escapa de nuestras manos, y esto trae como consecuencia ansiedad y depresión.
Según estudios mundiales uno de cada diez adultos intenta el suicidio y uno de cada cinco tiene depresión. Considerando estos datos podemos decir que tenemos un 30% de posibilidades de sufrir algún trastorno psiquiátrico a lo largo de nuestra vida, pero ¿por qué ocurre esto? Ocurre porque no confiamos en el Todo, sino que definimos planes rígidos para encontrar la tan anhelada felicidad.
Según lo sigamos de manera mental activa o estancada, este plan que definimos nos llevará a dos caminos: el primero a decisiones equivocadas, pues estamos fuera de nuestra frecuencia de equilibrio, y en el mental estancado, a observar como la vida pasa sin vivirla.
Observar la vida del otro e intentar compararla con la tuya es otra trampa del destino, pues la hierba del vecino no siempre es más verde que la tuya, ¿has pensado que puede incluso ser artificial?
La forma más coherente y única de encontrar lo que de hecho deseas es vivir en equilibrio con tu energía. La Mesa Radiónica equilibra todas tus frecuencias y así hace que lo que es tuyo, por semejanza de energías venga a tu encuentro; aquí abarcamos la parte de relaciones, de amistades, lo profesional e incluso la parte espiritual; significa encontrar tu verdadero grupo de convivencia, que entonces te llevará hacia la tan anhelada felicidad.
Voy a contar ahora la historia de una muchacha a quien atendí hace unos dos años, que acudió a mí diciendo sentirse desesperada, pues el tiempo estaba pasando y ella quería ser madre. El término ser madre se sobreponía a todo, incluso a encontrar un marido que compartiese con ella ese momento; su ansia era algo desesperador, se advertía en sus palabras lo muy enfocada que estaba en este objetivo.
Comencé el tratamiento por el equilibrio general de sus frecuencias y en el diagnóstico empecé a decir cómo se encontraba ella en lo energético, y qué debería hacer para no volver a tales vicios de conducta, como hago siempre, pues la Mesa Radiónica no es algo que nos encierre y que tengamos que estar sujetos a ella. Es un instrumento que modifica nuestra energía acercándola a los patrones de vibración ideales y después seguimos por la vida, volviendo a acudir a ella únicamente cuando advertimos que nuestras energías se desestructuran, lo cual es corriente en nosotros, seres humanos en continuo aprendizaje.
Después de hecho el diagnóstico, que indicó frecuencias mentales y emocionales muy altas y una frecuencia general muy baja, le dije que la transformación de su energía estaría concluida en tres tratamientos, a lo largo de los tres meses siguientes.
Terminé el primer tratamiento y ella permanecía con la cara de ansiedad por resultados inmediatos, de la misma manera que cuando llegó, y le advertí que tuviese cuidado con los vicios de conducta que le indiqué, a fin de que su frecuencia general no volviese a caer.
Nunca más volvió a mi consultorio. Pasados dos años, apareció nuevamente y me dijo que se arrepentía mucho de no haber concluido el tratamiento, pues en aquel intermedio, y de la nada, había surgido un muchacho, del que se había enamorado perdidamente, al que contemplaba como el padre para su hijo.
El chico tal como ella lo describía, parecía la naranja madura a la vera del camino, y yo sentada ante ella, sólo aguardaba a que me dijera qué había en él de equivocado. Entonces me contó que él era drogadicto y que la familia de él incluso le había propuesto todo el apoyo para que lo cuidase y encaminase. Ella se hizo a la idea y acabó por casarse con él y tener una linda hija. Pero él no se apartó de la droga y hasta intensificó su consumo tras el nacimiento de la niña, porque se sentía rechazado y competía con la hija por el amor de ella. La vida entonces se había vuelto insoportable para los dos y ella acabó por separarse y fue cuando acudió a mí nuevamente.
Admitió haber actuado por impulso y en la ceguera de sus energías desequilibradas se unió a una historia que no fue capaz de superar. Quería someterse al tratamiento ahora, y con equilibrio y sin las prisas que la habían vuelto ciega en el pasado, buscar la tan anhelada felicidad.
Yo le dije solamente que, como seres humanos, estamos aquí para una segunda oportunidad de aprendizaje, y siendo así, las equivocaciones no merecen énfasis, sino un cambio de rumbo.Después de concluido el tratamiento la invité a participar en uno de mis Cursos de Radiestesia y Radiónica, que tiene por objetivo enseñar lo que debemos hacer para mantener las frecuencias equilibradas mediante el empleo de la Radiónica. Ella vino y se mostró encantada con el Curso, además de entablar una gran amistad con uno de los alumnos, con quien más tarde se casó.
De este relato, queda lo siguiente: tened prisa por buscar vuestro equilibrio y todo lo demás se os dará por añadidura.