¿QUÉ PIERDES CON EL FIN DEL SUFRIMIENTO?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 02/01/2015 12:28:32
por Valéria Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Posiblemente, todo lo que ganas con tu sufrimiento. Lo difícil es reconocer que se gana algo con el sufrimiento. Pero se gana, eso es cierto. Son las ganancias secundarias, que están ocultas, que no tienen apariencia de ganancias, que no son fácilmente verificables, y más aún, que tú ocultas hasta a ti mismo, pues parecen de una mezquindad y egoísmo excesivos. Cualquier situación implica ganancia, primaria o secundaria. Cuando el evento en sí aparenta una pérdida, acaba encubriendo la ganancia. Por eso el sufrimiento no es visto como ventajoso para quien sufre.
Hay gente que desarrolla una enfermedad para poder pedir la baja, especialmente si odia lo que hace y siempre está protestando por su insatisfacción. Aquí queda clara la ganancia. Y siguiendo la misma lógica, podemos verificar otras ganancias subyacentes en nuestras vidas, en menor o mayor grado. Lo más importante es reconocer que siempre hay una ganancia, por peor que sea la situación. Reconocimiento, atención, amor, cuidado, privilegios, compensaciones, ventajas sobre los demás, etc., son algunas de las formas de tales ganancias.
Conforme al grado de dependencia emocional, psíquica, física o espiritual, más difícil se hace revertir el proceso. Con una identidad ya instalada, la persona se ve inmersa en aspectos con los que está identificada y eso pasa a formar parte de su recorrido personal. Cuando llega alguien y pregunta: ¿cómo te va?, enseguida contesta con su rosario de quejas y clichés mentales de difícil disolución. Muchos pueden ver el sufrimiento desde fuera y percibir la necesidad de hacer ciertos cambios. Pero la persona implicada difícilmente logra verlo cuando está identificada con el dolor. El dolor se convierte en su ropaje psicológico, su personaje, su forma de presentarse al mundo.
Y a veces para salir de ese enmarañado es preciso ir a lo más hondo de los abismos, después de que toda esperanza se ha perdido, después de que ninguna receta de pastel ha funcionado. Quizá en ese momento llegue el impulso real del cambio, la fuerza de voluntad, el abandono de sí mismo, el desistimiento del control, de la manipulación, de la auto-piedad. Cuando culpa y culpable se funden, tanto da. Ya da igual dónde todo haya empezado, tampoco si un día tendrá fin. Cuando surge un movimiento nuevo, de sólo vivir, sin lamentarse, sólo mirar y agradecer, disfrutar de lo que está sucediendo sin ocuparse con el venir a ser. Aquí ocurre la disolución, el desapego, la entrega, el fin del sufrimiento.
Ahí lo que pierdes con el fin del sufrimiento tiene un sabor diferente, pues algo empieza a llenar el vacío de sentido que permeaba la vida. Ya no te importa si los parientes y amigos te van a dar menos atención, puesto que tu dolencia ha terminado. La faz revelada es otra y el sentido también. Puedes de verdad alegrarte con otras cosas a que antes no dabas importancia. Puedes también desconectarte de la toma de la intencionalidad negativa, que te conducía a la avenida del lamento, y elegir andar por otra calle, con otros colores y aromas. La venganza oculta se deshace y tú quieres tan sólo amar y ser feliz, independiente de circunstancias y personas. El sufrimiento queda atrás, como marcas en un camino necesario para llegar a donde has llegado. Ha valido, todo aprendizaje es válido, aunque sea por medio del dolor. Lo importante es la curación, el cambio, la consciencia alcanzada.
Frente a esa posibilidad, ¡vale la pena perder todo!