Relato de caso: Cómo se forman las creencias
por Marilia Reis em STUM WORLDAtualizado em 19/02/2009 12:30:21
Traducción de Teresa - [email protected]
Para quien no se acuerda o nunca ha oído hablar de eso, la Programación Neurolingüística entiende que nosotros no podemos percibir el mundo y los estímulos que nos rodean de una manera directa – siempre “filtramos” lo que registramos de cada situación, percibiendo algunos aspectos y omitiendo o distorsionando otros. Los significados que atribuimos a las situaciones también varían de persona a persona. En suma, no existe una manera única o “inequívoca” de entender o codificar lo que nos rodea. Hay tantas maneras como personas.
Ya he comentado en otro artículo que las creencias son uno de los filtros más importantes en ese proceso de selección (automático). Ellas tienen peso porque, siendo la mayoría de las veces inconscientes, nosotros ni siquiera nos damos cuenta de que existen y de que están funcionando como un determinante del significado que atribuimos a los acontecimientos. Una persona que tiene, por ejemplo, la creencia de que los demás son mejores que ella, no logrará contemplar con claridad aquellas situaciones donde, sí, actuó de modo más creativo o más inteligente que los demás – y seguramente percibirá, como si tuviese lentes de aumento – todas las ocasiones en que el otro ha sido mejor. Esto sin contar el hecho de que probablemente va a supervalorar el desempeño del otro y disminuir el suyo, en un criterio de evaluación francamente injusto para sí misma.
Las creencias surgen y se estructuran generalmente en la primera infancia (esto tanto las positivas como las limitadoras). La base de nuestras creencias se establece hasta cerca de los 7 años.
Acontecimientos posteriores pueden ir modificándolas (no conozco a ningún adulto que aún crea en Papá Noel), pero algunas de ellas siguen vivas y presentes dentro de nosotros con la misma emoción y significado que adquirieron en el momento de su formación. Con esto quiero decir que por eso adultos, incluso los exitosos o de vida afectiva estable, pueden de repente depararse con situaciones aparentemente sencillas con las cuales lidian mal, “como si fuesen niños”. Ejemplos comunes son el miedo desproporcionado a hablar en público o aquel sentimiento de celos que no tiene fundamento alguno (y el dueño de la emoción lo sabe).
Las creencias pueden formarse de dos modos: a través de una única experiencia, donde la emoción sea muy intensa, o más corrientemente por la suma de experiencias donde existe el mismo significado (identificación por sensación semejante). Lo interesante es que, incluso en aquellas situaciones donde la emoción limitadora actual es muy incómoda, la mayoría de las veces la situación que le ha dado origen es simple, con una sensación desagradable muy pequeña. Como el niño tiene una fuerte identificación con adultos significativos, curiosamente a veces ellos son los que tienen los sentimientos limitadores, que el niño percibe e interioriza, es decir, pasa a sentir como si fuesen suyos.
La PNL trabaja esas creencias limitadoras de varias formas y una de las técnicas más eficaces lo hace accediendo a la experiencia inicial, donde ha surgido la emoción por primera vez y donde las convicciones se han formado. A continuación se hacen modificaciones en estos aprendizajes.
Describiré las experiencias originales – bastante expresivas – de dos personas que trabajaron el temor al rechazo. En el primer caso, la situación que había generado la sensación fue el momento en que la madre descubre, a los 3 meses de gestación, que está embarazada y se siente sorprendida y sin preparación, sin tiempo de organizarse adecuadamente para el nacimiento del bebé. Para el niño, el hecho de no haber sido percibido tuvo el significado de que él no era lo suficientemente importante para ser notado, de que él no importaba a las demás personas. El hecho de que no existiese un sentimiento de amor por él (por no haber conocimiento respecto de su existencia) es equivalente a un rechazo.
Además del miedo al rechazo presente en la vida adulta, que hacía a esa persona tener una gran sensibilidad para cualquier comportamiento ajeno que considerase falta de amor por él, esa primera experiencia también le aportó otros aprendizajes limitadores: que él tendría siempre que hacer algo para ser notado (ya que naturalmente no lo había sido) y que la falta de atención, aunque momentánea, significaba necesariamente rechazo. Esta persona entonces se afligía profundamente en cualquier reunión social si alguien que estuviese charlando con ella dirigiese la atención a otros, de manera un poco más entusiasmada o durante un tiempo ligeramente mayor.
El otro ejemplo de situación inicial ilustra, de modo muy explícito, cómo la identificación con algún adulto significativo (que la mayoría de las veces son el padre o la madre) puede ser la fuente de emociones limitadoras. En esta situación, el crío con dos días de vida, percibe el miedo, preocupación y decepción en su madre. Lo que generó esto fue el hecho de que el bebé nació con el piececito torcido y había necesidad de que fuese escayolado. El propio niño no tenía ningún dolor ni sentimiento limitador en aquel momento pero, al captar el miedo, dedujo que debía haber algo mal en él, aunque no supiese qué era. La percepción de la decepción materna hizo que se sintiese rechazado, ya que para él, en este contexto, rechazo y decepción eran sentimientos semejantes. Junto al sentimiento de rechazo, también se establecieron otras creencias limitadoras, como la de que él tendría siempre que ser perfecto y no decepcionar a nadie para poder ser amado. Esa persona, ya en la vida adulta, tenía muchas dificultades para expresar su opinión y en ciertas ocasiones llegaba casi a no saber a ciencia cierta cuál era su real punto de vista sobre determinada cuestión, tal era su preocupación inconsciente de jamás causar decepción a nadie.
Tras la conclusión del trabajo, estas dos personas pudieron, al reestructurar sus experiencias iniciales, tener nuevos sentimientos y actitudes en aquellas situaciones que antes les producían el miedo al rechazo.