¿Por qué a mí?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 16/12/2010 12:17:43
por Maria Silvia Orlovas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Cuando estamos sufriendo es muy común hacer esta pregunta. Porque parece que solo nosotros estamos sufriendo, que solo a nosotros nos salen mal las cosas. Parece incluso que Dios nos ha olvidado, o que nunca se ha acordado de nosotros. Pero eso no es real.
El caso es que cuando sufrimos nos centramos en el sufrimiento, nos envolvemos, sentimos pena de nosotros mismos y rabia contra quien nos ha tratado sin consideración, o contra las cosas malas que sucedieron, en fin, es mucha energía perdida pasando por nosotros y reverberando en nuestras sombras.
En cambio, pensar en el bien, en la felicidad, exige una energía distinta, una vibración en expansión. Puedes hacer una prueba.
Observa que cuando piensas en algo muy feliz, muy bueno para tu vida, siempre ese sentimiento envolverá a otras personas. Quién sabe una pareja, o un hijo al que le va bien la vida, tu esposo o esposa, alguien a quien amas curándose, tú siendo ascendido y ganando más para realizar sueños, en fin, siempre que pensamos en cosas buenas pensaremos en los demás. En nosotros y en los demás.
En cambio el sufrimiento es egoísta, puede incluso suceder que estemos sufriendo por otra persona, por no haber salido bien un amor o por haber sido despedidos del trabajo, pero terminamos encerrándonos, no hablando más del tema, a fin de guardar todo cuanto nos disgusta dentro de nosotros. Está claro que no debemos salir por ahí sembrando la discordia, nadie merece convivir con personas rebeladas, amargadas y rencorosas, pero nosotros tampoco no merecemos y no debemos guardar esa ira dentro de nosotros. Pues la ira puede matar, generar un cáncer, destruir relaciones y hacer un gran estrago en nuestra evolución espiritual.
En esa sintonía recibí a Sonia, mujer guapa de unos 40 años, bien nacida, licenciada en Derecho y casada por segunda vez. Aparentemente bien, sin embargo en la sesión de vidas pasadas vino una historia muy triste de una muchacha que se casó para cumplir con las reglas; el padre hacendado concertó un matrimonio para su hija con un hombre bien situado. Ella, buscando la armonía, hizo todo para que el matrimonio saliese bien. No obstante, el marido era un tipo machista, dueño de la verdad y, en aquella época, eso era sinónimo de falta de respeto y educación.
Esa chica fue muy maltratada, se apegó a los hijos para lograr vivir, pero guardando mucha rabia y disgusto; sin tener cómo soltar esa energía, murió aún joven.
Escuchando todo eso ella se emocionó bastante, pues muchas situaciones se repetían en esta existencia y su desafío era abrirse y dialogar con el dolor. Esa muchacha no sabía si quería o no permanecer casada, y ya sabía que esa respuesta no vendría de nadie más que de ella misma.
La sesión sirvió para que comprendiese la importancia de liberarse de la rabia, pues a pesar de que aún sentía amor por su marido, tenía muchos conflictos. A una hora sentía rabia, porque él hizo una serie de negocios tumultuados y había perdido el empleo varias veces. A otra, sentía pena y un sentimiento maternal. Los conflictos internos eran muchos. Pero ahora ella sentía que necesitaba enfocarse en su curación, en abrir su energía para escuchar a su corazón. Se dio cuenta de que había muerto joven en la vida pasada justamente por resentirse y encerrarse.
Pues sí, amigo lector, abrirse no es fácil, perdonar tampoco, pero cada cual tiene su parte y debe hacer todo lo que le sea posible para liberarse del dolor.
