¡Papá, papaíto no mates!
por Wilson Francisco em STUM WORLDAtualizado em 17/09/2007 13:00:00
Traducción de Teresa - [email protected]
¡Vida infame! ¿Hasta cuándo estas censuras? Vaya, si quiere dinero que trabaje. Si yo supiese que el matrimonio era esto, nunca hubiera cometido tamaña mediocridad.
Ildeo despotricaba, amenazando a su esposa, Marcela. En su pantalla mental, el hombre mostraba la figura de la seductora Mara, a quien el marido intempestivo cortejaba sin escrúpulos.
Marcela, cansada por el trabajo extenuante desarrollado durante el día en una lavandería cercana a su casa, le suplicaba serenidad. En medio de la gritería, Roberto, el hijito de dos años despierta e instintivamente va en socorro de su madre, abrazándola cariñosamente. El padre, colérico, grita: ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de aquí!
Dispuesto a poner fin al matrimonio, Ildeo, días más tarde, ingenió un plan diabólico, para destruir a la esposa. Para realizarlo, contaba con el apoyo de seres espirituales de baja calidad moral, que se regalaban con la insania del marido infiel, consumiéndole las energías y los pensamientos, en verdadera fiesta infernal. Marcela estaba asesorada por seres del Bien, que hacían guardia en su habitación, protegiéndola de las acciones malignas del marido, que estaba en un cuarto al lado. Era la lucha de las tinieblas contra la Luz. De madrugada, el marido se dirigió a la habitación de la esposa, sintonizado con los Espíritus del Mal. Silas, un Espíritu del Bien, guardián de aquella familia, va hasta al dormitorio de los críos y proyecta en la pantalla mental de Marcia, la hijita del matrimonio, las intenciones del padre y la niña como si despertase de una pesadilla, sale de la cama gritando: ¡Papá, papaíto, no mates!
Aturdido, frente a la niña, Ildeo deja caer la pistola. Marcela despierta sobresaltada y viendo aquella escena, dice, inocente, a su marido: Ildeo, no te mates, Jesús es testigo de que he venido cumpliendo rectamente con todos mis deberes... Procede como quieras, pero no te despeñes en el suicidio. Si es de tu gusto, monta una nueva casa para vivir con la mujer que te haga feliz. He consagrado mi vida a nuestros hijos. Trabajaré conquistando lo mínimo necesario para nuestra supervivencia, pero te suplico: ¡No te mates!
La actitud de Marcela pulverizó la atmósfera de aquella casa, dejando en el aire una mezcla de paz y de felicidad, rescatadas por la dignidad de la mujer, traicionada. Era un momento importante en la vida de aquellas almas e Ildeo tenía la oportunidad de redimirse y de dar nuevo rumbo a su existencia. Sin embargo, la larga convivencia con la infidelidad y el descaso para con los nobles sentimientos hizo que él saliese de aquel clima, de aquella frecuencia de buenos sentimientos, para deslizarse por las alamedas de la indignidad.
Inconsecuentemente, aprovechó la oportunidad y dijo: Realmente, Marcela, no puedo más... Ahora sólo me quedan dos caminos: el suicidio o la separación. Mientras hablaba, la figura de Mara, la amante, se adueñó nuevamente de su atmósfera mental, impregnando de energías densas el ambiente.
Marcela, cansada y oprimida, toma por la mano a los niños y se va para la habitación, haciendo juntamente con ellos una oración y una súplica a Dios. Todos – extenuados – duermen y la mujer se desliga del cuerpo. Católica, se siente en presencia de los Ángeles, se pone de rodillas, llorando, mientras que un Espíritu de Luz le dice: Somos tus hermanos. Reanímate. No te encuentras sola. Dios no te ha abandonado. Pase lo que pase, sé tolerante y comprensiva. No quieras mal a nadie. Haz el bien que pudieres y confórtate en la oración y en el trabajo. Y que sepas que podrás ser feliz, muy feliz.
Muy temprano, cuando el Sol invade sus aposentos, Marcela despierta rehecha y tranquila. El sueño, los ángeles... Todo aquello fue un regalo de los Cielos. Sí, Dios está presente en tu vida.
