Nosotros somos de Cristo
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/02/2015 09:57:35
por Adriana Garibaldi - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Al pensar en Cristo, pronto viene a nuestra mente la figura del Maestro Jesús.
Jesús, sin duda, representó el gran dispensador de las gracias divinas para la humanidad.
Cristo, en el personaje bíblico de Jesús, se manifestó en toda su grandeza y soberanía. Sin embargo, también nosotros somos de Cristo, también en nosotros Cristo ha edificado su morada desde el comienzo y aguarda nuestra aceptación de su presencia viva dentro de nuestras vidas. Fatalmente esto puede parecernos un concepto un tanto ilusorio, acostumbrados a vivir la divinidad como una realidad ajena y distante, separada de aquello que somos, ante la cual nos postramos en oración suplicando auxilio para nuestros males.
Ahora bien, si las religiones han cargado a las criaturas humanas con la condenación por el pecado ¿cómo imaginar a la humanidad terrestre en una condición de seres espirituales donde la divinidad resida? Seres temporalmente olvidados de su origen sagrado, donde Cristo permanece a la espera, listo para manifestarse a través de sus acciones.
Tenemos que ser capaces de convertir en sagrado cada acto de nuestras vidas para que Cristo se revele en nosotros y a través de nosotros, haciendo que nuestra realidad se vea transformada por medio de una mirada más compasiva y serena, para con la propia vida y las miserias que aún asolan las mentes y corazones de todos nosotros, los seres humanos.
A menudo conjeturamos respecto de Jesús, de sus acciones y sabiduría, preguntándonos:
¿Cómo actuaría Jesús en esta situación, si estuviese en mi lugar?
¿Qué pensaría Él de la actitud de esta determinada persona o de mi actitud en relación a esta cuestión?
¿Qué movimiento haría Él para la resolución de este problema o conflicto, o de la injusticia de la cual me siento víctima?
En el fondo nos gustaría imitarlo, como deseando convertirnos en Él por un instante para saber responder a nuestras dualidades con claridad y sabiduría impecables.
Probablemente Él contemplaría nuestros dolores con elevado distanciamiento. Distanciamiento desapasionado que le permitiría responder con amor a las provocaciones e injusticias, aceptando nuestra ignorancia para vernos como Dios mismo nos ve, con amor incondicional y serena comprensión.
Comprendemos que tenemos limitaciones comunes a todos por la ceguera momentánea en que nos encontramos inmersos, impedidos de ver, más allá de las apariencias, la luz divina que reside en todos nosotros.
Buscamos las respuestas de Cristo, o su orientación, en las escrituras, en las palabras sagradas, en los registros escritos hace siglos, buscamos en Jesús las respuestas, sin recordar que Él nos dijo también:
Vosotros sois dioses… Diciendo con esto que también nosotros somos de Cristo y Él es uno con nosotros.
Todas las respuestas que necesitamos ya se encuentran dentro de nosotros, en lo más íntimo de nuestra conciencia, sólo nos falta saber oír los mensajes internos de Cristo, infundiendo lucidez a nuestra mente y amor a nuestro corazón, para que respondamos a los otros tal como Jesús lo haría, sin que sea preciso conjeturar al respecto, sin intermediarios, sin imitarlo, sino siendo efectivamente Él, el Cristo en nosotros, que actúa de forma clara y espontánea a partir de nuestros actos.