Por favor, sólo escucha
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 14/08/2015 08:55:34
Traducción de Teresa - [email protected]
La tecnología ha aumentado nuestro individualismo de tal forma, que aun estando conectados por Internet, por Facebook o por Whatsapp, cada uno vive en su rincón. Sé de hijos que hablan con sus padres por Whatsapp incluso cuando están en casa. Parece natural y práctico, pero la realidad es que cada vez sabemos más y sentimos menos.
Son raros los momentos en que estamos juntos y físicamente libres de cualquier aparato electrónico como objeto intermediario de comunicación. Pero, con independencia del medio de comunicación que usemos, lo más importante es si estamos de hecho comunicándonos, es decir, relacionándonos. Podemos saber muchas cosas acerca de la vida de otros, pero si no estamos receptivos para sentir a los demás, gradualmente nos iremos alejando de ellos en lo afectivo.
Si no cultivamos relaciones auténticas, sinceras y transparentes, nos cerraremos interiormente también para nosotros mismos, pues estaremos ejercitando tan sólo tareas y protocolos superficiales de comportamiento funcional. Noto en parejas que creen que tienen “todo para ser felices” y no saben por qué no lo son, signos de creciente alejamiento afectivo. Cada uno a su modo dice cumplir lo que le corresponde hacer, pero aún así no siente al otro presente en la relación - “Lo hago todo por él, pero parece que no está dispuesto hacia lo que yo siento”.
Pasmaos, ese no es un discurso sólo de las mujeres. Los hombres también sienten falta de una mayor sintonía afectiva. Pero ¿estamos de veras dispuestos a sentir al otro donde él desea ser sentido?
¿Quién no se reconoce en la necesidad de estar al lado de quien da menos consejos y escucha más? Cuando compartimos lo que sentimos en relación a alguna situación, tanto si es conflictiva como si es feliz, queremos ante todo un intercambio de afecto. Consejos y opiniones son bienvenidos cuando son requeridos. Pero la necesidad de ser escuchado es humana. Pensamos mejor cuando alguien nos escucha de corazón abierto.
Aquel que escucha con apertura afectiva soporta esperar pacientemente su turno de hablar. Si algo le desagrada o simplemente no está de acuerdo, sabe intuitivamente averiguar si el otro está preparado o no para oírlo. Con afecto, toleramos mejor nuestras diferencias.
No tener prisa para “corregir” al otro ante sus fallos o incoherencias es un modo eficaz de permanecer en la conversación el tiempo necesario hasta que algo nuevo pueda surgir. Conclusiones apresuradas respecto de lo que el otro hizo o dejó de hacer, sobre lo que está bien o está mal, inhiben el deseo mutuo de una conversación sincera. A su vez, la curiosidad y el interés por saber más sobre lo que la persona que está ante nosotros tiene para decir abren caminos para nuevas maneras de comprender.
Cuánto más abiertos estemos para escuchar nuestro propio interior, más habilidad tendremos para escuchar lo que el otro tiene para decirnos. Al fin y al cabo, la poca habilidad en la escucha se encuentra en nuestra incapacidad para tolerar sentimientos desagradables, como el de ser mal comprendidos o incluso mal interpretados. Tolerar al otro cuando nos ataca verbalmente, con falsas o reales acusaciones, sin defendernos agresivamente es un arte basada en la lucidez y la confianza en uno mismo. Muy bien, si nos hemos equivocado podemos buscar una actitud de reparación. Si no nos hemos equivocado, podemos encontrar un modo de hacernos esclarecer. Mientras esto no ocurre, porque causas y condiciones no están aún maduras, podemos continuar cultivando un espacio de mayor apertura y aceptación para que nos sostenga frente a las adversidades causadas por el error ocurrido. Es como si dijésemos: “Vale, eso realmente ha ocurrido, pero quiero seguir adelante”.
Tener disponibilidad y curiosidad para escucharse a sí mismo y al otro sin interrupciones es un buen entrenamiento para no quedarnos atollados en la indignación.