¿Quién está contigo?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 20/01/2013 12:15:21
por Maria Silvia Orlovas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
¿Te has parado a pensar en ello? ¿Te has preguntado quién está contigo?
Has visto que hay gente que se acerca a nosotros en momentos de dolor, de sufrimiento, y que incluso intenta de veras ayudarnos, pero que cuando mejoramos, cuando nos ponemos bien, cuando solucionamos la vida, conseguimos un buen empleo o encontramos pareja, esa persona se marcha, parece que con celos o incluso envidia?
Pues bien, eso a mí ya me ha pasado. ¿Y a ti?
Considero la envidia como algo deplorable, pero real. Tan real como el propio sufrimiento, como la desilusión cuando algo no sale bien. Ya he oído a muchos decir que los amigos se conocen cuando los necesitamos, cuando la vida nos da un palo y aparecen para ayudar, pero me estoy dando cuenta de que es más difícil mantener amigos cuando nos ponemos bien, cuando vivimos en armonía, cuando estamos en situación económica equilibrada. Mira que ni siquiera estoy hablando de riqueza, porque ese es otro departamento, que, a decir verdad, no conozco, por ello no voy a decir nada. Hablo sobre amistad verdadera, de personas reales, que son capaces de estar con nosotros cuando estamos bien y asimismo cuando estamos mal. Y he visto que se hace más difícil encontrar esa clase de personas que consiguen soportar la felicidad ajena.
Es triste percibir eso, es triste pensar en la envidia porque es fruto de la ignorancia, y no hablo de la burricie pura y simple, hablo de la mismísima ignorancia, de personas que desconocen el camino del otro, el esfuerzo de quien ha conquistado algo estupendo, de merecimiento espiritual, de logros personales.
La envidia nos aleja de Dios y de las otras personas, porque cuando sentimos envidia de alguien estamos contemplando aquello que ellas tienen en ese momento, sin saber nada acerca del pasado, sin medir el esfuerzo ajeno, sin saber nada del karma del otro, ni de cualquier mérito o demérito de vidas pasadas.
Así, amigo lector, me parece muy bueno analizar siempre la postura de quien está con uno. Mira, observa quién está a tu lado, si es compatible, si se afina con tu vibración, pues de nada sirve estar agradando a los demás para que ellos se sientan queridos y permanezcan a tu lado, como tampoco sirve de nada encerrarse en un mundo muy chiquitito para no sufrir. Porque a veces ese feo sentimiento proviene de la familia, hasta de los hermanos. Y contra esos prójimos que en realidad no lo son, no tenemos forma de defendernos.
Por eso me ha encantado tan profundamente el significado espiritual del ¡Aloha!, la salutación hawaiana, pues Aloha saluda la prosperidad, el amor, la felicidad ajena, de una forma generosa, abundante, como la buena vida debe ser. Aloha eleva la conciencia, nos aproxima a la bienaventuranza, a todo lo bueno que queremos para nosotros.
Descubrí que cuando miramos la vida con el sentimiento abundante del Aloha, estamos entrando en la sintonía del poder divino más completo, más generoso. Y desde que he comenzado a practicar activamente el Ho’oponopono, y ahora además con la comprensión del Aloha, entiendo que se nos están revelando nuevas formas de acceder a herramientas antiguas, porque esas afirmaciones y formas de proceder ya existían hace mucho tiempo, nosotros mismos ya hemos visto todo eso en las películas, e incluso en las actitudes de personas que siguen religiones positivistas como la Seicho-no-ie. Pero no sé por qué nos hemos alejado de ese conocimiento y nos hemos arrojado en la comprensión racional, en el deber y en el pensamiento de que tenemos que hacer lo debido y buscar el merecimiento. Nos hemos zambullido tan profundamente en esa idea de que no hay merienda gratis, de que todo debe venir únicamente por el esfuerzo, que nos hemos alejado de las manos suaves de Dios. Hemos olvidado amar su presencia, mirarlo en el prójimo, en la naturaleza, en las cosas bonitas del mundo.
Creo que ha llegado el momento de que empieces a mirar con más cuidado quién está a tu lado, y buscar con alegría estar al lado de Dios, porque puede que las personas de tu entorno estén todavía en una vibración complicada, pero tú no tienes por qué permanecer así.
¡Más importante que observar quién está contigo, es observar qué puedes hacer tú para estar cerca de Dios!