¿Quién eres tú, sin miedo?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 02/12/2013 08:12:25
por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Alguien que ya no tiene disculpa para no cumplir la misión que su alma escogió.
Alguien que no tiene límites. Esto es “bueno y malo” al mismo tiempo. No tener límites para la gran aventura del alma, con sabiduría, discernimiento y mucha creatividad, nos lleva a la manifestación más elevada de nuestro ser. Esto es muy bueno.
Pero no tener límites sin haber conocido el real contenido de nuestro inconsciente, que incluye varias expresiones de nuestro aspecto más cruel y perverso, y sin asumir plena responsabilidad por ese aspecto nuestro, es algo peligroso, tanto para nosotros como para las personas con las cuales interactuamos. No teniendo miedo a nada somos tiranos peligrosos, considerándonos Dios, sin tener una mínima noción de respeto al otro y asimismo sin noción de peligro, lo que puede llevarnos a entrar en un juego autodestructivo.
Nada hay de erróneo en portar esos contenidos destructivos, pues esta es la condición humana; todos arrastramos ese equipaje negativo, no es posible estar encarnados aquí en la dualidad sin contener en nosotros esos aspectos destructivos. Por tanto, el problema no está en portar aspectos negativos, sino en que intentemos ocultarnos a nosotros mismos y al mundo todo aquello que hay verdaderamente dentro de nosotros.
Cuánto más reprimimos y negamos estos aspectos, más prisioneros estamos en un enmarañado de estrategias y condiciones que creamos para aparentar ser más perfectos y adecuados ante el mundo. Este enmarañado va creciendo y cristalizando y llega un momento en que estamos tan trabados dentro de esa estructura que ya no logramos siquiera saber quiénes realmente somos.
Si pasamos a conocer esa realidad interna y si la aceptamos con naturalidad, empezamos una relación con nuestro Yo más profundo, y así aprendemos a educar y a desarrollar ese aspecto negativo nuestro, para utilizarlo como fuerza, de forma sana y segura.
Cuando pasamos por un proceso de autoconocimiento y aprendemos a aceptar y a lidiar con esos aspectos en nosotros, entramos en una nueva etapa de nuestro desarrollo, que nos conduce al punto en que estamos más preparados para empezar a desapegarnos del miedo. Sí, estamos apegados al miedo, éste pasa a ser nuestra brújula, nuestra espada, nuestra seguridad, nuestro límite, entre otras muchas funciones que el miedo ejerce en nuestra vida. Por el miedo sabemos siempre qué hacer y qué no hacer y esto se verifica todo el tiempo dentro de nosotros; pero estamos tan condicionados a esa forma de vivir, que ya no la advertimos racionalmente. Eso es así, pues hemos venido ya cargados de miedo; desde nuestro nacimiento se nos han impuesto algunos miedos y hemos aprendido otros muchos por la vida adelante. Así, el miedo forma parte no sólo de nuestra existencia, sino de nosotros.
Sólo sabemos vivir con miedo. El miedo nos protege contra el fluir y el hacer natural que el alma quiere imponernos. Cuando entonces nos vemos a punto de perder el miedo, simplemente nos trabamos de miedo. Sí, entramos en pánico ante la posibilidad de perder nuestro precioso compañero miedo. De todos los miedos que hemos experimentado en nuestra vida, este es uno de los más difíciles de experimentar, pues no tenemos referencia alguna sobre él en nuestros archivos internos que nos ayude a identificar ese tipo de miedo, y lo desconocido siempre asusta más. Para todo miedo que arrastramos siempre tenemos un bagaje con recursos para superarlo; podemos reaccionar y enfrentarnos a cualquier miedo.
Sin embargo, para el miedo de perder el miedo no encontramos ningún recurso habitual que nos permita enfrentarlo y superarlo. Y el miedo aumenta.
Cuando seguimos la trayectoria del alma y somos impulsados a perder el miedo, el ego se impone y nos anestesia, creando una total falta de sentido en nuestra vida, lo cual lleva al desánimo y a la apatía. Así, él se protege, pues sin voluntad ni ánimo, no queremos nada más, ni siquiera nos importa saber lo que está pasando dentro de nosotros, lo cual siempre nos lleva a la superación. El ego no tiene el menor interés en perder el miedo, pues eso lo colocaría en grave riesgo de SER y ESTAR en la expresión del alma.
Por una parte entonces, estamos inconscientemente paralizados de miedo a perder el miedo y, por otra, para que no podamos tomar conciencia de eso – lo cual nos daría la voluntad para trascender ese “nuevo miedo” – estamos anestesiados y desanimados.
Ya está, no queremos nada más. Muy cómodo para el ego, pero sólo hasta cierto punto, pues esa comodidad es únicamente en el sentido de que él se siente libre del riesgo de que perdamos el miedo; pero cuando esa anestesia y falta total de voluntad frente la vida se alargan mucho tiempo, el ego empieza a sentirse agobiado, pues aunque haya elegido “dormir” todo el tiempo, llega un momento en que ya no tiene más “sueño” y esto le hace querer algo… Se crea un conflicto entre el querer y el no querer y es en este momento cuando el alma tiene una pequeña ocasión para ganar fuerza y poder para exponernos lo que está pasando con nosotros en este momento, y es que estamos a punto de perder el miedo, para simplemente empezar a SER naturalmente. Pese a que la ocasión sea pequeña, si somos buscadores perseverantes y atentos a nosotros mismos, esto es suficiente para que logremos captar el mensaje del alma y tomemos conciencia de esa realidad.
Así, con conciencia y responsabilidad, podemos asumir la postura y la actitud de aceptar el gran reto de perder el miedo, aun admitiendo que no sabemos siquiera por dónde empezar, ya que esto es totalmente nuevo en nuestra vida. Pero la intención es poderosa y nos llena de voluntad, y eso hace que naturalmente el alma pueda ofrecernos todos los recursos y la orientación adecuada para abrirnos a la vida sin miedo. Todo es muy sencillo, el ego es quien lo complica para que la vida se le haga más sabrosa; al ego le gusta una grande, loca y terrible aventura y cuántas más dificultades vengan, más poderoso se siente y más victorioso con cada conquista. Vivir sin miedo es vivir con naturalidad y espontaneidad, en un fluir de eventos y condiciones, externas e internas, que sobrevienen naturalmente, en la danza de la vida. Aquí la aventura de vivir sucede a otros niveles, sin sufrimiento, sin tormentos y sin estar anestesiados. Todo es puro hacer, fluir, realizar y manifestar en pura expresión de alma. Pero tendremos que aprender a vivir en esta nueva condición y adaptarnos a ese nuevo tipo de placer de una vida simple y tranquila por el fluir de los acontecimientos…