Perdón siempre...
por Rubia A. Dantés em STUM WORLDAtualizado em 04/12/2014 12:01:30
Traducción de Teresa - [email protected]
Una de las cosas que más nos llevan a sabotear nuestra felicidad es el sentimiento de culpa.
Si en nuestro adentro tenemos creencias que nos hacen sentir que somos “culpables”, creamos situaciones en que seremos castigados.
Sólo una parte muy pequeña de lo que “creemos” es consciente, la mayor parte es inconsciente, y eso nos lleva a estar dirigidos y a actuar la mayor parte del tiempo como robots, siguiendo creencias y memorias equivocadas.
Siendo así, cuando yo creo conscientemente que merezco tener todas las cosas buenas en mi vida, y esto no sucede, se debe a que una creencia o muchas creencias… están tirando en sentido contrario, y atraen mucho más de lo que no quiero que de lo que quiero.
Saboteamos nuestros planes conscientes de triunfo en las varias áreas de nuestras vidas… atrayendo, a menudo, lo opuesto de aquello que soñamos.
En mayor o menor grado, el sentimiento de culpa hace un trabajo de zapa en nuestros planes y nuestros sueños, al no permitir que usemos nuestra energía y nuestro poder personal para realizarlos; en vez de eso, gastamos tiempo y energía en sofisticados planes de auto-sabotaje, donde despistamos nuestra parte consciente, para que todo parezca falta de suerte, cosas del destino, etc.… No obstante, en realidad, somos nosotros los que movemos los hilos que crean las situaciones de las cuales somos víctimas.
Y nos acostumbramos tanto a repetir historias en que somos punidos, que siquiera nos damos cuenta de que está en nuestras manos salir de ese derrotero…
El otro día me vi repitiendo una misma configuración que ya había repetido no sé cuántas veces… y ya iba a dar el siguiente paso, que me llevaría a complicar aún más lo que ya estaba complicado, cuando me acordé de un encuentro con una “Abuela” en una vivencia…
En aquella vivencia, yo andaba sin parar con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda; el escenario cambiaba todo el tiempo, lo cual me llevaba a dar vueltas en círculo sin darme cuenta de ello. Parecía que yo andaba hacia delante… Ya desesperada, le pregunté cómo salir de aquella situación… a lo que ella me contestó:
Sólo tienes que detenerte…
Dejé de andar y, de repente, parece que todo un engranaje también se fue parando. Aquel día no comprendí bien cómo hacer aquello en la práctica… pero enseguida apareció la oportunidad, en la situación en que me vi repitiendo una historia y me acordé de las palabras de la Abuela…
Me acordé y me detuve…
No actué… o mejor, no reaccioné. Cualquier acción en aquel momento sería tan sólo una reacción que llevaría aquella situación al mismo modelo de tantas otras veces.
Y en ese acto de parar, sentí calma, como si hubiese detenido un engranaje, como viví en aquella experiencia; y ya alejada de aquel punto, pude observar desde lejos toda la situación como si estuviese puesta en una mesa. Allí vi los pasos que di hasta llegar a aquel punto y vi los que normalmente daría seguidamente y a dónde ellos me llevarían… a un callejón sin salida, donde ya no podría hacer nada más, a no ser, una vez más, quejarme por las cosas que no salieron bien…
Entendí que cualquier acción que yo emprendiese en aquel caso estaría guiada por esas creencias y, cuando suspendí toda acción, parece que un espacio de libertad se abrió para mí… un espacio donde no era preciso hacer nada… sólo observar las cosas arreglándose por sí mismas.
Percibí que, las más de las veces, reaccionamos frente a las situaciones, y nuestra reacción sólo hace empeorar lo que ya es malo, porque no juega a nuestro favor. Supón que una parte tuya se siente culpable y actúas para castigarla. Si tú entregas el mando a esa parte, ésta alcanzará, una vez más, el objetivo de sabotear tus planes para que nada salga bien y así castigarte por una culpa que tú ni siquiera sabes que tienes.
Me detuve, aceptando que cualquier acción mía allí, bajo el yugo de las memorias, sería una reacción igual a tantas otras… y desde ese punto pude observar cómo repetía un mismo patrón… tantas veces dando los mismos pasos que llevaban al mismo final… como en una pieza muy bien ensayada y presentada con éxito en mi realidad. Pero… el éxito era para las creencias inconscientes, no para mí… Era increíble cómo el hecho de parar estaba marcando la diferencia… como actriz principal, me negaba a continuar con la escena y eso de alguna forma parece que desconcertaba a todo el elenco que también eran “Yo”, pero unos “Yo” llenos de culpa y de miedos del pasado.
En aquel corto espacio de tiempo, comprendí que, sin mi cooperación, mis creencias no tenían poder para continuar a poner en escena sus piezas. Con mi “parar”, toda la pieza esperaba en suspenso.
Di demasiado poder a los otros personajes, sin nunca darme cuenta de que el “Yo presente” es el personaje principal… Sólo que hasta ahora, ese Yo presente había entregado el poder para ser dirigido por creencias y memorias antiguas.
Como la mayor parte de esa culpa es inconsciente, se hace difícil entender por qué procedemos contra nosotros mismos…
Agradecí a la Abuela por el consejo precioso de “detenerme” que ahora empezaba a formar sentido, y comprendí una vez más que el Perdón es una llave preciosa para liberar nuestras creencias… el auto-perdón es una bendición…
Empecé a hacer un profundo ejercicio de perdonarme… entre otras cosas, estoy haciendo la preciosa Oración del Perdón de Morrnah Nalamaku Simeona, que es muy especial…
Divino Creador, padre, madre, hijo todos en uno.
Si yo, mi familia, mis parientes y antepasados te ofendimos, a tu familia, parientes y antepasados con pensamientos, palabras, actos y obras desde el inicio de nuestra creación hasta el presente, nosotros pedimos vuestro perdón.
Deja que esto limpie, purifique, libere, corte todos los recuerdos, bloqueos, energías y vibraciones negativas, y transmuta estas energías indeseables en pura luz.
Y así está hecho.