Resiliencia
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/08/2013 16:13:27
por Tom Coelho - [email protected]
Traducción de Silvana Partucci - [email protected]
“El problema no es el problema.
El problema es tu actitud con relación al problema”.
(Kelly Young)
Hoy, la tristeza me visitó. Tocó el timbre, subió las escaleras, golpeó la puerta y entró. No ofrecí resistencia. Hubo un tiempo en que hacia lo imposible para evitar que adentrase en mis dominios; y cuando esto sucedía, discutíamos un tiempo largo. Era una experiencia bastante desgastante. Aprendí que lo mejor por hacer es dejarla seguir su curso. Hora, ni siquiera dialogamos. Entra, se sienta en el living, le sirvo alguna bebida, le presento la televisión y ¡la olvido!
Cuando me doy cuenta, el recinto ya está vacío. Ella partió, sin arrebatos y sin dejar rastros. Cumplió su misión sin afectar mi vida.
Hoy, la enfermedad también me visitó. Pero ella tiene otros métodos. Y otros propósitos. Llegó sin pedir permiso, invadiendo el ambiente. Se instaló en mi garganta y se metió con mis amígdalas. La prescripción es siempre la misma: amoxilina y paracetamol. Uso estos medicamentos y me siento absolutamente postrado. Creo que es por eso que los llaman de antibióticos. Porque son contra la vida. No apenas la vida de las bacterias y los virus, sino de cualquier tipo de vida…
Hoy, problemas del pasado también me visitaron. No vinieron por teléfono porque palabras pronunciadas activan las emociones apenas en el momento y, después, se pierden difusas, llevadas por la brisa. Vinieron por correo, impresos en papel y letras de baja calidad, anunciando su perennidad, su condición de fantasmas eternos hasta que sean exorcizados.
En estos momentos, ante este cuadro, no hay como dejar de sentirse menospreciado. El mundo alrededor parece conspirar contra el bien, la estabilidad y el equilibrio que tanto se persigue. El desánimo se presenta estampado en hombros arqueados y ojos sin brillo, que piden por derramar lagrimas de alivio.
Entonces, lloro. Y lo hago porque Maurice Druon me enseñó, a través de su inocente Tistu, que si no lloras, las lágrimas se endurecen en el pecho y el corazón se pone duro.
Limón y Limonada
Las ciencias humanas están siempre tomando prestado términos y conceptos de las exactas. La última novedad viene de la física y atiende al nombre de resiliencia. Significa resistencia al choque o la propiedad por la cual la energía potencial almacenada en un cuerpo deformado es devuelta cuando cesa la tensión incidente sobre el mismo.
En humanas, la resiliencia pasó a designar la capacidad de resistir flexiblemente a la adversidad, utilizándola para el desarrollo personal, profesional y social. Traduciendo eso a través del dicho popular, es hacer de cada limón, o sea, de cada contrariedad que la vida nos presenta, una limonada sabrosa, refrescante y agradable.
Aprendí que de poco sirve pelearse con los problemas. Es necesario enfrentarlos para no ser destruido por ellos, resolviéndolos. Y con rapidez, de buena o mala manera. Los problemas son como bebés, solo crecen si son alimentados. Muchos se resuelven por si mismos. Pero cuando los solucionas de forma inadecuada, vuelven, te juegan una mala pasada y, así, los anulas con corrección. La felicidad, puntualizó Michael Jansen, no es la ausencia de problemas. La ausencia de problemas es el tedio. La felicidad son grandes problemas bien administrados.
Aprendí a combatir las enfermedades. Las del cuerpo y las de la mente. Percibirlas, identificarlas, respetarlas y aniquilarlas. Muchas provienen menos de lo que nos falta y más del mal uso que hacemos de lo que tenemos y la velocidad es todo en este combate. Actuar rápido es la palabra correcta. Mejor que ser preventivo es ser predictivo.
Aprendí a aceptar la tristeza. No todo el año, pero apenas por un día, a la luz de las enseñanzas de Victor Hugo. El poeta (Vinicius de Moraes) decía que “tristeza não tem fim, felicidade sim” (la tristeza no tiene fin, la felicidad si). Sin embargo, disiento. Pienso que los dos son infinitos. Y cíclicos. El secreto es contemplar las pequeñas alegrías en vez de aguardar la gran felicidad. Una alegría destruye mil tristezas…
Moda o no, me volví resiliente. La palabra en si puede caer en el ostracismo, pero habrá servido para ilustrar mi actitud cultivada a lo largo de los años ante las dificultades impuestas o auto impuestas que enfrenté por el camino, transformando desánimo en persistencia, incredulidad en esperanza, obstáculos en oportunidades, tristeza en alegría.
Apreciamos el calor porque ya sentimos frío. Admiramos la luz porque ya estuvimos a oscuras. Contemplamos la salud porque ya estuvimos enfermos. Podemos, pues, vivenciar la felicidad porque ya conocimos la tristeza.
¡Mira hacia el cielo ahora! Si es de día, el sol brilla y calienta. Si es de noche, la luna ilumina y abraza. Y así será nuevamente cada mañana. Y así es hecha la vida.