Prometeo, El Mito
por Acid em STUM WORLDAtualizado em 09/05/2012 12:26:04
Traducción de Teresa - [email protected]
Cada cultura tiene su génesis para el Hombre civilizado. Los judíos tienen la toma de conciencia de Adán y Eva cuando del bocado a la manzana (del árbol del bien y del mal). Los hindúes tienen en los Vedas la “explicación” para la segregación en castas de la humanidad: el Hombre surgió de partes del cuerpo del Dios primordial, y de la cabeza salieron los Brahmanes (casta social dominante, de religiosos), de los brazos salieron los guerreros (Kshatryas), de las piernas los productores/comerciantes y de los pies los siervos (no-arias, o “no-hombres”).
La leyenda griega es bastante más interesante desde el punto de vista psicológico, y por eso mismo muy usada en la psicología. Comienza con Zeus, “nuestro” Dios, que nos cuida y atiende, a cambio de adoración. Los hombres en aquel tiempo no éramos más que macacos, y Zeus nos proporcionaba animales, el fuego, cavernas. Éramos totalmente dependientes de Él y de su humor. Entonces, era bueno tenerle siempre contento, por medio de adoración y sacrificios.
Prometeo era un Titán, una raza de gigantes que convivía con los dioses. Su nombre, en el idioma griego, significa “pre-visión”, y él tenía la habilidad de prever el futuro. Fue Prometeo quien cuidó de la evolución de nuestra especie, enseñándonos a razonar y a trabajar; fue el protector de las artes, de la construcción de casas y embarcaciones, de la domesticación de animales; Prometeo nos enseñó la escritura, los números y las medicinas. Ese acercamiento de un Inmortal emancipando a seres inferiores (nosotros, los humanos) puso celoso a Zeus, que tenía a los hombres como bichitos ignorantes, sus mascotas preferidas.
Zeus exigía cada vez más de los humanos. Quería para sí, como ofrenda, la mejor parte del buey (mediante la inmolación, algo que también se encuentra en el Antiguo Testamento). Los humanos tenían que contentarse con las vísceras y las partes menos nobles. Prometeo hizo, entonces, un truco: dividió las partes del buey en dos montones, y preguntó a Zeus cuál de los dos quería que se destinase a ofrenda de los hombres. Un montón estaba cubierto por una hermosa y brillante capa de grasa. El otro estaba cubierto por la piel y el estómago del buey. Zeus, ofuscado por la belleza, eligió el primer montón. Ocurre que Prometeo había escondido las carnes del buey debajo de la piel y dentro del estómago, dejando los huesos debajo de la vistosa capa de grasa. Cuando Zeus lo descubrió se puso furioso, retirando el fuego a los humanos como forma de castigo. Prometeo, entonces, robó el fuego a los dioses, escondiéndolo dentro de un gigantesco tallo de hinojo y no solo lo devolvió a la humanidad, sino que nos enseñó a hacerlo.
No es muy inteligente irritar a un Dios, pero Prometeo sabía que un hijo engendrado por Zeus en un matrimonio subsiguiente lo destronaría, y que solo él sabía cómo impedir que eso sucediese. Suponía que por ese motivo Zeus no le haría nada. Bueno… se equivocaba.
Por orden de Zeus, Prometeo fue atado con cadenas, en lo alto del monte Cáucaso, para 30 mil años, durante los cuales sería diariamente picado por un águila que le destruiría el hígado. Como Prometeo era inmortal, su órgano se regeneraba constantemente, y el ciclo destructivo volvía a comenzar cada día. Esto duró hasta que el héroe Hércules lo liberó, sustituyéndolo en el cautiverio por el ((Zeus había prometido que solo el cambio de Prometeo por otro ser eterno podría restituirle la libertad. Como Quirón había sido alcanzado por una flecha, y su herida no tenía cura, estaba condenado a sufrir eternamente dolores lacerantes. Así, sustituyendo a Prometeo, Zeus le permitió tornarse mortal y perecer serenamente)) centauro Quirón(*), igualmente inmortal.
Todavía irritado con los hombres, Zeus envía la peor de sus venganzas: Pandora. Pero esa es otra historia.
El mito de Prometeo fue convertido en pieza teatral por el poeta griego Esquilo, en el siglo V a.C., titulada “Prometeo Encadenado”. Es un mito brillante y rico, pues Prometeo no “prometió” a los humanos un mundo de delicias, el “paraíso” donde todo nos era dado. No. Por el contrario, lo que ofreció fue dignidad, autonomía, sostenibilidad y trabajo. Mucho trabajo. Si antes el fuego brotaba de los árboles y ya cocinaba las carnes, y el trigo crecía solo, ahora los humanos tenían que atender a mantener el fuego, cocinar sus alimentos y labrar los campos para tener qué comer. Prometeo enseñó las artes, las matemáticas, los oficios, en fin, las bases de nuestra civilización. Podemos extender la sabiduría de ese mito a nuestra vida, desde la crianza de nuestros hijos hasta la conducción de nuestro país. ¿Hasta cuándo dependeremos del humor de Zeus?