Obsesión de ámbito familiar
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 21/05/2012 12:54:15
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Los procesos obsesivos de naturaleza anímica, o sea, de persona sobre persona, ocurren en el ámbito familiar con una frecuencia que, generalmente, no imaginamos.
En algunos casos, cargados de una energía deletérea en que la proporción de los conflictos interpersonales originan compromisos kármicos que han de asumir los implicados, en una nueva oportunidad para el ajuste de cuentas con la energía del amor.
En este intrincado contexto en el cual los individualismos quedan expuestos por las difíciles relaciones inter-familiares, que originan sentimientos negativos y desequilibrios psíquicos y espirituales, las secuelas de la desarmonía dejan sus semillas en el psiquismo de los más jóvenes.
Bajo el prisma de la Psicoterapia Interdimensional, consideramos a la indiferencia parental (madre, padre) como la villana de las desarmonías familiares, siendo los sentimientos de rechazo y de culpa sus principales víctimas.
En este sentido, el sentimiento de rechazo hacia un hijo indeseado – por los motivos que fuesen – suele engendrar en su inconsciente el sentimiento de culpa por haber nacido en aquella familia. Por este motivo, el rechazo y la culpa serán las indeseables compañeras en su vida de adulto. Traumas que dan origen a desequilibrios psíquicos tales como trastorno psico-afectivo, síndrome del pánico, depresión, fobias, entre otros.
Semillas que germinan en el futuro adulto: culpa, inseguridad, dependencia, odio y miedo. Frutos de una cosecha “maldita” de imprevisibles consecuencias para los implicados en un proceso obsesivo, cuya comprensión se hará difícil sin la intervención psicoterapéutica que investigue a fondo sus orígenes.
Por tanto, basta la experiencia del rechazo parental para engendrar en el individuo el sentimiento de culpa, que, a su vez, origina desequilibrios en la esfera afectiva del adulto, comprometiendo, de esa forma, sus relaciones íntimas, en las cuales busca gratificaciones para minimizar su sufrimiento sintonizado en la niñez.
Los procesos obsesivos, si bien imperceptibles para la mayoría, son el resultado de conflictos inter-personales o dependencia afectiva que acaban por interferir en la propuesta original (pre-reencarnatoria), que es la de crear condiciones para que exista un ambiente de amor y crecimiento en la convivencia familiar.
Obsedidos a través de una relación afectiva de mutua dependencia o de una relación de conflictos cuyas motivaciones giran en torno a energías deletéreas como los celos y la envidia, conviven muchos padres, hijos y hermanos bajo el mismo techo y bajo el estigma de la indiferencia, del rechazo, de la ira y de la culpa.
Jóvenes traumatizados que se convierten en adultos emocionalmente inmaduros y dependientes de sus dificultades para relacionarse consigo mismos, con el otro y con el mundo que los amedrenta.
En este ciclo vicioso de complicadas relaciones, el amor como aprendizaje y práctica, es el único “antídoto” contra el veneno de la desarmonía generadora de los procesos obsesivos que comprometen las relaciones inter-familiares. Sin el contraveneno, las almas quedan expuestas a la imprevisibilidad de los acontecimientos que pueblan la esfera de la inconsciencia humana y que despiertan las sombras del pretérito que habitan en cada uno de nosotros.
Expuestos a la perversidad de los acontecimientos e inmunes a la energía del amor, muchos grupos familiares sucumben a la propia inconsciencia de los hechos no revelados a la luz de la conciencia. Ambiente propicio para que la energía de la obsesión eche raíces y establezca su territorio y dominio sobre mentes y almas en desarmonía.
