Respeta tus límites de crecimiento
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 27/09/2007 14:00:36
Traducción de Teresa - [email protected]
“Respeta tus límites de crecimiento”, le dijo un adiestrador de caballos a mi hija – entonces con seis años – cuando ella protestó por querer tener las piernas más largas para poder colocar los pies en los estribos, como los adultos. Esta frase siempre me vuelve a la mente cuando siento la misma ansiedad al querer estar preparada de inmediato para situaciones que todavía no están maduras.
Al fin y al cabo, ¿qué es lo que nos hace tener tanta prisa si la vida está siempre en movimiento? Creo que son nuestros propios prejuicios acerca de cómo ya deberían estar sucediendo las cosas para que fuésemos quienes realmente nos gustaría ser... ¡Estamos corriendo detrás de nosotros mismos!
Como resultado de una sumatoria de pequeñas y grandes expectativas, acabamos por idealizar el futuro sin darnos cuenta de que estamos distanciándonos de la realidad.
Es verdad que si el futuro no fuese un lugar donde todo es posible, tal vez no tuviésemos la inspiración suficiente para transformar el momento presente; sin embargo, si no sabemos encantarnos con la realidad inmediata, nuestra vida se parecerá más a un mar de promesas que a una oportunidad de realización interior.
Es bueno soñar, pero vivir tiene que ser mejor. ¡La realidad inmediata es lo único que tenemos en nuestras manos! Pero si el anhelado futuro está demasiado distante de las condiciones de nuestro momento presente, es posible que llegue a vencernos el desánimo, toda vez que no nos sentimos movilizados por nuestro cotidiano.
Desanimados, ¡acabamos por hundirnos cuando no nos sentimos preparados para los desafíos que acaban de llegar! En general, nos sentimos tensos cuando nos presiona la expectativa de los acontecimientos, y nos criticamos cuando queremos vivir de acuerdo con los resultados esperados, en vez de lidiar con la situación tal cual se presenta. Todos los “yo debo” resuenan en nuestro interior, impidiéndonos sintonizar con nuestro ritmo interno.
En este momento, tenemos que distanciarnos, aunque no sea más que por algunos instantes, de nuestros propios enjuiciamientos y de aquello que nos presiona, a fin de aceptar nuestros reales sentimientos y necesidades, ya frente a otros, ya en relación a nosotros mismos. En caso contrario, podemos criticar la falta de consideración ajena y olvidar incluirnos ante el desentendido: ¡nadie podrá atender nuestras necesidades si nosotros mismos no somos capaces de identificarlas!
Cuando no incluimos nuestros límites, desconsideramos los sentimientos de acogida y pertenencia tan importantes para sentirnos enteros en las situaciones. Cuando queremos más que lo que de hecho podemos tener o hacer, en seguida somos expelidos de aquella realidad más grande que el espacio que somos capaces de ocupar. Es igual que querer correr con calzado dos números mayor que el que necesitan nuestros pies: en seguida vamos a tropezar y caer...
Cuando tenemos en cuenta nuestras faltas y necesidades comenzamos a relajarnos, pues como no necesitamos ya estirarnos, cabemos confortablemente en nosotros mismos. Así superamos la costumbre de compararnos con los demás, con el que hemos sido en el pasado, o incluso con la imagen que idealizamos tener en el futuro.
¡Qué bueno es poder sentir que estamos de acuerdo con nuestro propio tamaño!
Finalmente, podemos sentirnos completos, como dice el viejo refrán: “¡ser pequeño pero estar entero es ser grande!