Pedir ayuda, ¿tú sabes?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 30/07/2014 09:50:12
por Valéria Bastos
Traducción de Teresa - [email protected]
Qué difícil es pedir ayuda, a veces. Aprendimos tanto con la autosuficiencia y el individualismo, que hemos perdido la habilidad para pedir ayuda. Nos da vergüenza y apuro, o incluso orgullo. Orgullo, para que el otro no se entere de lo que estás pasando, o para que tu imagen no se vea arañada.
Construimos auto-imágenes idealizadas de nosotros mismos y nos identificamos con ellas. Imágenes de una persona bien resuelta, que lidia bien consigo misma y con sus dificultades. Quizá la imagen de una persona fuerte, con quien todo el mundo puede contar para lo que sea. La imagen de alguien que entiende de todo y tiene solución para todo. La imagen de alguien que no se deja abatir por las circunstancias de la vida, o de alguien que siempre se las ha arreglado solo y que, si nunca ha tenido apoyo, no lo va a tener ahora.
El caso es que esas imágenes van siendo estructuradas a lo largo de la vida y la persona se convierte en rehén de ellas. Ya no es capaz de desvencijarse de tales comportamientos que confirman esa imagen, y cuando se produce alguna situación, aquel personaje actúa automáticamente. Mientras tanto, se va encerrando más y más en su capullo de autosuficiencia solitaria, y cuando menos cuenta se da, ¿dónde está el apoyo de los demás? Claro, todos se han esfumado, nadie siquiera piensa que tú necesitas ayuda para algo. Parece incluso una afrenta preguntarte: ¿quieres ayuda? La respuesta es siempre la misma: no, va todo bien…
El orgullo, encubierto por la imagen de autosuficiencia, es una de las características del yo inferior que más problemas nos causa. Cuando estamos sometidos a él encubrimos muchos sentimientos, tales como el miedo, la vergüenza, el complejo de inferioridad, el no saber las cosas, la impotencia, el fracaso, la insuficiencia, las pérdidas, los sufrimientos interiores, los vicios, la incompetencia, la vanidad, la humillación, la exclusión. Pero como es muy difícil encarar esas emociones que lastiman demasiado, la coraza del orgulloso comienza a formarse, para servirle de protección. Entonces, el orgulloso nunca pide nada, nunca necesita nada y siempre es mejor que el otro en todo.
¿Conoces a alguien así? Si conoces, mira bien cómo actúa y procura percibir lo que oculta. Si ese alguien eres tú, haz una lista de las cosas más difíciles de encarar en ti mismo, aquello que más te ofende, te causa enojo o te pone triste. Pregúntate cuándo ese sentimiento ha surgido en tu vida, haz una retrospectiva, aléjate, hasta la niñez, percibe cómo esto se ha ido reforzando a lo largo de los años. Pide ir de veras al origen de ese dolor, ir al núcleo, allí donde has creído perder algo importante y a partir de entonces empezaste a forjar un nuevo yo para lidiar con aquel dolor. Al llegar al núcleo, percibe la promesa que te has hecho y observa si estás hasta hoy actuando conforme a ella. En ese momento, tendrás dos opciones, continuar en tu capullo o salir de él y dejar el pasado atrás. Tú eliges.
Si decides abandonar el cascarón, mira a las personas amigas que te han ofrecido una ayuda que tú has rehusado recibir. Empieza a ver el otro lado ahora, ejercita esa petición, ábrete al intercambio, a fin de donarte también. Mira qué bueno es, qué agradable sentir el apoyo y darlo. Qué caluroso y cómo nos da sentimientos de acogida y de pertenencia. Cómo nos sentimos juntos, unidos, formando parte. Cómo el estado de separación se disuelve y la idea de yo mejor que el otro se revela ilusoria y transitoria. Percibe el ciclo de la vida, un día allá, otro día acá. Observa que nada permanece igual todo el tiempo. Hoy das, mañana pides. Es un flujo, la vida sigue ese flujo, todo el en universo sigue ese flujo de la interdependencia de las cosas. Es bueno no resistirse a eso, es bueno fluir con la vida. Se hace más llevadero, más fácil, más agradable. ¿Lo ejercitamos?
